Año 180 desde la fundación del Bastión Verdegrana.
Año 80 desde la fundación del Reino De Khirintorin.
Madrugada del 25to Día De Julio.
El pasadizo subterráneo, conocido como el "Túnel Tenebroso" por el que habían escapado, los llevó hacia el norte, hacia el comienzo del frondoso Bosque Murmurante. En aquel momento, los deseos de Amadeo y Lucía de ir hacia el sur no eran más que recuerdos lejanos y su misión así proseguía:
En la profundidad de la madrugada, el manto oscuro de la noche aún cubría los dominios del Bosque Murmurante, y el sol permanecía oculto en el horizonte. En el corazón de ese denso y plateado bosque, Lucia, Amadeo y Thrill se movían con rapidez. La discreción pasaba a segundo plano, conscientes de que, aunque reinara el silencio, los goblins, hábiles rastreadores, podrían dar con ellos.
El fulgor de la luna apenas se insinuaba tímidamente entre las frondosas copas de los árboles, pues en lo más recóndito del bosque se hallaban, donde la vegetación se mostraba tupida y la luminiscencia escaseaba. Las sombras y la brisa agitaban las hojas de los árboles y arbustos, mientras que el suave musgo que yacía bajo sus pasos podía asemejarse a alguna enigmática textura.
— ¡Más rápido, Amadeo! —exigió Thrill—. Si te atrapan, tu destino será cruel.
—No le contestes, Amadeo —susurró Lucia a su lado, pero el peón no le hizo caso.
— ¡Estoy yendo tan rápido como puedo!
— ¡Pues hazlo más rápido entonces!
Bajo el liderazgo de Thrill, aquel bosque se desplegaba como un enrevesado laberinto, conocido por él con más detalle que por cualquier otro ser mortal. Sus pies, ágiles y precisos, desentrañaban los senderos ocultos entre la exuberante vegetación, evitando emboscadas astutas y superando ocultos obstáculos que acechaban en la oscuridad. El bosque se erguía como el soberano de numerosos misterios y los guardaba con gran celo, si así lo deseaba. Aunque Amadeo y Lucía no lo sabían explícitamente, sus mentes sentían el fuerte deseo de hallarse fuera de aquellos dominios enigmáticos. De tanto en tanto, el crujir de una rama o el susurro de zorros y tejones hacían estremecer la piel de Lucía, quien se apegaba a la presencia y los pasos seguros de Thrill, cuyos ojos brillaban en la penumbra. Mientras tanto, Amadeo intentaba mantener el ritmo, aunque no lograba mantenerse del todo a la par, ya que las heridas, aún sin cicatrizar por completo, le causaban un malestar creciente. Su paso se volvía cada vez más lento, evidenciando el profundo cansancio del joven peón. A pesar de sentir el impulso de quejarse por el dolor, reprimía sus propias emociones con tal de asegurar la integridad del grupo.
A medida que avanzaban, el camino se ensanchaba, revelando tímidos destellos de la belleza oculta en aquel recóndito lugar. Las sombras, por un breve instante, se retiraban para permitir que los rayos de la luna se deslizaran sobre los arroyos que serpenteaban entre las rocas dispersas. El susurro del agua añadía una melodía fresca y cristalina al ambiente del bosque, acariciando sus oídos y aliviando el cansancio que comenzaba a pesar sobre sus hombros.
En un momento dado, el joven de cabellos rubios se desplomó durante la huida, y Thrill, a regañadientes, retrocedió para ayudarlo a levantarse.
— ¡Maldito seas! —le espetó con desdén.
—Gracias, Thrill —murmuró Amadeo, exhausto.
— ¡Ya, cállate de una vez! —le reprendió, provocando en Lucía un agudo enojo.
Desde ese punto, Amadeo avanzó apoyado en el hombro derecho del jefe goblin, quien lo sostenía con precaución para evitar su caída. Mientras tanto, Lucía, por su propia voluntad y sin seguir ninguna orden, se adelantó y lideró al grupo, explorando con sus ojos los alrededores.
Veinte metros adelantó Lucía al frente del grupo. En un punto, divisó que debían deslizarse por una pendiente, y con la adrenalina a flor de piel, se dejó caer, resbalando hasta que, cuando parecía que iba a recibir un fuerte golpe, supo deslizarse, flexionando sus rodillas cubiertas por el vestido. Aterrizó sana y salva, solo rasgando un poco su vestimenta. Mientras tanto, Amadeo y Thrill intentaron descender rápidamente, pero resbalaron sobre un musgo fresco y rodaron pendiente abajo hasta toparse con dos abedules.
—Este día no puede empeorar más —se quejó Amadeo, y con algo de torpeza se puso en pie.
Por su parte, Thrill gruñó, contuvo su ira clavando las uñas en sus muñecas, y nuevamente apoyó el brazo de Amadeo sobre su hombro para seguir avanzando durante varios metros más.
De súbito, la infanta se detuvo abruptamente y cesó su avance. Aguzando el oído y dirigiendo su mirada con inquietud hacia lo que se suponía era el oriente, escuchó susurros y gruñidos tenues.
—Algo acecha en esa dirección —murmuró, expresando sus temores en voz alta.
—Optemos por el camino contrario—respondió Thrill—. Amadeo, si logramos superar este momento, podrías considerar revisar tus hábitos alimenticios; parece que llevas un exceso de peso.
—No estoy gordo—arguyó el peón—el problema es que eres pequeño.
—Ya basta de discutir —sentenció Lucía, y con determinación lideró una vez más al grupo.
Avanzaron con precaución, alternando entre pasos veloces y pausados trotecillos, pues el terreno blando resultaba engañoso y la continua presencia de espesos matorrales obstaculizaba su progreso. Los zapatos de Lucía quedaron destrozados al cruzar un arroyo escarpado. Después, recorrieron un sendero estrecho entre árboles que crecían muy juntos, avanzando a paso lento, mientras los inquietantes sonidos de los goblins que los perseguían aumentaban la tensión, volviendo sus pasos cada vez más pesados. Continuaron avanzando a un ritmo pausado durante varios metros hasta que finalmente se acurrucaron junto al tronco de un viejo abedul, que estaba cubierto de arbustos. Aquí lograron recuperar un poco de aliento, pero repentinamente, escucharon gritos y gruñidos cada vez más intensos.
Editado: 18.01.2024