Hijos De La Desgracia: Preludio, Tomo I.

Capitulo 21

Año 180 desde la fundación del Bastión Verdegrana.
Año 80 desde la fundación del Reino De Khirintorin.
8vo Día De Julio. 

El regreso a la urbe se tornó en un viaje envuelto en sombras y un abrumador desasosiego, una odisea marcada por la aflicción y la añoranza que abrazaba a todos los participantes de ese lúgubre periplo. Los corceles, ahora soportando la pesada carga del carruaje que transportaba los despojos mortales de Charles, avanzaban con un paso sombrío y resignado, como si cargaran con el peso de la tristeza en sus miradas anhelantes:

Los días se desplegaron con una persistente tiniebla en el cielo, teñido de un grisáceo velo que entenebrecía aún más los corazones sumidos en el pesar. La luz del sol, una presencia remota y desvanecida, apenas se dejaba entrever a través de la densa nube oscura que se alzaba sobre ellos, como una metáfora palpable de la profunda pena que los envolvía. Las lluvias eran tenues y punzantes, como lágrimas del cielo que caían sin consuelo, acentuando la atmósfera desolada del paisaje. Los cantos de las aves, antes tan melodiosos y llenos de vida, se extinguieron en un silencio angustiante. Era como si la naturaleza misma compartiera el duelo, mostrando su propio lamento en señal de respeto por la pérdida sufrida. Los únicos sonidos que acompañaban a los viajeros eran los pasos tensos y dolorosos de los caballos, cuyos semblantes reflejaban la pesadumbre que yacía en las almas de sus jinetes. Cada huella dejada en el camino parecía un eco de su miseria, un testimonio claro de la carga emocional que llevaban todos los presentes sobre sus hombros.

—Hasta el firmamento yace en melancolía, esta travesía será extensa y repleta de gravosidad—lamentóse Marcus.

Marcus, el respetado sargento, cuya mirada mantenía vigilante y alerta como aquel que admira el ocaso, sumióse en un silencio inusual y turbador. En las profundidades de sus pupilas oscuras, ahora más profundas y enigmáticas, reflejábase el abismo de su dolor. Sus pensamientos se extraviaban en la vastedad de sus memorias, en los tiempos compartidos con su amado amigo Charles, cuya falta era un vacío más que doloroso. Planeaba visitarle al venir la primavera próxima, degustar durante largas horas de sus exquisitos vinos y presentarse ante sus hijos. Pensaba que por fin tendrían la edad adecuada para escuchar las historias de batallas que su padre les ocultaba, y narrarles el valiente guerrero que fue antes que exitoso vinatero ser, más eso ya no era posible.

El itinerario, cuajado de seducciones y respuestas efímeras, deparaba múltiples villas a su paso. En más de una ocasión, el pensamiento de refugiarse en una posada y sepultar su pesar en el fuego de la bebida se insinuaba en su mente como un sendero de huida. No obstante, el deber y la encomienda que lo acompañaban como supremo sargento lo mantenían inflexible en su ruta. Se ceñía a su papel, a pesar de la angustia que lo envolvía, y persistió en llevar a cabo la misión que le habían confiado: retornar los despojos de su gran amigo a la ciudad real de Victoria Occasum.

En el postrero día de su trayecto, cabalgaban en la oscuridad a través de los campos del ducado de Bellavalis, y allí, por último, Marcus se mostró más dispuesto a comunicarse con sus camaradas.

—Disculpad si mi interrogante hurga en vuestro pesar, sargento—exclamó uno de los soldados—, pero ¿cómo logró el señor Charles vencer a un centauro? ¿No era un simple vinatero?

—No, no era un simple vinatero. Fue un integrante de la hueste, desempeñándose como espadachín en la infantería. Aprovechaba su estatura y fuerza para blandir espadas de gran envergadura. A pesar de su destreza limitada en la batalla y su rusticidad, era un hombre de notoria fortaleza. Brindó una contribución significativa en la segunda gran guerra, aquella que se suscitó hace treinta y cinco años con los centauros.

— ¿Y por qué nadie le otorga mérito por ello? —inquirió otro soldado.

— ¿Por qué? —replicó Marcus—. Así es cómo opera la milicia, joven. Únicamente se reconocen a aquellos que logran hazañas notables. Los que perecen en el anonimato, acompañando al héroe, a menudo quedan en el olvido. Nadie me reconocería a mí si no fuera el supremo sargento de la hueste, a pesar de mis numerosas contribuciones no solo en la última guerra, sino a lo largo de los años.

—Debería haber un cambio en eso—sugirió otro soldado.

—Eso no nos atañe, nuestra vocación de vida es velar por estas gentes, sea que nos reconozcan por ello o no, y así lo llevaré a cabo hasta el término de mis jornadas—sentenció Marcus.

En aquel día final, las nubes, con cortesía, se retiraron y retornó un esplendor ardiente. Cuando el sol comenzaba a desvanecerse en el horizonte, tiñendo el cielo con tintes dorados y rosados, la comitiva llegó, al fin, a su destino: las majestuosas murallas de la capital. Imponentes y fuertes, se alzaban con grandeza ante los ojos de los soldados, cubriendo todo el terreno con una magnificencia que no dejaba duda sobre la esplendidez de la ciudad que custodiaban.

—Al fin en morada propia—murmuró Marcus y espoleó con mayor ahínco a su corcel, acción que emuló su reducido séquito.

Las murallas se extendían en una línea interminable, desvaneciéndose a la vista y culminando en un perfecto pliegue sobre las montañas orientales y occidentales. Sus piedras basálticas ostentaban asperezas, marcadas por flechas y fuego, y aún así, se mantenían robustas como el más anciano de los robles. Con paso firme, la tropa traspasó las enormes puertas de ingreso, las bisagras crujieron y el sonido metálico resonó en el aire, proclamando su llegada a la ciudad.

Adentrándose en sus callejones, la hueste se preparó para cumplir su encomienda. Con decisión, comenzaron a escoltar la carreta hacia el sector oriental, resguardando su frágil contenido de las miradas inquisitivas de la muchedumbre, siempre ávida de secretos y habladurías. Los campos castrenses eran su destino, donde en las afueras del cuartel detendrían la carreta, fuera del alcance de las curiosas miradas del gentío.



#4712 en Fantasía
#5664 en Otros
#641 en Aventura

En el texto hay: fantasia, aventura, fantasia épica

Editado: 18.01.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.