Hijas Del Orfanato

CAPITULO 8: DE CAZADOR A PRESA.

QUEEN.

Madrugada del domingo 20 de marzo del 2005.

“Si alguien te pone las manos encima y te hiere, asegúrate de cortárselas, aunque ese alguien sea tu padre o tu madre”.

Angelic regresó a casa de la mano de mamá Rosita como a las 5 de la tarde, cuando el sol se sonrojaba y se escondía en el horizonte. La pobre niña se veía fatal, muy lastimada y desesperada.

―La doctora no entiende como se pudo hacer esa herida jugando con su monopatín, pero bueno, eso le enseñará a no ser tan imprudente. Dijo Rosa poniéndose sus pantuflas rosadas.

No cabía duda que la primera fase del plan de Agatha había funcionado, esa chica era un genio.

Subimos a Angelic a nuestra habitación, se sentó en la cama, agachó su pequeña cabeza rubia y con lágrimas en los ojos nos contó todo con detalles, por más desagradable que nos parecieron estuvimos atentas para poder entender un poco el dolor de la niña, aunque eso sería imposible.

―Rivaldo es su papá. Susurró Star muy sorprendida y todas cruzamos miradas, pero por un acuerdo tácito ninguna dijo algo al respecto delante de la niña.

La noche llegó, engullendo poco a poco al día, tragándose entre su negrura a los últimos escrúpulos que pudieron haber detenido lo que pretendíamos hacer.

―Es hora, prepárense. Dijo Agatha cuando Angelic se quedó profundamente dormida.

Esmeralda, Cetrina y Rosa tenían acostumbrado tomarse una taza de té de manzanilla antes de dormir, Damiana y yo se los preparamos, pero los ingredientes secretos eran cuatro píldoras somníferas en cada taza, tal vez era una dosis muy alta, pero no nos importó si esas brujas morían esa noche también.

Esperamos 30 minutos después de que las tres brujas cayeron noqueadas por el cruel hechizo de los calmantes. Cuando estuvimos seguras de que no se despertarían salimos muy despacio por la puerta trasera de la casa, Priscilla había podido conseguir las llaves para escabullirnos sin ningún problema. La luna brillaba con gran intensidad, como un segundo sol, solo que más fresco, lindo y benevolente. El patio parecía estar lleno de ojos que nos observaban; si el orfanato era aterrador de día, de noche era algo mucho peor con las sombras de los arboles asemejándose a garras de monstruos y el sonido del viento sonando como lloriqueos de mujer.

―Los moradores de las paredes tienen miedo, incluso Ying y Yan están asustados. Susurró Star viendo hacía el enorme vitral circular del cuarto piso.

―Estás loca―. Respondí en susurros, realmente me molestaba cuando ella o Esmeralda empezaban con sus tonterías de los espíritus del sótano y de las paredes. ―Además, tus gatos deben de tener sueño o hambre, por eso no quieren salir, ya sabes cómo son de divas.

― ¡Cállense las dos! ― dijo Priscilla, haciendo que dejáramos de hablar. ―Ya puedes salir Agatha. Susurró cerca de la puerta trasera.

Agatha llevaba puesto un camisón de seda roja que habían sacado del armario de mamá Rosita, también se había puesto un poco de perfume y se había pintado los labios de carmín; se veía preciosa, tan preciosa que me hizo sentir inferior, gorda y fea.

―En sus posiciones, si algo sale mal ustedes son mis soldados. Dijo tomando una bocanada de aire.

Agatha se acercó al mugroso cuarto de Rivaldo, mientras todas las demás nos escondíamos tras una pared tan vieja que se descascaraba poco a poco. Tocó la puerta varias veces hasta que Rivaldo abrió, parecía somnoliento y su ropa de dormir daba a entender que lo habíamos despertado.

― ¿Estaba durmiendo? pero se supone que él tiene que estar vigilando el orfanato. Dijo Damiana, pero Priscilla la calló con un ruido de su boca.

El cuerpo de Amaral temblaba a mi lado, estaba ten nerviosa que, si hubiera tenido voz, esa chica hubiera gritado tan fuerte que despertaría a todos los habitantes de Santiman.

― ¡Agatha, pero que sorpresa! ― dijo Rivaldo levantando una ceja mientras se limpiaba las lagañas con las yemas de los dedos.

El fornido cuerpo de Rivaldo superaba por mucho a la masa muscular de Agatha, si algo salía mal, los enormes y bronceados brazos del velador harían trizas el delgado y escuálido cuello de mi hermana. No podíamos fallar.

―La tubería de las regaderas se estropeó y mamá Rosita me mandó aquí para ver si tenías una llave de tuercas, ya sabes, no quería molestarte, es un desperfecto pequeño que lo puede solucionar Queen. Dijo Agatha moviendo su rubio cabello, tratando de coquetear.

― ¡Claro que sí, pero entra! ― añadió Rivaldo.

―Pásame la llave, la iré a dejar y cuando nadie me vea regresaré. Agatha sonreía con una picardía fingida, pero Rivaldo era tan tonto que no se daba cuenta.



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En el texto hay: asesinatos, fantasmas, feminismo

Editado: 05.10.2018

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