Hijo de la luna

Segundo error

Me encontré en mi sitio, recién había visitado a mi hermano; Sol. Dejando a oscuras a los habitantes de la media parte de la esfera. La luz, la cual emanaba mi sitio, no era mía, sino de Sol, ya que mi sitio reflejó toda la luz de Sol hacia la parte que me correspondía.

Era algo que envidiaba, porque mis otras hermanas, las enanas, como les llamó yo, tienen sus propias luces y eso me sacaba de quicio debido a que estaban esparcidas por todo el oscuro del vacío que nos rodeó.

«Enanas».

Suspiré…

―¡Diosa Luna! ¡Concédeme un hijo! ¡Por favor! ¡Concédeme, un hijo! ―Una voz me sacó de mis pensamientos.

«¿Ahora qué ocurre?».

Comencé a buscar con la mirada el origen de aquella voz. No me fue difícil hallarlo, pero aun así no quise prestar atención. No me apetecía escuchar los lamentos de una mujer que añoraba un hijo. Un ruego inútil, porque no tenía esa función y mucho menos esa habilidad.

―¡Por favor! ¡Sé que me puedes escuchar! ¡Sé que estás ahí! ―Luego, ella rompió a llorar.

Me sorprendí y rápidamente ella ganó mi atención.

«¿Sabe que estoy aquí?». Decidí bajar de mi sitio, otra vez impulsada por la curiosidad.

Lo que miré fue una mujer de cabello negro y piel oscura, postrada en la arena de la playa, llorando desconsoladamente. Se veía muy triste solo por no tener un hijo.

«Pobre criatura…»

«¿Por qué se vuelven tan tristes y desdichados por un hijo?». Fue algo que ni mi hermano supo, debido a que a él también, varias veces, le habían pedido uno y siempre se encogían de hombros y seguía vigilando parte de la esfera.

Para mí era algo cruel, pero no se podía hacer nada y la impotencia se apoderó de mí, por no poder ayudar.

―Por favor… ―susurró la mujer. Su lamento me entristeció y me animé a hablarle.

―¿Qué quieres? ―dije en tono cortante, no esperando respuesta. Ella levantó la cabeza rápidamente y miró en todas direcciones. Fruncí el ceño e intenté de nuevo―. Dime… ¿Qué quieres?

La mujer se levantó del suelo y miró mi hogar, la esfera nocturna, como si mi voz provino de ahí, aunque claramente estaba justo delante de ella.

―Por favor Luna, concédeme un hijo… ―Mis ojos se abrieron enormemente al escuchar solo mi nombre.

Comencé a caminar en círculos alrededor de ella, pensando en que podía escucharme, sin olvidar la duda de que ¿estaba haciendo lo correcto? A pesar de que no formaba parte de mis funciones.

―¿Por qué un hijo? ¿Para qué lo quieres? ―pregunté intrigada, ya que era mi oportunidad para saber por qué se desgarraban por un hijo.

Ella, entre suaves sollozos, respiró profundo y me contestó:

―Porque es lo más hermoso del mundo, no, del ¡universo! ―contestó con una gran sonrisa a pesar de que su rostro estaba demacrado producto del llanto.

«¿Del universo? Ah…». Recordé que ellos llamaban al oscuro vacío, universo. Me sorprendió que algo así fuera más hermoso que nuestro hogar.

―¿Tanto deseas uno? ―pregunté aún más intrigada.

―Sí… Deseo tener uno… ―dijo aún postrada con una enorme sonrisa.

Al parecer estaba contenta de que le respondiera. Dejé de caminar en círculo. Sabía que no estaba bien lo que hacía, pero simplemente no pude dejar a la mujer ilusionada. Así que decidí imponerme otra nueva función: ayudar a la mujer a obtener un hijo.

―Está bien. Regresa aquí cuando mi hogar brille por completo, solo así te diré qué hacer ―ordené con firmeza, aunque en el fondo no tenía ni idea de dónde conseguiría un hijo.

―Está bien. Regresaré, Luna. ―La miré confundida y luego seguí la mirada de ella hasta mi hogar.

«Ah… es cierto». Había olvidado que ella me estaba confundiendo con mi hogar y sin decir otra palabra, me retiré levitando de la playa hasta mi sitio para pensar en cómo iba a darle un hijo.

***

El tiempo se había acabado y ella ya se encontró en la playa esperando mi aparición.

«¡¿Y ahora qué hago?!». Estaba preocupada, nerviosa y temerosa de que mi hermano Sol o mi padre Nébula descubrieran lo que estaba haciendo. Tenía miedo de que se enteraran y me despojaran de mi sitio, el cual tanto me costó obtener.

Un inexplicable escalofrío recorrió mi cuerpo.

Descendí hasta la playa y me posicioné frente a la mujer. La miré detenidamente, ella, al parecer, estaba nerviosa, ya que tembló sin parar. Ahuecó sus manos para exhalar en ellas, para luego frotarlas y frotarse los brazos.

―¿Luna? ―Ella me llamó, aunque su boca tembló sin parar.

―Sí, aquí estoy ―dije en tono calmado. Ella sonrió y yo me sentí muy mal por ella. No había logrado obtener un hijo para ella.

―Dime… ¿Qué tan importante es para ti obtener un hijo? ―ordené.

―Luna, es horrible estar sola ―suspiró―. Por lo menos tú tienes hermanos y yo no. ―Mis ojos se abrieron hasta su máxima capacidad.

«¿Cómo sabe que tengo hermanos?»

Los habitantes de la esfera me sorprendieron cada vez más. Ellos sabían mucho de mí y yo, sobre ellos... vergonzosamente supe prácticamente nada. Al parecer, ellos se dedicaron a mirar mi hogar más a menudo de lo que yo imaginé.

«Podrían ser buenos vigilantes». Pensé con total sinceridad.

―Luna… ¿Me darás un hijo? ―preguntó la mujer.

Mi preocupación hizo temblar mi cuerpo. Comencé a buscar la manera de cambiar su opinión hasta que se me ocurrió una idea.

―Sí. Pero… a cambio, quiero el primer hijo que concibas ― ordené de manera amenazadora.

Ella se sorprendió y cayó sentada en el suelo de la playa. «Bien, con esto no aceptará». Pensé satisfecha.

―Está bien. El primero será tuyo. ―Mis ojos se agrandaron de nuevo.

«¡Estos habitantes son unos desesperados!». En ese momento, más preocupada que nunca, comencé a caminar en círculos alejada de ella.

«¿Qué hago? ¿Qué hago?»

No sabía cómo salir de ese lío. Quería contarle a mi hermano Sol para que me ayudara. Pero si lo hacía, corría el peligro de que le contara a mi padre y me castigara o, peor aún, me quitara mi sitio y eso no deseaba que ocurriera.



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En el texto hay: amor, fantasia magia, relato

Editado: 02.08.2025

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