Hijos Del Acuerdo

EPÍLOGO – EL PRECIO DEL DESEO

Doña Elvira estaba sentada sola en la sala, mirando la ciudad a lo lejos a través de la ventana. La casa estaba silenciosa, pero el eco de las risas de sus hijos parecía perseguirla, como si todavía flotara entre las paredes.

Habían pasado unos días desde la tragedia. Los periódicos y la televisión hablaban del accidente del avión, y el mundo lloraba a los gemelos que habían llevado música y alegría a tantos. Pero para ella, la noticia no era solo tristeza: era la confirmación de lo que siempre había temido.

El pacto que había hecho años atrás, en un momento de desesperación y esperanza, había cobrado su precio. El amor que había recibido al ver a sus hijos nacer había tenido un final que nadie podría cambiar.

—Lo siento… —susurró al vacío, con lágrimas cayendo por sus mejillas—. Nunca debí…

Doña Elvira sabía que nada de lo que dijera o hiciera podría revertirlo. Solo le quedaba recordar cada risa, cada canción, cada abrazo que había compartido con Ángel y Angélica. Su vida, su deseo cumplido y su dolor ahora coexistían, inseparables, como un recordatorio de que los sueños más intensos pueden traer consigo un precio imposible de pagar.

Y mientras el sol caía tras la ciudad, la mujer comprendió que algunas sombras nunca desaparecen, y que el precio de un deseo puede perdurar mucho más que la vida de quienes lo reciben.




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