Yoonah
Cuando regresó en sí, el rostro afligido de Daniel estaba encima de ella y, al ver que su amiga abría los ojos, el castaño pegó un alarido.
—¡Nari! ¡Despertó! —el castaño la ayudó a sentarse y Yoonah soltó un quejido al sentir cómo su sangre bajaba rápidamente de su cabeza. Unos pasos entaconados se escucharon en la lejanía y pronto se vio envuelta en un abrazo apretado.
—Despertaste — susurró la pelinegra. Su voz era trémula y podía escuchar el llanto inminente, por lo que la apartó de su cuerpo con cuidado.
Aún estaban en el lobby del edificio. Al parecer estuvo inconsciente sobre uno de los sillones por quién sabe cuánto, a la vista de cualquiera que pasara por allí. Probablemente sus compañeros de trabajo la habían visto. Con eso en mente, Yoonah arrugó la nariz y se pasó los dedos por el cabello para peinarlo, de pronto hiper consciente de sí misma.
—¿Qué pasó? —interrogó confusa.
—Te desmayaste —apuntó Daniel.
Parpadeó repetidamente, absorbiendo las palabras.
—¿Qué?
—Sí, después de escuchar lo de...—no continuó la oración, su mirada y sus pensamientos perdiéndose en una nebulosa.
—Pero no fue solo eso, Yoon-ah —llamó Nari su atención. La castaña frunció el ceño—. Antes de desmayarte gritaste muy fuerte, tanto que los de seguridad salieron de sus oficinas a ver qué pasaba —las arrugas en su frente se hacían cada vez más prominentes. Nari la miró consternada—. ¿Por qué gritaste?
La castaña se quedó perpleja al escuchar las palabras de su amiga. ¿Había gritado? ¿Por qué no lo recordaba? Sacudió su cabeza en señal de confusión y se aclaró garganta que repentinamente se sentía demasiado seca. Inconscientemente se llevó una mano a ella y apretó suavemente, como si quisiera recordarse que estaba allí.
—¿Grité? Yo no...no recuerdo haber gritado. ¿Hace cuánto que me desmayé?
—Hace unos veinte minutos. Nari creyó que te golpeaste al caer, pero le aseguré que eso era imposible, te sostuve antes de que pudieras poner la cabeza en el suelo.
La mencionada lo miró y asintió, sin embargo, pronto regresó su atención a Yoonah.
—¿Te sientes bien?
—Sí, solo un poco...—Yoonah buscó las palabras correctas para describir cómo se sentía, pero dentro de ella parecía haber un panal de abejas alborotado, nublándole la razón—...Fuera de mí. No sé cómo explicarlo, pero me siento muy extraña.
Nari ladeó la cabeza y la miró con dulzura. Acarició el costado de su brazo y sus ojos se humedecieron.
—Está bien, Yoon-ah. Yo también me sentí así al enterarme.
La muchacha frunció el ceño, pero no la corrigió. ¿Cómo podía explicarles a sus amigos que no se sentía así por la muerte de Haneul, sino porque no podía comprender como él estaba muerto y aun así lo había visto minutos atrás? Quizás Nari llegara a entenderlo, pero viendo la expresión de dolor y tristeza que llevaba en el rostro no creía que pudiera pensar con la cabeza fría en ese momento. Así que optó por fingir, por el bien de todos, incluso el de ella misma.
Daniel se paró frente a ella y le extendió una mano a cada una. Ambas chicas lo miraron intrigadas.
—¿Qué les parece si vamos a otro lugar? Ya volvieron a asomarse los de seguridad.
El muchacho apuntó con la cabeza a la recepción, donde un hombre y una mujer uniformados platicaban con la recepcionista mientras hacían un intento patético de fingir que no les estaban observando.
Yoonah sintió cómo sus mejillas se calentaban. Tomó la mano de Daniel, apoyándose en él al levantarse, pues sus piernas aún se sentían un poco débiles. Nari la imitó y le pasó su bolsa, que había estado sosteniendo todo ese tiempo. Acordaron irse a un café de la zona y cuando cada uno tenía una taza humeante de té en sus manos fue cuando todo pareció caer sobre ella.
Haneul estaba muerto. Muerto de verdad.
Buscó dentro de ella las lágrimas que sus amigos contenían sin éxito, pero no encontró nada más que silencio. Suspiró para intentar sacar un poco del aire que sentía atascado en el esternón y se hundió en su silla, pensando, pero sin saber exactamente en qué.
Sus dos amigos parecían sentirse de la misma manera, Nari miraba fijamente el contenido de su taza y Daniel a través de la ventana, carente de su usual sonrisa luminosa. Notó que lo estaba observaba y le dio una pequeña sonrisa que no alcanzó sus ojos. Luego bajó la mirada a sus manos y suspiró.
—Tengo algo que decirles —anunció.
Eso hizo que Nari levantara la vista de su bebida por fin y Yoonah se irguió en el asiento ante la expresión grave del hombre. Esperó a que su amiga preguntara o que Daniel continuara, pero solo se escuchó el ruido de los demás clientes en el fondo. Exasperada por el suspenso, habló ella.
—¿Qué pasa?
—Los padres de Haneul quieren que vayamos a identificar el cuerpo —espetó.
—¿Cómo dices? —chilló Nari. Daniel asintió y tragó grueso.
—¿Pero ya no saben que es él? ¿Y por qué quieren que seamos nosotros y no ellos? — inquirió la castaña. Daniel se masajeó los ojos y tardó un instante en responderle.