Edthian no habría los ojos, su respiración iba alentizandose.
—¡Edthian!—gritaba Hunter con desesperación—¡Por favor, contestame!
Lo sacudio por un rato. Pero no hubo respuesta alguna.
Las manos se Hunter comenzaron a temblar sin parar.
Un dolor punzante apareció en su pecho.
Fue apoyando su frente en el pecho del rubio mientras sus manos se aferraban a sus hombros.
—...Edthian.
Varias lágrimas cayeron en la camisa blanca de él.
—Esto fue mi culpa, soy un inútil.
Sin embargo, de repente una mano se apoyo en su nuca.
Hunter alzo su cabeza rápidamente.
—¿Por qué lloras, pequeño osito? Je,je, j-...—dijo luego de toser—Creo que me he roto algo je,je,je,je.
Hunter tomó su rostro con sus manos. Tenia los ojos llenos de lágrimas. Veia borroso pero no le importó.
—¡No me vuelvas asustarme de esa manera!
Le estironeo las mejillas hasta dónde alcanzaba las mismas.
Edthian no paraba de reirse divertido. Así termino abrazarlo para que el morocho dejase de estirarle toda la cara.
Hunter le correspondio el abrazo. Luego de ocultar su rostro en el cuello de Ed.
—¿Volvemos a tu escuela?
—No...aún no.
Lo abrazó más fuerte. Y entre susurros le pregunto:—Edthian, dime. ¿Por qué actuaste de esa manera?
El rubio fue acariciando la nuca de Hunter. Mirando un punto fijo musito lo siguiente.
—No quiero perderte como lo hice con Dorothy.
Hunter se acostó al lado de él.
—¿Quién es Dorothy?
Desde el perfil de Edthian se podía ver la tristeza que no habia mostrado en ningún momento.
—Mi mejor amiga.
Hunter lo miro con pena. Entrelazó su mano con la suya.
—¿Que fue lo que le sucedió?
Edthian tragó saliva ante de volver a recordar el pasado.
Fue doloroso porque entre todas almas se esta tierra. Ella fue la ùnica en no alejarse de mi lado.
Era un completo extraño a pesar de todo lo que conllevarìa conocer a una persona.
Pues quién decidió conocer al otro fue ella.
Yo me encontraba observando a la multitud mientras estos me caminaban al lado sin saber de mi exitencia.
Solo mis hermanos podian verme. No entendía como nadie más lo hacia.
—Hola.—escuche entre el murmullo de la gente.
Era una niño pequeña de unos cinco años de edad.
Llevaba un vestido rosa chicle con dos moños en su cabecita.
Sus ojos marrones claros me dejaron inquieto por unos segundos.
—¿Como te llamas?
Me señale a mi mismo, no podía creer lo que estaba sucediendo.
¿Podía verme o solo era mi imaginación?
—¡Si a ti, tonto!—dijo luego de reirse.
Yo sonreí divertido.
—Mi nombre es Edthian. ¿Y el tuyo?—me arrodille a su altura ya que a comparación mía era pequeña.
—Dorothy. ¿Quieres jugar conmigo a la casita de muñecas?
Me ofrecio un pequeño muñequito de trapo del cual yo acepte con una sonrisa.
—¡Ven! Vamos a jugar.
Tomo una parte de mi camisa para estironearlo y llevarme hasta la susodicha.
Nos entretuvimos toda la tarde. Entre cada explicación que ella me daba de cada muñequito me sorpredio la increible imaginación que podía tener un niña más joven que yo.
—El Señor Rojo quiere que lleves esto afuera. —decía luego de entregar una cajita al muñeco que utilizaba.
—Oh, lo hare señorita—decía con una voz chillona ya que el muñeco que tenía era una señora mayor.
Luego de dejar la cajita en la parte exterior de la casita ella manipulo a otro muñequito.
—Vieja tonta. ¡Dije que fuera en la parte trasera de la casa no es mi patio delantero!
Yo me reí divertido.
«Que linda forma de comenzar una disputa»
—La señora Rosita dijo que lo dejase aquí—dije.
—No metas a Rosita en esto. ¡Has tu trabajo o te despido!—exclamo Dorothy con una voz ronca y distorcionada. Cosa que me causo más gracia porque no podía ocultarse la voz diminuta y adorable que tenía.
—Y fue así como El Señor Rojo durmió calvo por el estrés. Fin.—explico ella luego de sacarle el peluquin que llevaba el muñeco de vestimenta roja.
Yo deje la muñeca a un costado de la casita.
—Gran historia. Para ser tan jovencita.
Dorothy apoyo sus manos en los costados de su cintura.
—Algun día sere escritora. ¡Ya verás!
Era imposible no reirme de las cosas que decía Dorothy porque jamás terminaba de sorprenderme.
Noche tras noche yo la vistaba para jugar con ella, hasta que llegaba la hora de dormir y es ahí dónde me tocaba marcharme.
Nunca me canse de jugar con ella. Pues con los días siempre me las ingenieaba para crear nuevas historias con ella.
Juntos creabamos muchas historias de la que luego ella dibujaba en su diario.
Fue así que con el pasar de los años yo la acompañe hasta que cumplio sus diesiseis años.
Dorothy jamás dejó de ser ella misma. A excepción de sus padres, ya que ella les habia contado de mi pero en realidad no creían.
En sus rostros se notaba la preocupación que tenían al no ver con sus propios ojos a ese mejor amigo que Dorothy tenía.
Tan grande fue el miedo que hizo que tomaran una decisión.
—Es por tu bien, hija. —nada más dijo su padre al dejar que dos hombres uniformados ingresaran a su habitación para llevarsela lejos de ellos.
—¿Papá, a dónde me llevan?
Sus padres ni siquiera la miraron a los ojos por la vergüenza que sentía.
—¡Papá, Mamáaaaaaa!
Lucho hasta el último momento, aunque en realidad fue en vano.
Yo la acompañe en todo ese trayecto. Con el desconsuelo en su rostro y mirada.
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Editado: 08.03.2023