Según en el tiempo de los habitantes, habían pasado dieciséis años. “Noah” Como le nombraron la anciana pareja, ayudaba a su padre recogiendo madera en el bosque que rodeaba sus casas.
Noah usaba un enorme sombrero para protegerse de la vigilancia de mí hermano Sol.
—Luna… ¿qué estás haciendo? —preguntó Sol.
—¿Visitándote? —Dije sin despegar mis ojos en Noah, flotando cerca del hogar de mi hermano, una esfera ardiente, donde las llamabas se mecían con suavidad, acariciando a mi hermano como la cola de una bestia melosa.
Sol bufó y rápidamente llamó mi atención. No quería enfadarlo ya que cuando lo hacía, su esfera diurna se volvía más brillante, provocando que la esfera del cual vigilábamos se calentara, dañando a Noah.
—Hermanita vete a tu sitio. —Asentí y volví a mirar a Noah— ¡Ahora!
Me sobresalté ante el gritó de Sol, obligándome a salir despavorida de su vigilancia. Levité hasta mi sitio, mi casa, la esfera nocturna.
***
Suspiré…
Coloqué el peso de mi cabeza en mi mano. Estaba tan acostumbrada a verlo cada noche y a veces en el día que me sentía mal no mirarlo. Era raro… pero no me importaba, me conformaba con la idea de que Noah se mantuviera con vida y en paz.
Lentamente cambie de parte. Tomando la parte de la esfera en donde Noah habitaba. Eso de alguna manera me emocionó pero a la vez me entristeció ya que solo mi hermano podía gozar de sus actividades, aunque a él no le interesaba en lo más mínimo.
Pronto divise la ubicación de Noah. Yo no pude evitar sonreír, mi interior revoloteó y el deseo de bajar desbordó pero aun así me controlé. Ya que debía cumplir aquella función del que nunca debía interferir.
Noah entro a su hogar y yo suspiré ya que iba ser otra noche sin ver su existencia. Hasta que… él salió nuevamente pero esta vez a escondidas.
«Un momento». Parpadeé varias veces confundida. «¿A dónde va?». Le seguí con la mirada, preocupada que algo le pasara. Noah caminó entre los arboles hasta llegar en el pequeño asentamientos de habitantes al cual le llamaban pueblo.
Gracias a la constante vigilancia hacía Noah pude aprender mucho de los habitantes y un poco más sobre Noah. Pero solo lo suficiente como para no dejarme guiar, aunque para mí, nunca fue suficiente.
Noah tembló y me sentí mal ya que había aprendido de que así como mi hermano, sol daba su calor, yo daba frio y eso me entristecía en cada momento.
Me sentí impotente por ayudarlo a entrar en calor, me limité a vigilarlo detenidamente hasta que Noah llegó hacía un pequeño grupo de habitantes llamados Gitanos.
Una mujer muy hermosa de cabello negro y piel morena bailaba al son de un sonido el cual le llamaban música. Ella danzaba y al parecer hipnotizaba a los hombres que la admiraban muy detenidamente.
Noah luchaba para abrirse camino y a la vez trataba de verla entre la multitud de hombres que se había formado alrededor de ella. Noah, era precavido ya que se había cubierto por completo con trapos para que nadie mirara su tez, a su vez evitando mirar a los habitantes a los ojos para que ninguno viera el color rojo hermoso que poseía. Así nadie se asombraría o se espantaría de solo ver por su aspecto.
La mujer seguía bailando y Noah se maravillaba ante su danza. Algo me molestó y no entendí por qué. Aun así intenté ignorarlo y seguí vigilando.
Miré a Noah y luego a la mujer. Ella de alguna me recordaba a su difunta madre y la incomodidad que tenía en el corazón desapareció para luego volverse pesada a mi triste ser. Entristecí de una manera impresiónate que bajé la mirada y mi luz la cual yo misma emanaba se apagaba muy lentamente.
«Por culpa de mis errores talvez Noah no hubiera sufrido o existido». Pensé, pero a la vez agradecí cometerlos ya que nunca le hubiera conocido.
Sonreí aun algo entristecida.
«Cálmate Luna, él no conoce su pasado». Me decía a mí misma, pero mis lágrimas se asomaban en mis ojos y traté de contenerlas para evitar sentirme peor.
Levanté la vista para ver a Noah y me alarmé ya que no lo encontraba en su lugar. Lo busqué desesperadamente y al encontrarlo me tranquilicé. Pero la curiosidad asomó ya que él no se encontraba solo y me sorprendí al darme cuenta que la mujer bailarina le estaba acompañando.
El temor me invadió, tenía miedo de que ella descubriera sus especiales características, pero aun así traté de mantenerme al margen y me aferré a mi sitio para no cometer otro error.
«Tranquila Luna, él no se ha descubierto».
La mujer hablaba amenamente con Noah y él tímidamente le correspondía. Su actitud me llamó la atención y luego de un corto tiempo la mujer bailarina se despidió de él con una sonrisa. Noah se mantuvo quieto suspirando mientras le seguía con la mirada, hasta luego de un momento volvió a su hogar en silencio y en secreto.