Hijos De La Desgracia: Preludio, Tomo I.

Capitulo 25

Año 180 desde la fundación del Bastión Verdegrana.
Año 80 desde la fundación del Reino De Khirintorin.
9no Día De Julio.

En poco tiempo, los diestros artífices y hábiles carpinteros concluyeron la confección de los féretros encargados. Afortunadamente, al momento de entregarlos, estaban presentes tanto Fausto como Fulgencio y Laureano, quienes, con la complicidad de las criadas, impidieron que Celestino los viera:

Con la remuneración entregada, los féretros se alinearon en una cámara adyacente al salón del trono, aguardando allí durante algunas horas más. 

—No es placentera tal escena, mas confiésese, son hermosos —expresó Fulgencio, quien ya había sucumbido dos veces al desmayo al contemplarlos, hallándose ahora sentado con una copa de vino en mano.

—Me maravilla la prontitud con que fueron confeccionados—añadió Laureano.

—¿Crees sinceramente que los confeccionaron? ¡Ja! —exclamó Fausto—Conozco a esos pícaros, seguro tenían uno medio elaborado, el oro siempre motiva a apresurar los procesos.

— ¿Y qué sigue ahora? —inquirió Fulgencio.

— ¿Ahora? Ahora anunciarás la nueva a Augusto y luego orquestarán el evento —respondió el rey—nosotros mantendremos a Celestino entretenido, cuando todo esté más o menos preparado, compartiremos la noticia con él.

—¿Yo? —cuestionó Fulgencio.

—Sí, tú, y no acepto objeciones—afirmó Fausto, y sin más preámbulos, se retiró del cuarto junto a Laureano, dejando a Fulgencio solo, contemplando por última vez los ataúdes.

Las maderas oscuras, pulimentadas y adornadas con elegantes filigranas, resonaban con la solemnidad y el honor con los que fueron concebidos. Era un tributo a la grandeza y la trascendencia de aquellos que hallarían descanso en su interior, una encarnación palpable de la reverencia y el respeto que todos profesaban hacia Charles y Celia.

Pocos segundos después, Fulgencio volvió a desfallecer.

Al término de treinta minutos, el convite se halló dispuesto, su exquisito aroma impregnó el ambiente y los convidados se aposentaron. Conejo estofado con vino tinto era el manjar nada mas ni nada menos, acompañado por una excelente sidra que no dejaba a nadie indiferente.

Fausto, monarca curtido por las edades y sabio en su mirada, Laureano, guerrero fiel y de coraje sin igual, y Celestino, infante joven que en el alcázar halló refugio, ignorante aún de la luctuosa verdad de sus progenitores finados, reposaron en torno a una de las magníficas mesas en el vasto y regio salón.

El festín fue presentado con vajillas de porcelana, esmeradamente adornadas, y cuchillos de plata, brillantes y preciosos. Los manjares, fruto del saber culinario de los hábiles cocineros del alcázar, desprendían fragancias confortantes y embriagadores sabores. Con sumo deleite, saboreaban cada bocado, mientras Fausto y Laureano entrecruzaban miradas repletas de mutua complicidad y respeto. Conscientes de que el instante de encarar la realidad se aproximaba, se aferraban a cada momento de serenidad compartido con Celestino.

El infante, sin prever la revelación que le aguardaba, escudriñaba a los dos varones con ojos candorosos y ávidos. La grandeza y el poderío de Fausto, manifestados en su mirar apacible y majestuosa presencia, incitaban en Celestino una amalgama de asombro y deferencia. Y, por otra parte, Laureano, erguido en su imponente postura y semblante imperturbable, personificaba el coraje y la fidelidad que tan profundamente inspiraba al joven.

Entretanto, en los patios recónditos del alcázar, los leales miembros de la guardia real, en conjunción con los diligentes empleados del palacio, se esmeraban en los preparativos para el sombrío acontecer que aguardaba. Con celo excavaban hondos hoyos, que habrían de fungir como morada postrera de los féretros, mientras cortaban delicadas flores de los linderos jardines. Estas preciosidades naturales, que en tiempos pasados hubiesen encantado los sentidos, ahora se consagraban a honrar a aquellos que habían partido. Un aura de solemne respeto impregnaba el ambiente, y cada paso dado constituía un tributo a la vida que se desvanecía y un reconocimiento a la inexorabilidad de la muerte.

Tras el almuerzo, Fausto y Laureano meditaron incansablemente sobre cómo comunicarían las nuevas al joven Celestino, mientras éste deambulaba por una de las numerosas estancias.

Por su parte, Fulgencio comunicó la noticia a Augusto, quien quedó tan consternado como él una vez que diviso los féretros. ¡Juntos derramaron lágrimas, oh, cuánto lloraron! Tales noticias nunca son recibidas con beneplácito, y menos aún cuando el afecto hacia el amado Charles es tan profundo. Después de una hora de preparativos, aprovechando que el muchacho aún exploraba el alcázar, Fulgencio, con la asistencia de Augusto, ingresó al aposento de Celestino y seleccionaron juntos las prendas más distinguidas para él, cuidando cada detalle con reverente atención. Fausto, por su parte, encomendó a las criadas la tarea de disponer un baño fragante con agua caliente, buscando en este acto de limpieza una alegoría de la purificación del espíritu en medio del pesar.

Cuando todo este proceder concluyó, Fausto, Augusto, Fulgencio y el comandante Laureano reunieron como pudieron su valor para comunicar la trágica noticia al joven Celestino, cuyo inocente corazón sería golpeado por una realidad oscura y desconocida.

Reunidos afuera de la estancia, todos sintieron un peso abrumador sobre sus hombros; ninguno deseaba llevar a cabo tan pesarosa tarea, mas la necesidad les obligaba a ello. El rey Fausto, con tres golpes sobre la puerta de caoba, llamó, y en apenas un fugaz momento, Celestino la abrió, asombrado ante la visión de los cuatro hombres congregados. Con cautela entraron en la habitación y, con profundo pesar, buscaron las palabras adecuadas. Fausto se sentó en el lecho, para estar a la altura del joven, y con un gesto de su mano, le indicó que se acercara. Laureano permaneció junto al escritorio, acompañado de Fulgencio y Augusto, observando los acontecimientos sin hallar consuelo alguno, pero consciente de que era necesario.



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En el texto hay: fantasia, aventura, fantasia épica

Editado: 18.01.2024

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