KAEL DRAVEN.
Kael Draven no creía en las coincidencias.
Ni en el destino. Ni en la magia. Solo en la lógica.
Desde pequeño, fue diferente a los otros Hijos del Sol.
Mientras los demás entrenaban para luchar con fuego y espada, él observaba.
Leía mapas como si fueran novelas. Predecía movimientos, ataques, estrategias con precisión cruel. A los catorce, ya era el cerebro detrás de las batallas. A los dieciséis, el mismísimo Gran Maestro lo nombró “El Ojo del Sol”.
Pero había una oscuridad en Kael que ni siquiera el sol podía disipar.
No dormía. Apenas comía.
Soñaba con estructuras, con geometrías imposibles, con patrones repetidos en las estrellas.
Hasta que, una noche, en medio de un ejercicio de meditación solar, algo cambió.
Una sombra apareció en su visión.
Tenía forma femenina.
Ojos morados.
Una sonrisa afilada.
Una voz que susurró:
—Eres tan brillante que no sabes que estás ardiendo por dentro.
Desde entonces… ella no lo dejaba en paz.
Ni siquiera estaba seguro de que fuera real.
LA MISIÓN PARA OBSERVAR.
El Gran Maestro no le dio órdenes de atacar. Le dio una misión diferente:
—Encuentra a la rebelde. La que controla las sombras. No la toques. Solo obsérvala. Es peligrosa. Astuta. Volátil. Si descubres debilidad… avisa.
Kael viajó al borde del mundo civilizado, a una ciudad donde la noche era más larga que el día. La encontró rápidamente. No era difícil. Su oscuridad la delataba como una antorcha invertida.
Violeta Nox.
No se escondía.
Desafiaba.
Jugaba con el peligro como si bailara con cuchillas.
Kael la siguió durante tres días. Estudió su patrón. Cada paso, cada movimiento.
Pero el problema fue que ella lo notó.
Desde el primer minuto.
EL CHOQUE.
En el callejón más sucio del distrito, Kael estaba oculto entre las sombras cuando ella se giró de golpe. Sin previo aviso.
Y lo encaró.
—¿Estás siguiéndome o solo eres un acosador elegante? —dijo Violeta con media sonrisa.
Kael no respondió. Su mente calculaba posibilidades: ataque, defensa, retirada.
Pero ninguna opción contemplaba… esa sonrisa.
Ni esos ojos que parecían ver más de lo que mostraba.
—¿No hablas? —preguntó ella, avanzando con paso felino—. ¿O estás mudo del susto?
—Estoy analizando —respondió él finalmente.
—¿Analizando qué?
—Cómo alguien con tanto poder decide usarlo para jugar con las sombras como si fueran marionetas.
Violeta soltó una carcajada oscura.
—¿Y tú? ¿Cómo alguien tan brillante puede esconder tanta oscuridad detrás de los ojos?
Kael sintió una punzada en el pecho. No era física. Era real… pero emocional. Algo que no sabía nombrar.
—Eres peligrosa —dijo él.
—Lo sé.
—Y aún así, no me alejo.
—Lo sé también.
Por un momento, el silencio fue absoluto.
Ni siquiera las sombras se movían.
Eran dos polos opuestos.
Y algo invisible… empezaba a unirlos.
EL CONFLICTO.
Kael no reportó a Violeta. No esa noche. Ni la siguiente.
Comenzó a cuestionarse las órdenes.
Comenzó a verla no como un objetivo… sino como una variable inesperada.
Y eso, para alguien como él, era lo más peligroso de todo.