Año 180 desde la fundación del Bastión Verdegrana.
Año 80 desde la fundación del Reino De Khirintorin.
Madrugada del 25 de Junio.
Al salir de la jaula y emprender la huida, en la cámara de Thrill, los prisioneros observaron una disposición y limpieza excepcionales, destacando incluso una leve belleza, lo cual contrastaba marcadamente con los corredores aledaños. Incluso la fragancia resultaba más agradable, y ningún rastro de inmundicia se hallaba presente:
Numerosas luminarias conformadas por hongos bioluminiscentes destellaban su luz verde y misteriosa, impregnando la estancia con un resplandor que parecía extraído de una fábula de índole enigmática. El suelo, tapizado con tapices fabricados a partir de las pieles de murciélagos y serpientes, otorgaba un carácter peculiar al recinto. La cama, emplazada en un rincón apartado del cuarto, yacía elevada sobre una plataforma de roca, cuya armazón principal se hallaba tallada de gigantescos hongos esculpidos, erigiéndose como columnas que sostenían un elaborado dosel. Este dosel se tejía con finas fibras de musgo y líquenes, configurando un techo natural y singular. El lecho propiamente dicho estaba manufacturado a base de suaves helechos gigantes y musgos habilidosamente tejidos, en lugar de almohadas, reposaban hojas de helecho gigante, esponjosas y cómodas; y en vez de sábanas, se acomodaban pieles de variadas bestias, confeccionando una rústica y cálida cobija. Como pieza central en el núcleo de la cámara, se erguía como elemento principal un modesto trono labrado en retorcidas raíces, y varios cofres rebosantes de gemas y piedras preciosas (posiblemente fruto de saqueos) se dispersaban profusamente por toda la zona.
—Mirad todo a lo que habré de renunciar, únicamente por salvarlos—dijo Thrill de mala gana.
—No tendrías que sacrificar nada si hubieras evitado tomarnos de prisioneros —replicó Amadeo.
—Cállate y toma una espada del armero, es mejor estar preparados.
—Lo haré porque es sensato, no por tu orden —concluyó el peón, agarrando una falchion y un cinturón de cuero del armero, ajustándose elegantemente el arma.
Ustedes no lo saben, pero discusiones como estas serían comunes mientras estos dos permanecieran como compañeros de equipo.
En la pared derecha se ocultaba un pasadizo, apenas disimulado tras cortinas de cuero. Thrill tomó un martillo de hierro del mismo armero que Amadeo, y rápidamente se adentraron por el corredor oculto. Después de varios metros, alcanzaron su extremo, donde yacían hongos azulverdosos en el suelo, iluminados por dos antorchas que flanqueaban una puerta circular de madera.
Con habilidad innata, el líder tribal embistió con fervor la frágil barrera de madera en la oscura pared. El modesto martillo se convirtió en su herramienta, deshaciendo la puerta por completo, esparciendo astillas en todas direcciones. Así, se reveló un pasaje largo y sombrío que se extendía hacia el norte. Este pasadizo se extendía hasta los confines más remotos de las tierras del señor Charles Piedra Caliza, casi alcanzando el umbral de su antaño magnífico viñedo. El ingreso apenas permitía a Thrill y Lucía deslizarse con apremio, pero para Amadeo, el estrecho acceso lo forzaba a encorvarse y avanzar trabajosamente por el angosto pasillo.
—Sujétate con firmeza, jovencita. Esta senda es extensa y prácticamente infinita —exclamó Thrill, tomando la mano de Lucia y adentrándose en el oscuro pasadizo.
—Amadeo, seguidnos —ordenó Lucia, persiguiendo a Thrill mientras inclinaba levemente la testa.
—Más fácil es para vos pronunciarlo —replicó Amadeo con un suspiro apenas perceptible, inclinándose tanto que asemejaba a un animalillo en marcha.
El sendero inicuo, profundo y sin término, se desplegó ante ellos como un abismo funesto, devorando con avidez la luminosidad mientras sus valientes pasos se aventuraron en sus profundidades. Pero lo que más perturbaba los corazones de los audaces fugitivos era la peculiar índole del sitio: el corredor, voluble y críptico, burlaba sus sentidos. En ocasiones, la galería semejaba ampliarse y brindar breve reposo, solo para angostarse de nuevo y constreñirlos en su opresivo apretón. Las paredes sinuosas daban la impresión de moverse a su alrededor, como si el propio pasaje adquiriese vida y exhalase su hálito lóbrego.
En leves pasos transitaban la ruta incierta, y los efluvios mudaban caprichosos, turbando sus sentidos. En ocasiones, el aire se llenaba de la embriaguez de las flores silvestres y la hierba fresca, evocando el olor de la libertad. Más en otros instantes, un hedor vil y nauseabundo les embestía, como si en la guarida de bárbaras y abominables bestias se encontrasen. Estas mudanzas súbitas de fragancias sumaban un velo de confusión a su ya enrevesada huida. No obstante, a pesar de la oscuridad y la confusión, Thrill avanzaba, impulsado por una fuerza interna que parecía desconocer el cansancio y la fatiga. Su determinación era patente, y Lucia se aferraba a su mano con firmeza, buscando en esa unión un rayo de esperanza en medio de la incertidumbre. Mientras tanto, Amadeo, a pesar de sus esfuerzos por mantener el paso, sentía su agobio acrecentarse, como si el mismo túnel se mofara de él y le sustrajera su energía.
— ¿Qué infernal enclave es este? — inquirió el peón, claramente agitado.
— A esta negra cavidad la llaman el Túnel Tenebroso — dijo Thrill —. Supongo que tus ojos perciben el motivo con claridad.
— Incluso el más intrépido de los hombres hallaría justa causa para el temor en este siniestro paraje — musitó Amadeo, antes de continuar su desesperada escapada.
En tanto, en el aposento de Thrill, moraba la doncella goblin que había librado a Lucia, Shyna. Al escuchar el alboroto que provenía de las estancias colindantes, ella procuró una nueva cimitarra del arsenal y se dispuso junto a la entrada del pasadizo derecho, aquel que llevaba al túnel de escape. Movió un mueble hacia la puerta improvisada de la alcoba y aguardó en silencio.
Editado: 18.01.2024