Hijo de la luna

Tercer error

Suspiró…

Algo me estaba molestando y no sabía qué era.

Desde aquella función que no debía imponerme, algo en mi nació. Me estorbaba y no era una simple preocupación, tampoco curiosidad. Era como una necesidad.

Miré a mi parte de la esfera donde recibía la noche, donde pronto cambiaria con mi hermano Sol. Volví a suspirar y lentamente nuestros sitios cambiaron de lugar. Observé detenidamente la parte en la cual se encontraba aquella mujer y aquel hombre el cual no debí interferir hace un breve tiempo atrás.

«¿Qué estarán haciendo?». La curiosidad predominó e mí.

Estudié mis alrededores con disimulo, Sol estaba en su tarea y las enanas, las odiosas enanas, estaban concentradas en sus propias esferas.

Bajé de mi sitio y busqué aquella pareja. Al encontrarla, pude ver a la mujer con el vientre hinchado. Ella susurraba canciones y la acariciaba con mucha ternura.

—Pronto nacerás, hijo mío —La escuché decir.

La miré confundida y luego estudié su vientre. Una chispa de vida se estaba desarrollando adentro. Me pareció sorprendente que ella pudiera crear un bebé y a la vez era una prueba contundente de que yo no sabía nada de ellos; eso me hiso sentir como una pésima vigilante.

Pasé un buen tiempo admirando a la mujer y a su bebé. Luego ascendí a mi posición para no levantar sospechas. Me prometí que la próxima noche bajaría y admiraría un poco más el proceso.

***

Estuve un breve tiempo vigilando la pequeña chispa. Me había dado cuenta que el tiempo en la esfera pasaba más rápido que en mi casa. Descendía y ascendía a la esfera solo para ver a la criatura que estaba formándose.

Me pareció tierno que ese bebé era parte de ella y ella era parte de él.

Todo era tranquilo, desde mi posición; asomada en la ventana de la vivienda. Hasta que la mujer comenzó a debilitarse. Salió de su casa y comenzó a pedir ayuda a los demás habitantes en esa playa.

Ella gritó y chilló. Estaba asustándome no sabía lo que le ocurría. No podía volver a interferir porque ya había recibido la amenazada de mi hermano y volver interferir implicaría perder todo lo que tenía.

Varias ancianas, provenientes de otras casas cercanas a la playa, llegaron hasta el hogar y yo ascendí hasta las nubes para ver la situación desde ahí. La mujer entre gritos desgarradores y dolor, concibió un hijo en medio de la playa, lo cual me sorprendió mucho.

—No puede ser… —Me dije a mi misma asombrada con los ojos muy abiertos.

El niño no se parecía en nada a sus padres. La piel de sus padres eran morenos y el cabello de ambos era negro pero el niño… era de piel blanca y el cabello blanco. Su apariencia era similar a mí, ¡ese pequeño! ¡Era como verme a mí misma entre los brazos de la mujer! Pero había un detalle en los ojos, sus ojos, eran rojos como el sol.

—Vez porque no puedes interferir… —La voz de mi hermano me sacó de mi estado de asombro.

—¡¿Qué haces aquí?! —pregunté alterada, luego de mirarlo junto a mí. Él no debía estar en la noche pero aun así estaba junto a mí.

—Demostrándote porque no debes interferir… —Mantuvo la mirada en el niño—. Ese niño comparte característica tuyas, será débil bajo mi vigilancia y no sobrevivirá entre los suyos. Nadie le querrá…

—¡¿Por qué?! —No pude controlar mi voz, se había quebrado de la preocupación.

—¿Crees que no me di cuenta, cuando te escapabas de tu sitio? —Me miró con dureza, y yo bajé la mirada muy avergonzada—. Tus visitas le han afectado. El bebé ha absorbido parte de ti, será mejor que no vuelvas acercarte a él.

Sol se retiró de mi parte de la esfera y se volvió a colocar en su sitio ahora más tranquilo y menos mal humorado. Bajé la mirada en el niño, no sabía las consecuencias de mis actos y decidí implicarme otra función:

—Nunca más, interferiré…

Cerré los ojos y bajé la cabeza avergonzada para seguir iluminando la noche, con la profunda tristeza en mí. Ya no podía vigilar esa parte de la esfera, pero la preocupación y el deseo de saber en qué estado se encontraba el bebé, carcomió mi ser.

Levanté la vista, quise mirar más de cerca. Vigilé a mi hermano Sol, él se encontraba con la mirada perdida en su parte de la esfera.

Y con el valor, dispuesto a perder todo, bajé de mi sitio y me acerqué para ver al bebé. Era un hermoso niño. La mujer lo estaba acunando en sus brazos. Esa mujer se sentía feliz con solo verlo a pesar de su apariencia, lo demostraba en su mirada llena de ternura.

«Hermano te equivocas, él será muy querido». Pensé.

Las ancianas ayudaron a la mujer a entrar a la casa y dejaron a solas a madre e hijo. El padre entro enseguida y al ver al niño se sorprendió. Yo sonreí a la reacción del padre, sabía que el niño no iba ser despreciado pero mi sonrisa se marchito en un instante.



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En el texto hay: amor, fantasia magia, relato

Editado: 25.04.2019

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