Hija del silencio

Capítulo 4º Extraña lentitud.

Los días transcurrían con una extraña lentitud en San Bartolomé,el pueblo de la joven.Marina intentaba seguir adelante,pero la ausencia de Lucía la dolía más de lo que había imaginado.Cada vez que pasaba frente a la casa de los vecinos donde había dejado a su pequeña,sentía una punzada en su corazón.

Nunca se atrevió a acercarse.Temía ser vista,temía enfrentarse a esa pregunta inevitable que le acompañaba cada día.¿Por qué?

Mientras los vecinos que habían encontrado a Lucía sentían compasión por la bebé.El matrimonio,Carmen y Vicente,estaban ya en sus cincuenta,y tenían tres hijos propios.Carmen había recogido a la pequeña en la madrugada,con el corazón en un puño al ver la nota escrita,con la desesperación de una madre al abandonar a su hija.No podía culpar a la madre,quien quiera que fuera;la pobreza era algo que todos entendían demasiado bien en ese pequeño pueblo.

—¿Qué vamos a hacer Vicente?—preguntó Carmen,mirando a la bebé que dormía plácidamente en una cuna improvisada en la sala.

—Habrá que avisar a las autoridades,pero mientras tanto,nos ocuparemos de ella—respondió su marido.

Carmen,sin embargo,no podía evitar encariñarse con la pequeña."Lucía",pensaba mientras acariciaba su carita rosada."Un nombre tan bonito para una criatura tan inocente."

Algo en su interior le decía que aquella bebé había llegado a sus vidas por una razón,como un regalo inesperado y de rezos por Carmen de tener una niña,después de tener a sus tres niños,ella ya no pudo tener más hijos.

Marina en las largas noches de insomnio,se imaginaba a Lucía en brazos de Carmen,bien alimentada,arropada y segura.Pero ese consuelo se venía abajo cuando su instinto maternal aparecía dentro de ella,ninguna otra persona podría amarla como ella lo haría.

¿Había cometido un error irreparable?

Esas preguntas la atormentaban,se sentía mal,hundida,había abandonado a una parte de ella misma,había llevado en su vientra a su bebé durante nueve meses ,con mucha ilusión y con muchas ganas de tenerla en sus brazos,de darle lo mejor ,de ser feliz y de darle la mayor felicidad a su bebé,pero siempre llegaba a la misma conclusión;no tuvo opción.

Una tarde,mientras fregaba los platos en la barra del restaurante donde hacía la limpieza hacía unos días,escuchó a dos clientas murmurando.

—Dicen que la bebé que encontraron en casa de Carmen podría ser de alguien del pueblo—comentó una mujer,acercándose hacia su compañera,con la que estaba tomando un café.

—Yo creo que es de esa muchacha...Marina,la hija del borracho.Siempre anda con la cabeza gacha—comentó la otra señora.

El plato resbaló de las manos de Marina,estrellándose contra el suelo.El ruido atrajo la mirada de todos,pero ella no dijo nada.Se agachó para recoger los pedazos,sintiendo el calor de las miradas que la atravesaban como cuchillos.Sabía que el pueblo era pequeño,y los rumores siempre encontraban el camino hacia la verdad.

Esa noche,al regresar a casa,su madre la recibió con una mirada extraña.

—¿Es verdad lo que dicen?—preguntó sin rodeos.

Marina evitó responder.Se limitó a entrar en su habitación,cerrando la puerta tras de sí.Se sentó en la cama,abrazándose las rodillas,mientras las lágrimas caían por su rostro.No tenía fuerzas para defenderse,ni siquiera frente a su propia madre,que siempre la había dejado sola en sus momentos más difíciles.

Sin embargo,en el corazón de Marina ya estaba esa huella,algún día tendría que enfrentarse a su pasado.No sabía cómo,ni cuándo,pero sabía que Lucía merecía algo más que un adiós silencioso en una madrugada.

Aunque ahora estaban distanciadas,el amor que sentía por su hija seguía siendo su mayor fuerza.para seguir viviendo...

¿Podrá el tiempo borrar aquella madrugada,o su decisión la perseguirá para siempre?




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