Hijo de la Luna

Capítulo 5

“Es una locura odiar a todas las rosas porque una te pinchó. renunciar a todos tus sueños porque uno de ellos no se realizó.” 

—El principito

—Esto no me gusta nada, primero lo de Jeffrey y ahora esto —Theo se levantó del sofá de la sala y caminó de un lado a otro tomándose la cabeza. 

—No quiero pensar en eso, pero —habló Adam sin apartar la mirada del televisor que yacía apagado frente a él— tengo el leve presentimiento que los restos que encontraron pertenecen a Jeffrey. 

Tanto Lena como Theo lo miraron, con una mirada preocupada en sus rostros. Adam podía sentir sus miradas, sin embargo, no levantó la mirada. 

Hace como media hora habían llegado al apartamento que comprarían Lena y Adam. Prendieron el televisor con la intención de ver alguna película y distraerse un rato, pero al encenderse la pantalla, la noticia de lo del cementerio fue lo primero que visualizaron. Se quedaron viendo un rato hasta que Theo apagó el televisor con impotencia. 

—¿Por qué no buscamos la película? Tengo algunas por aquí —Lena se levantó del sofá y fue a su cuarto por lo antes dicho, salió con las manos repletas de películas— Theo, como nuestro invitado, escoge tú la película —dejó las películas sobre la mesa y miró a Adam— Adam, ve tú por la comida, mientras yo organizo aquí la sala. 

—Esta bien. 

Se levantó y se dirigió a la cocina, sacó un tazón y vertió un paquete de papitas. Sacó tres vasos de la alacena y en ellos sirvió gaseosa. Llevo lo que pudo hasta las sala, dejándolo sobre la mesa y luego volvió por su gaseosa y salió de la cocina con la intención de ir a la sala, sin embargo un sobre con su nombre, que reposaba sobre la isla de la cocina, llamó su atención.

 Se acercó a la mesa y tomó el sobre, dejó el vaso sobre la misma para poder abrirlo. Una vez abierto, tomó la tarjeta que había en el interior y, revisando que no hubiera nada más, cogió su vaso y caminó lentamente hasta la sala viendo la tarjeta. 

En la tarjeta había una imagen de un paisaje en donde se podía apreciar una pequeña cabaña en medio del bosque. Una fogata refulgía en el centro de la imagen, era lo que más resaltaba, dado que la imagen estaba a blanco y negro y el fuego de la fogata era lo único a color. La luz de la luna brillaba detrás de la cabaña en un cielo estrellado. 

Frunció el ceño, no entendía el motivo de la foto. No reconocía el lugar de la foto. Giró la tarjeta para ver si había algún remitente. 

En la parte de atrás había algo escrito a mano. La caligrafía era desconocida. Era pulcra y delicada, pero tenía algunos tachones donde se habían equivocado. Leyó lo que tenía escrito y de la sorpresa soltó el vaso, provocando que este cayera al suelo con un gran estruendo. 

—¡Adam! —Lena y Theo gritaron al unísono llegando hasta el, preocupados. 

—¿Estas bien? ¿Qué sucedió? —Lena se acercó a él, la preocupación marcada en su voz. 

—Eh… yo… nada, no, no pasó nada— Adam, nervioso se agachó en el suelo y empezó a recoger los vidrios del vaso que había dejado caer. Sus manos temblaban en demasía, no se sorprendería si se encontrara pálido, podía ver las venas resaltando en sus manos más de lo normal. No quería preocuparlos. Ni él mismo entendía el significado de esa tarjeta, sólo sabía que no era nada bueno.  

—¡Adam, deja eso! —Theo se agachó junto a él tratando de tomar sus manos para detenerlo y que no se lastimara—. Déjame a mí, yo lo hago. 

—No, está bien… estoy bien. 

El temblor en sus manos por el miedo y su nerviosismo provocó que se cortara con un pedazo de vidrio que había tomado. El vidrio era un poco grande, causando que se hiciera un gran corte en la palma de su mano. La sangre empezó a salir a borbotones de la herida. Adam se quedó pálido y perplejo viendo la herida en su mano. 

—¡Adam! —Theo rápidamente tomó un trapo que estaba cerca, en la mesa, y se lo colocó en la mano para intentar parar la hemorragia. —¡Te dije que dejaras eso!

—Yo… 

—Lena, recoge esto. Yo voy a intentar limpiar la herida de Adam —Lena asintió y saliendo de su estupor. Odiaba la sangre, nunca le gustó verla. Cuando niña había pasado demasiado tiempo en hospitales y la sangre le recordaba a uno. 

Theo llevó a Adam hasta el baño y lo hizo sentarse en la bañera

—¿Dónde está el botiquín? —Adam seguía perdido en sus pensamientos por lo que no lo escuchó. Theo se acercó a él, se agachó y con delicadeza lo tomó de las mejillas, haciendo que lo mirara a los ojos. 

Estaba pálido y pudo ver miedo reflejado en sus ojos azules, algo acuosos, verlo así no le gustaba y le preocupaba en demasía. Se sentía impotente al no saber la razón de su estado. Quizás si le pregunta él le diga, pero no confiaba en que lo hiciera.

—Adam, tranquilo, todo va a estar bien —sus ojos color zafiro se movieron sobre su rostro, dudosos. Un impulso dentro de él le pedía a gritos que lo abrazara, así que lo hizo. Adam se encontraba muy impactado como para alejarlo y él tenía la necesidad de reconfortarlo, así que no le importó si luego recibía un grito de él. Él sólo quería ver al Adam de siempre. Se separó un poco de él hasta poder verlo a los ojos.  Le acarició la mejilla para intentar tranquilizarlo— ya pasó todo. Quiero que sepas que si quieres contarme, yo voy a estar aquí para escucharte y apoyarte, siempre lo estaré, ¿está bien? —le dio un beso en la frente antes de levantarse— ahora, ¿puedes decirme dónde está el botiquín? para así curarte esa mano. 




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