Hija del silencio

Capítulo 16° El golpe inesperado.

Los días transcurrieron entre reuniones con Patricia y largas conversaciones con Carmen y Vicente, afinando cada detalle para el juicio. Marina se aferraba a la esperanza de que la verdad prevalecería, pero no podía quitarse el miedo que la oprimía cada vez que imaginaba a Samuel llevándose a Lucía.

Esa tarde, Marina terminaba su turno en el restaurante cuando su compañera Marta, se acercó con el rostro serio.

—Marina, ha venido alguien preguntando por ti.

El corazón de Marina dio un vuelco.

—¿Quién?

—Un hombre, bien vestido. Dijo que era abogado.

Marina sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

Corrió hasta la puerta y miró en todas las direcciones, pero la calle ya estaba vacía. Cuando volvió adentro, Marta le entregó un sobre blanco con su nombre escrito en tinta negra.

—Lo dejó para ti.

Con manos temblorosas, Marina lo abrió y extrajo los papeles. Su respiración se cortó al leer el encabezado: Demanda de custidia de urgencia.

—No… no puede ser… —susurró, sintiendo que el mundo se desmoronaba a su alrededor.

Samuel no había esperado al juicio. Había solicitado la custodia de Lucía de inmediato.

El documento detallaba su petición, argumentaba que Marina no tenía estabilidad económica, que vivía en una casa con un padre alcohólico, sin recursos y que su situación emocional era inestable.Peor,aseguraba que Lucía estaba en peligro con ella.

Marina sintió náuseas.

—¡No puede hacer esto! —exclamó, sintiendo las lágrimas caer sobre sus mejillas.

Marta le puso una mano en el hombro.

—¿Qué vas a hacer?

Marina tragó saliva, tratando de controlar el pánico.

—Llamar a Patricia.

Salió corriendo del restaurante, llevando el sobre aún en su mano. Cada paso lo sentía lento , como si el suelo la arrastrara hacia un abismo del que no podría salir.

Cuando llegó a casa de Carmen y Vicente, los encontró en la cocina, conversando con Lucía, que reía inocente mientras jugaba con un trozo de pan.Marina la miró y sintió que el miedo se transformaba en rabia.

No iba a dejar que Samuel le arrebatara a su hija.

Sacó su teléfono y marcó el número de Patricia con las manos aún temblorosas.

—Patricia, tenemos un problema. Samuel ha movido ficha antes de lo que esperábamos…

La voz firme de la abogada la calmó un poco.

—Tranquila, Marina. Vamos a luchar. No está todo perdido. Pero tenemos que actuar rápido.

Marina miró a Lucía mientras su corazón latía con furia.

Samuel había iniciado la guerra.Pero ella no pensaba perder.

Marina pasó la noche en vela, en casa de Carmen y Vicente, sentada junto a la cuna de Lucía, acariciando su manita mientras la niña dormía plácidamente.. Sabía que Samuel no estaba jugando limpio, y eso la aterrorizaba.

A la mañana siguiente, se reunió con Patricia en su despacho. La abogada hojeó la demanda detenidamente.

—Samuel ha presentado pruebas falsas. Mira esto… —Le mostró una serie de fotos—. Aquí argumenta que Lucía está en malas condiciones.

Marina sintió un nudo en la garganta. En las imágenes, se veía a Lucía llorando en la calle, con la ropa sucia.

—¡Esto es mentira! —exclamó—. ¿Cómo consiguió estas fotos?

Patricia suspiró.

—No lo sé, pero está claro que te ha estado siguiendo. Quizá contrató a alguien para que te vigile.

El estómago de Marina se revolvió.

—¿Qué hacemos? —preguntó, tratando de mantener la calma.

Patricia apoyó las manos en el escritorio.

—Demostrar que todo esto es un montaje. Necesitamos testigos, pruebas de que Lucía está bien y, sobre todo, demostrar que Samuel no es un padre apto.

Marina asintió, pero su mente no dejaba de dar vueltas. Si Samuel la estaba espiando,significaba que sabía cada uno de sus movimientos.

Esa tarde, al salir del despacho de Patricia, Marina decidió ir a la guardería a recoger a Lucía más temprano.

Cuando llegó, su corazón se detuvo.

Samuel estaba allí.

Hablaba con la directora de la guardería con una sonrisa encantadora. Marina se quedó paralizada, pero enseguida corrió hacia él.

—¿Qué haces aquí?

Samuel se giró con calma, como si su presencia fuera lo más normal del mundo.

—Solo vine a ver cómo está mi hija. ¿No tengo derecho?

Marina sintió que la sangre le hervía.

—Tú la abandonaste. No tienes ningún derecho.

La directora, una mujer mayor de expresión amable, intervino con una sonrisa .

—Señorita Marina, el señor Samuel ha expresado su deseo de estar con Lucía. No podemos negarle una visita si es su padre biológico.

Marina comprendió al instante lo que estaba pasando. Samuel no solo quería verla.Quería demostrar que tenía un vínculo con ella.

Samuel la miró con burla.

—¿De verdad quieres que el juez piense que estás separando a una niña de su padre?

Marina apretó los puños.

—No me manipules, Samuel.

Él dio un paso hacia ella, inclinándose levemente para susurrarle al oído:

—Esto es solo el principio, Marina. Voy a recuperar a mi hija… y tú no podrás evitarlo.

Marina lo miró con rabia, pero en el fondo… sintió miedo.

Samuel había dado su siguiente golpe,y esta vez,ella no sabía cómo defenderse.




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