Hijos de Cielo y Luz

Capítulo 7: reencuentro

Yoonah

La puerta se cerró al mismo tiempo que sus ojos. La espalda de Yoonah se apoyó por completo en la lámina de madera, relajando su postura y dejando salir el peso que sentía en el corazón al exhalar.

Por suerte, el viaje en autobús de vuelta a su apartamento no había sido nada fuera de lo normal. Dante, al sentirla, salió corriendo de detrás del sofá y se frotó contra sus pantorrillas, acariciándola con la cola larga y negra y mirándola desde abajo con sus ojos gatunos brillantes. Yoonah dejó caer su bolsa al suelo y lo alzó en sus brazos. Se acurrucó contra él, calmándose con el olor a hogar que emitía. El felino maulló, pidiéndole que lo pusiera de vuelta al suelo. Yoonah suspiró de nuevo, haciéndole caso al animalito y siguiendo su camino a la cocina.

Mientras se servía un vaso de agua para calmar los nervios, le relató a Dante los sucesos de la mañana. El gato la miraba con fastidio, acostado sobre la encimera. Aún estaba un poco trastornada y el sabor amargo que le había dejado su última conversación con Nari persistía en su boca. ¿Y qué si le daba por huir? Ella no contaba con la inteligencia emocional de Daniel o con la ayuda mística que Nari tenía. Al menos uno de ellos debía estar emocionalmente constipado, y ahora que había muerto Haneul, ese era el papel que le correspondía a ella.

Además, el comportamiento de su amiga tampoco era normal desde el día de la desaparición y Yoonah podría no saber expresar sus emociones, pero no era tonta, sabía identificar los cambios de humor de sus amigos y Nari tenía esta especie de bruma inescrutable que no le dejaba ver más allá. También tenía esa duda en su cabeza ¿Por qué seguía viendo a Haneul en sus alucinaciones?

La castaña recogió su bolsa del suelo y la colocó en la encimera de la cocina. Extrajo su celular y caminó a la habitación con esos pensamientos dándole vueltas en la cabeza. No obstante, en cuanto abrió la puerta y volvió a ver a Haneul de pie en medio de la habitación, soltó todo lo que tenía en las manos y cerró los ojos violentamente, gritando maldiciones al aire.

—No otra vez, no otra vez, por favor.

—Yoonah, necesito hablar contigo. Sé que esto es impactante...

—¡No! ¡No me hables, no quiero escucharte!

Su respiración comenzaba a acelerarse, los latidos de su corazón se sentían en sus sienes y las manos le temblaban de nuevo, como una hoja de otoño bailando con el más gélido viento. Se puso las manos en los oídos y anduvo de un lado a otro del pequeño corredor.

—Estás solo en mi mente. No eres real. Estás muerto. No puedes ser real.

—Yoonah...—la muchacha escuchó pasos cautelosos acercándose a ella—. Es cierto, tienes razón, estoy muerto, pero no estoy en tu mente.

—¡Basta! ¡Basta!

De pronto le faltaba la respiración y se sostuvo de la pared dando grandes bocanadas de aire mientras se deslizaba por ella, quedando sentada en el frío suelo. Con cada latido de su corazón sentía que las paredes se cernían más y más sobre ella. Los pasos volvieron a escucharse, pero mucho más acelerados.

—Por favor, abre los ojos.

Tocándose la garganta y respirando por la boca, Yoonah abrió los ojos, encontrándose con el rostro alarmado de Haneul viéndola de frente y los volvió a cerrar.

—No...no puedo.

—No voy a hacerte daño.

La muchacha volvió a abrirlos, esta vez lentamente. El castaño tenía las cejas enarcadas y asintió, complacido, cuando los abrió por completo. Puso sus manos en frente de su pecho y las movió hacia arriba y hacia abajo, haciendo coincidir el movimiento con su respiración, indicándole que inhalara y exhalara.

Yoonah lo imitó y mientras lo hacía se tomó el tiempo de observarlo. Era su voz, tal como la había escuchado el viernes de la semana anterior. Era su rostro, limpio de cualquier imperfección, pálido como siempre, quizás algunos tonos más claro. Su cabello estaba ondulado y despeinado, lo usual. No había nada extraño en él, nada que indicara que estuviera muerto. Y ella habría creído que no lo estaba, si tan solo no lo hubiera visto en la morgue.

Alzó sus brazos y le agarró la cara. El tacto con la piel de Haneul vino acompañado de una sensación hormigueante, como un pequeño rastro de electricidad. Las apartó, asustada y vio como Haneul también tomaba distancia.

—¿Qué demonios...? — murmuró él, viendo las manos de Yoonah con los ojos abiertos como platos.

En la mirada del castaño había duda, curiosidad y reconocimiento. Casi podía ver cómo los engranajes de su mente giraban sin parar. Ella, por otro lado, no era capaz de apartar sus ojos del rostro ajeno, buscando con ellos algo que le hiciera saber que Haneul mentía, que no estaba muerto y que, por alguna retorcida razón, estaba fingiendo su muerte.

Volvió a acercar una mano a él, consciente de que recibiría el pequeño choque eléctrico en sus dedos, pero dispuesta a averiguar cuál era la verdad. Su mano temblaba en el aire y recorrió con la punta de los dedos las facciones de Haneul, hasta llegar a su frente y dar con lo que estaba buscando. Al sentirla, se le heló la sangre y todo el color abandonó su rostro; La yema de sus dedos palpó una cicatriz de un buen tamaño. Era la misma que había visto abierta el día anterior en la morgue, cuando identificó su cuerpo.




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