Hijos De La Desgracia: Preludio, Tomo I.

Capitulo 24

Año 180 desde la fundación del Bastión Verdegrana.
Año 80 desde la fundación del Reino De Khirintorin.
9no Día De Julio.

Tras haberse despedido de Marcus, con quien compartieron al menos hora y media, el día transcurrió envuelto en una tensión expectante. Laureano y Fausto, plenamente conscientes del destino inevitable que les aguardaba, se aferraron a cada efímero instante, como si en ello residiera el poder de retrasar el fatídico momento. Pues preferirían sangrar en los campos de batalla mil veces antes que comunicar a un niño el triste desenlace de sus padres. Menos aún cuando el vínculo con aquel niño al que debían transmitir la amarga nueva era tan entrañable, como era el caso de Celestino:

En busca de alivio, encontraron cobijo en el acogedor abrazo de las piedras húmedas del antiguo templo de Honorio, donde reinaba un silencio absoluto, sumergidos en una solemne quietud. Cada paso resonaba en el desgastado suelo de madera y el eco de sus palabras se desvanecía en los rincones de aquel santuario. La devoción los envolvía como un manto protector, brindándoles un breve respiro en medio de la tormenta que se avecinaba.

—En momentos difíciles, en instantes gratos y aun en los de la más profunda indiferencia, aquí comparezco —susurró Laureano—. Acostumbro rogar a los sabios escribas que me otorguen los antiguos pergaminos y leo sobre las vicisitudes que debió enfrentar el gran Honorio mientras erigía los cimientos de este reino.

—Por mi parte, evito siempre leer aquellas narraciones que versen sobre él—expresó Fausto—me empequeñece su grandeza.

—No obstante, su grandeza fluye a través de tu linaje. Eres descendiente suyo, al fin y al cabo.

—Ojalá llegue el día en que alcance siquiera la mitad de lo que él fue. Incluso mi padre Tito, el primero de los reyes, se sentía diminuto al hablar de mi abuelo.

—Quizás algún día tu propio hijo se vea humilde al compararse contigo. El tiempo es un sabio juez, Majestad. Cuando se avanza por el sendero correcto, la recompensa llega sin forzarla.

—Tu espíritu es verdaderamente loable, Comandante. No es enigma alguno por qué la gente te tiene en tan alta estima.

Tras el diálogo, en actitud reverente, se acomodaron en los bancos de abedul dispuestos frente a la majestuosa estatua de bronce que presidía el salón principal. Honorio, con su cabello que descendía hasta la cintura, engalanado con una túnica que se desplegaba en toda su extensión, poseía unos ojos serenos y párpados cerrados, extendiendo ambos brazos y manos, invitando a la gente a un instante de reposo. Fausto y Laureano, con humildad, cerraron sus ojos en una plegaria solemne, resonando en lo más íntimo de sus corazones la súplica:

Oh, glorioso Santo Honorio, cuya estirpe resplandece en nobleza y bravura, 
En las crónicas del tiempo, grabaste tu peregrinaje sin mancilla alguna. 
De hombre intrépido a héroe ascendiste, la leyenda presenció tu alumbramiento, 
Tu humildad y gracia esculpieron tu renombre con fervoroso sentimiento.

En épocas de penumbra, infundías valor en los corazones afligidos, 
Tu espada enarbolaba justicia, defendiendo sus designios sufridos. 
Los mortales te contemplaban con ojos colmados de admiración, 
Cual divinidad terrenal, eras su faro e inspiración.

Bajo el cielo estrellado y el sol que brilla con fulgor, 
Honorio Nobilcor, en nuestro reino eres un faro de amor. 
Venerado como un dios, tu nombre trascenderá, 
En la eternidad, tu legado nunca se extinguirá.

Por tanto, en este día, imploramos tu divina sapiencia, 
Por tanto, en esta jornada, también rogamos por tu serena prudencia. 
Por tanto, en esta fecha, te suplicamos el valor que en ti reluce, 
Por tanto, hoy invocamos virtud para esparcirla, ¡oh, tierra fecunda y dulce!

Si en algún reducto celeste reposas, permitid que cuides de nosotros, mientras nosotros, en tu nombre, velamos por el bienestar de los demás. Que así sea, en tu honor y por tu gracia.

Posteriormente, ambos se alzaron de la banca, y el monarca se acercó con gracia hacia la imponente estatua, realizando una reverencia elegante. En un tono solemne, pronunció: —Si, de alguna manera, mis palabras llegan a vos, amado abuelo, os ruego que transmitáis mis saludos a mi padre. Prometo, con el más solemne juramento, preservar incólume el esplendor de vuestro legado.

Minutos después, en busca de solaz en la naturaleza, hallaron descanso a la sombra del magnifico Strennus. Sus ramas se extendían en abrazo tutelar, y las hojas esparcidas por la tierra, susurraban antiguas sagas al viento. Sentados en los bancos de madera blanca, labrados y ajados por el transcurrir de las eras, contemplaron el enigmático misterio de su blancura, incapaces de desentrañar su secreto más allá de las leyendas locales. En ese recóndito rincón mágico, sus corazones fatigados hallaron una pausa momentánea antes de enfrentar el inevitable y pesado momento que les aguardaba en el porvenir.

—Ha llegado la hora —susurró Fausto con voz débil al levantarse.

—Qué momento tan desagradable —respondió Laureano al ponerse de pie, preparándose para regresar.

Bajo la fulguración del astro rey, que en su zénit se hallaba, la hora del mediodía inició su descenso, marcando así el final de la espera aguardada. Paso a paso, con ritmo pausado pero firme, ascendieron por la real escalinata que conducía de vuelta al noble alcázar, dejando a su paso un rastro de incertidumbre que los seguía de cerca. ¿Cómo tomaría Celestino la noticia? ¿Cómo le comunicarían el mensaje? Pues apenas restaban unos breves momentos para que ello se revelara.



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En el texto hay: fantasia, aventura, fantasia épica

Editado: 18.01.2024

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