Unos fuertes golpes sonaron en la puerta, y Ana, sorprendida, fue a abrir. Marina no se levantó; pero su cuerpo se tensó al escuchar una voz que creía que no volvería a escuchar más en su vida.
—¿Está Marina? Soy Samuel.
Ana lo miró con confusión y desagrado. No hacía falta explicarle quién era: aquel muchacho,era el motivo por el que su hija había llorado tantas y tantas noches.
—Marina, alguien quiere verte —anunció Ana con un tono seco.
Marina se levantó despacio, Cuando llegó al umbral, se encontró frente a frente con Samuel. Su rostro seguía igual: los mismos ojos oscuros y ese cabello desordenado, pero algo en él parecía distinto.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Marina, cruzándose de brazos.
Samuel bajó la mirada, nervioso.
—Necesitaba verte. Sé que no merezco que me escuches, pero… quiero hablar contigo.
Ana incómoda, los dejó solos y cerró la puerta. Marina permaneció inmóvil, esperando que Samuel dijera algo que justificara su presencia en su casa después de lo que hizo y de tanto tiempo.
—He estado pensando en ti… y en lo que hice. Me fui porque tenía miedo, Marina. No sabía cómo manejarlo todo, pero eso no es excusa. He sido un cobarde.
Marina soltó una risa diabólica.
—¿Miedo? ¿Eso es todo lo que tienes que decir? ¿Sabes lo que es criar a una niña sola mientras todo el mundo te señala? ¿Sabes lo que es no poder dormir porque el hambre o la culpa no te dejan?
Samuel asintió, tragando saliva.
—No espero que me perdones, Marina, pero quiero arreglarlo. Quiero ayudarte con… con nuestra hija.
El rostro de Marina palideció.
—¿Lucía? ¿Cómo sabes de ella?
Samuel titubeó, evitando su mirada.
—La vi. En casa de Carmen. He estado trabajando en un taller en el pueblo vecino, y un día la reconocí. Se parece tanto a ti...Además escuché comentarios de la gente del pueblo de que tuviste una niña y que la tienen los Sánchez.
El corazón de Marina se detuvo. No sabía si sentir alivio, ira o miedo.
—¿Qué quieres, Samuel? Si has venido para tranquilizar tu conciencia, llegas tarde.
Él dio un paso hacia ella, pero Marina retrocedió.
—Quiero enmendarlo. Sé que no puedo cambiar lo mal que me porte, lo cobarde que fui por dejarte sola, pero quiero ser parte de su vida… de tu vida, si me dejas.
Marina lo miró con incredulidad. ¿Podía confiar en él después de todo? Su presencia era como una bofetada del pasado que ella creía enterrado, y la decisión que tenía frente a ella era más difícil de lo que jamás imaginó.
¿ Quién se pensaba que era para presentarse ahora de esa manera?
¿ Que quería realmente?
Marina, lo había querido demasiado, su primer amor y el padre de Lucía, pero eso ya había pasado, se dio media vuelta cerrando la puerta a Samuel.
Pertenecía al pasado y ahí debía quedarse, Marina no lo quería en su vida, ni para ella , ni para Lucía...
Tras la puerta se escuchó la fuerte voz de Samuel.
"Puedo ayudarte económicamente. "
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Editado: 10.02.2025