Hija del silencio

Capítulo 13° Una sombra del pasado.

El regreso de Samuel no solo sacudió los cimientos de la vida de Marina, sino que también alteró la frágil tranquilidad que había construido desde el día en que dejó a Lucía en manos de Carmen y Vicente. Su reaparición no era bienvenida, quien sabe lo que Samuel verdaderamente quería.

Días después de aquel inesperado encuentro, Samuel comenzó a frecuentar el pueblo. Aunque Marina trataba de evitarlo, su presencia era imposible de evitar. En el pequeño restaurante donde trabajaba, algunos clientes susurraban al verlo pasar, y más de uno se atrevió a preguntarle qué hacía él de vuelta.

—¿Es cierto que Samuel está aquí? —preguntó Carmen, al cruzarse con Marina una tarde.

Marina asintió con la mandíbula apretada.

—Sí. Y parece que tiene mucho tiempo libre, porque no deja de aparecerse en todas partes.

Carmen suspiró, preocupada.

—¿Te ha dicho qué quiere exactamente?

—Dice que quiere enmendar las cosas, pero no confío en él, Carmen. ¿Qué podría cambiar después de tanto tiempo?

Carmen ladeó la cabeza, pensativa.

—No subestimes lo que la culpa puede hacer en una persona, Marina. Pero no bajes la guardia. Algunas personas solo buscan quitarse la culpa , para sentirse mejor,a costa del sufrimiento de otros.

Aquella advertencia sonó en la mente de Marina cuando, esa misma noche, Samuel apareció en la puerta del restaurante mientras ella terminaba su turno.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Marina, limpiándose las manos en un trapo y sin ocultar su molestia.

—Solo quería hablar contigo —respondió él, con las manos en los bolsillos.

—Ya lo hicimos, Samuel. No hay nada más que decir.

—Por favor, escúchame. No me voy a rendir tan fácil. Lucía es mi hija también.

El estómago de Marina se revolvió al escuchar aquellas palabras.

—¿Tu hija? ¿De verdad tienes el valor de decir eso? ¿Dónde estabas cuando la dos te necesitábamos? —su voz se quebró, pero no dejó que las lágrimas cayeran —. La abandonaste, Samuel. A mí me abandonaste.

Samuel bajó la mirada, pero cuando volvió a hablar, su tono era diferente.

—Puede que me haya equivocado, pero tengo derechos. No te equivoques, Marina. Voy a luchar por Lucía.

La sangre de Marina se heló.

—¿Qué estás diciendo?

—Digo que quiero ser parte de su vida. Si no me dejas verla, buscaré la manera de hacerlo.

El miedo que Marina había guardado en el fondo de su ser se desató como una avalancha.

—¡No te atrevas a tocarla! Ni siquiera sabes lo que significa ser padre, Samuel.

Él la miró con desafío.

—Tendremos que ver qué piensa un juez sobre eso.

Marina sintió que el suelo se abría bajo sus pies. Samuel solo había vuelto para arruinar su vida ; ahora amenazaba con llevarse lo único que le quedaba: la seguridad de que Lucía estaba mejor sin él.

Cuando regresó a casa esa noche, apenas pudo dormir. Su madre notó su desvelo y trató de hablar con ella, pero Marina no encontraba las palabras para explicarle cómo se sentía. Solo una idea rondaba su mente: si Samuel cumplía su amenaza, podría perder a Lucía para siempre.

¿ Sería capaz de cumplir su amenaza?




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