Historia desarrollada en la casa del antiguo gobernador.
Lor se saciaba con la sangre de aquella chica. Clavaba sus colmillos tan desesperadamente que perdió totalmente su elegancia al hacerlo. La mordía constantemente como si fuera una bestia despedazando la carne de su víctima. La agarraba con tanta fuerza y desequilibrio que llegó a dar la impresión que en cualquier momento se caerían.
La chica había dejado de gritar en el momento que ya no tuvo la fuerza para hacerlo. No solo su sangre si no su vida misma estaba siendo succionada por el vampiro. Su mirada se había quedado perdida mirando hacia arriba como si sus últimos pensamientos hubieran sido el rezar o imaginar el cielo.
La sangre recorría su cuello hasta perderse en el pecho, dejando solo una marca en su blusa hecha por el sudor que desprendió por el resistente esfuerzo.
Sus manos colgaban, estaban frías y sin fuerza, mientras su corazón se esforzaba por no dejar de latir. La respiración era lenta como si se sincronizara con las succiones.
El vampiro también tenía manchas en su rostro, barbilla, cuello y en su elegante ropa. Pero nada importaba, solo el alimentarse y lograr recuperar algo de fuerza en su cuerpo. Esta vez con la esperanza y la motivación de una pronta cura.
Airet presenciaba desde las sombras a su padre alimentarse. Lo hacía sentado en una silla que tenía forma de un trono de reyes de épocas pasadas. Solo golpeaba suavemente su mano derecha con su rodilla, muestra de ansiedad y desagrado por lo que observaba.
Cuando su padre hubo terminado se acostó en el piso boca arriba, sus pulmones se levantaban casi como queriendo salir de su pecho. Se quedó así por un largo momento en el que Airet no dejó de observar.
Parecía que agonizaba con pequeñas contracciones en su pecho, mientras solo murmuraba algunas palabras. No parecía estar del todo consciente.
Era como si hubiera recibido una fuerte droga de la cuál se estaba recuperando. Escupió mucha saliva por la boca mientras sus manos y piernas hacían movimientos leves pero repetitivos. Su vista estaba perdida mirando al techo como si entrara en un trance repetitivo del cual no podía salir.
Todo lo observado era producto de la sangre que su cuerpo cada vez procesaba menos al alimentarse. Recibia algo tan puro que le daba vida pero que en su cuerpo provocaba estos efectos debido a su vejez. Cada que comía sangre de un cuerpo fresco corrían los mismos síntomas pero cada vez empeoraban. Sin duda algo lamentable y vergonzoso para la esencia de un vampiro.
Lor ya había abandonado toda dignidad pero no del todo su orgullo. Las cosas que había tenido que soportar eran demasiadas como para seguirlas soportando, cualquier otro ser aunque no fuera vampiro hubiera preferido morir que tener esa vida tan agonizante.
Pero Lor, a pesar de todo tenía una fuerza de voluntad inquebrantable por sobrevivir, como si tuviera algún tipo de responsabilidad para hacerlo. Tal ves el único sentimiento comparable con esa voluntad era la venganza. Pero este ser no tenía de quién vengarse específicamente, solo deseaba curarse y desatar su ira contra la humanidad sin importar nada.
Después de un largo rato se levantó y se incorporó apoyándose en un mueble para levantarse. Se limpió el rostro con su ropa e intentó mostrarse lo más presentable para poder hablar con su querido hijo.
Airet increíblemente permanecío sentado sin decir una sola palabra en todo ese lapso de tiempo. Ante su padre mostraba esa esencia obscura que durante su estancia en el exterior tenía que ocultar. Sus ojos eran penetrantes y grandes, su rostro había perdido rastro de nobleza y humanidad. Era más como de una bestia asesina esperando el momento de atacar a su presa. Su presencia detonaba una energía obscura y pesada de la cuál era difícil mantenerse cerca.
Airet también se desahogaba por estar en casa al fin.
—Hijo mío, siempre es un gusto verte y recibirte en este, tu humilde hogar.—Era raro escuchar hablar así a Lor, con nadie lo hacía. Solo con su hijo lo cual dejaba ver su increíble devoción y orgullo por él.
—Hola padre, fue un largo tiempo pero como siempre he cumplido y vine ante ti.
—No se qué sería de mi sin tu presencia, gracias a ti y a tu sacrificio es que he podido vivir todo este tiempo. —Lo agarró de sus hombros. —Pero debes saber que tú sacrificio en este tiempo pronto terminará dejándo grandes frutos.
—¿A qué te refieres padre?, ¿Por qué va a terminar?—Se movió un poco para corresponder el cariño de su padre.
—Hijo, hijo, me sorprende que con tu inteligencia no veas el transfondo de mis palabras.—Dió la vuelta para caminar.—Es evidente que lo digo porque al fin encontramos una cura definitiva para mí.
—Bueno, esa cura lleva años creándola Ismael. Hace dos años dijo que entró en la fase final pero no ha habido ningún resultado.—Se levantó de la silla y caminó un poco para ponerse de espaldas a su padre.—Pero a pesar de todo este tiempo tú sigues creyendo en él y lo defiendes ante todos, aún con su respectivos fracasos.
Lor se acercó un poco a Airet para seguir conversando, el efecto de su alimento aún seguía en proceso y él se sentía un poco mareado y fatigado.
—Entiendo que estos años han sido mucha espera, yo cometí un error y caí en este estado. Ismael solo está intentando corregir eso. Tu pensamiento se está volviendo más humano que vampiro, recuerda que para nosotros el tiempo no es igual. Años o siglos, todo puede pasar esperando una buena estrategia. Aún eres muy pequeño, ya irás entendiendo el peso del tiempo a través de los siglos.—Se apoyó nuevamente en un mueble para continuar.—En esta ocasión me ha informado que necesita solo un elemento más para terminar.
—¿Qué elemento es ese?—Airet giró interesado.
—En el sistema central necesita un corazón humano para que purifique e impulse la sangre por todo mi ser. Se que es más complejo que mis palabras simples pero con ese corazón es suficiente para que yo pueda resurgir.
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Editado: 24.03.2025