Suspiró…
Algo me estaba molestando y no sabía qué era.
Desde aquella función que no debía imponerme, algo en mí nació. Me estorbó y no era una simple preocupación, tampoco curiosidad. Era como una necesidad.
Miré a mi parte de la esfera donde reinó la noche, donde pronto cambiaría con mi hermano; Sol. Volví a suspirar y lentamente nuestros sitios cambiaron de lugar. Observé detenidamente la parte en la cual se encontraban aquella mujer y aquel hombre, la cual no debí interferir hace un breve tiempo atrás.
«¿Qué estarán haciendo?». La curiosidad predominó en mí.
Estudié mis alrededores con disimulo. Sol estaba en su tarea y las enanas, las odiosas enanas, estaban concentradas en sus propias esferas.
Bajé de mi sitio y busqué a aquella pareja. Al encontrarla, pude ver a la mujer con el vientre hinchado. Ella susurró canciones y la acarició con mucha ternura.
―Pronto nacerás, hijo mío ―la escuché decir.
La miré confundida y luego estudié su vientre. Una chispa de vida se estaba desarrollando adentro. Me pareció sorprendente que ella pudiera crear un bebé. Era una prueba contundente de que yo no sabía nada de ellos; eso me hizo sentir como una pésima vigilante.
Pasé un buen tiempo admirando a la mujer y a su bebé. Luego ascendí a mi posición para no levantar sospechas. Me prometí que la próxima noche bajaría y admiraría un poco más el proceso.
***
Estuve un breve tiempo vigilando la pequeña chispa. Me había dado cuenta de que el tiempo en la esfera era más rápido que en mi hogar. Descendía y ascendía a la esfera solo para ver a la criatura que estaba formándose.
Me pareció tierno que ese bebé era parte de ella y ella era parte de él.
Todo estaba tranquilo, desde mi posición. Ella, asomada en la ventana de la vivienda, vio hacia arriba, hacia mi hogar. Hasta que la mujer comenzó a debilitarse. Salió de su casa y comenzó a pedir ayuda a los demás habitantes en esa playa.
Ella gritó y chilló. Estaba asustándome, no sabía lo que le ocurría. No podía volver a interferir porque ya había recibido la amenaza de mi hermano y volver a interferir implicaría perder todo lo que tenía.
Varias ancianas, provenientes de otras casas cercanas a la playa, llegaron hasta el hogar y yo ascendí hasta las nubes para ver la situación desde ahí. La mujer, entre gritos desgarradores y dolor, concibió un hijo en medio de la playa, lo cual me sorprendió mucho.
―No puede ser… ―Me dije a mí misma, asombrada, con los ojos muy abiertos.
El niño no se parecía en nada a sus padres. La piel de sus padres eran morenos y el cabello de ambos era negro, pero el niño… era de piel blanca y el cabello blanco. Una apariencia muy similar a mí.
Ese pequeño... Era como verme a mí misma entre los brazos de la mujer. Pero había un detalle en los ojos, eran grises, pero con un reflejo rojo.
―Vez porque no puedes interferir… ―La voz de mi hermano me sacó de mi estado de asombro.
―¡¿Qué haces aquí?! ―pregunté alterada, luego de mirarlo junto a mí. Él no debía estar en la noche, pero aun así estaba junto a mí.
―Demostrándote porque no debes interferir… ―Mantuvo la mirada en el niño―. Ese niño comparte características tuyas, será débil bajo mi vigilancia y no sobrevivirá entre los suyos. Nadie le querrá…
―¡¿Por qué?! ―No pude controlar mi voz, se había quebrado de la preocupación.
―¿Crees que no me di cuenta, cuando te escapabas de tu sitio? ―Me miró con dureza, y yo bajé la mirada muy avergonzada―. Tus visitas le han afectado. El bebé ha absorbido parte de ti, será mejor que no vuelvas a acercarte a él.
Sol se retiró de mi parte de la esfera y se volvió a colocar en su sitio, ahora más tranquilo y menos malhumorado. Posé la mirada en el niño, no sabía las consecuencias de mis actos y decidí implicarme otra función:
―Nunca más, interferiré…
Cerré los ojos y bajé la cabeza, para seguir iluminando la noche, con la profunda tristeza en mí. Ya no podía vigilar esa parte de la esfera, pero la preocupación y el deseo de saber en qué estado se encontraba el bebé, carcomió mi ser.
Levanté la vista, quise mirar más de cerca. Vigilé a mi hermano Sol, él tenía la mirada perdida en su parte de la esfera.
Y con el valor, dispuesto a perder todo, bajé de mi sitio y me acerqué para ver al bebé. Era un hermoso niño. La mujer lo estaba acunando en sus brazos. Esa mujer se sintió feliz con solo verlo a pesar de su apariencia, lo que demostró cuánto lo quería, lo vi en su mirada llena de ternura.
«Hermano te equivocas, él será muy querido». Pensé.
Las ancianas ayudaron a la mujer a entrar a la casa y dejaron a solas a madre e hijo. El padre entró enseguida y al ver al niño se sorprendió. Yo sonreí a la reacción del padre, sabía que el niño no iba a ser despreciado, pero mi sonrisa se marchitó en un instante.
―¡¿Qué es esto?! ―gritó alterado.
―Nuestro hijo ―murmuró la mujer asustada e insegura.
―¡Eso no es mío! ―gritó. La mujer se sobresaltó y abrazó con más fuerza a su hijo.
El bebé comenzó a llorar. El hombre salió del hogar y la madre calmó al bebé.
―No te preocupes, hijo mío, todo estará bien ―dijo la mujer con total preocupación.
Sin embargo, yo estuve inquieta. No me agradó para nada lo que vi y eso me preocupó más. Ascendí a mi sitio. La reacción del padre no salió de mi cabeza. Tenía miedo de que el niño no fuera querido, pero el amor de su madre me calmó en parte.
«Al menos ella lo acepta»
Pasó otro breve tiempo y me mantuve más que nunca vigilando al niño cada vez que caía a mi vigilancia. Hasta que ocurrió lo peor que pude imaginar.
Desde mi sitio. Pude ver cómo el hombre discutió con la mujer, ella defendió al niño y se mantuvo firme delante de él hasta que el hombre, en un arrebato de cólera, hirió a su mujer con un cuchillo.
Yo me horroricé y mi temor empeoró al ver cómo el hombre escapó con el niño en brazos. La mujer había perecido en poco tiempo.