Hijos del caos - Saga Gem Heart

Liberación

La brisa tibia de la tarde, se colaba por los grandes ventanales de la torre norte del castillo, agitando las blancas cortinas de la habitación de la reina. Los vitrales, jugaban con los cansinos rayos del sol, dibujando un camino colorido, hasta rozar los pliegues de su vestido.

Sentada frente al espejo, Allatani, cepillaba su lacio cabello, que caía por su figura, cual fina capa. Sus mechones, parecieron cobrar vida ante la brisa, haciendo cosquillas en la piel desnuda de sus hombros. Con la mirada perdida en su reflejo, oía con curiosidad el suave golpeteo de unos pies que resonaban por el pasillo.

Afuera de sus aposentos, una joven guerrera, aceleraba sus pasos hacia la habitación real. Su largo vestido, se arrastraba en el suelo de mármol. Mientras avanzaba, movía sus labios sin emitir sonido alguno, repitiendo para sí misma, el mensaje que llevaba. Se detuvo ante las grandes puertas de roble de la habitación real, las enredaderas talladas en la madera, se movían cuales serpientes.

Tomando un largo respiro, tocó dos veces y esperó. Del interior, la voz de Allatani le indicó pasar, las enredaderas se replegaron del medio y dejaron abrirse las puertas.

—Mi reina

Murmuró la joven, llevando el puño izquierdo a su pecho y haciendo una reverencia ante la imponente figura aleonada que la observaba a través del espejo. Allatani, dirigió sus ojos felinos a la guerrera. Recibir interrupciones en las tardes no era muy común, el hecho de que un soldado de élite estuviera frente a ella indicaba algo más serio.

—¿A qué debo esta interrupción de mis horas de descanso?

La voz fuerte pero melodiosa de la reina, tranquilizó un poco a su guerrera. La joven mantenía la mirada en alto, aunque no la miraba.

—El rey Selwyn de Coresis — dijo aclarando su garganta—, exige hablar con usted. Se encuentra en el salón Killari, afirma… tener una propuesta.

Ante la mención de aquel nombre, Allatani detuvo sus manos sobre su cabellera, sus ojos se perdieron por unos segundos en su reflejo. Hacía ya muchos años que no escuchaba de Selwyn, aquel nombre no le daba un buen augurio, aun así, dejó su peineta plateada a un costado y se levantó dispuesta a reunirse con él.

El salón Killari, se encontraba en la parte frontal del castillo, justo frente al pasillo principal que daba hacia los amplios jardines. En aquel lugar, Allatani, solía ocupar su trono y recibir a sus súbditos. Cada fin de mes, cuando Nanaq, la segunda luna, hacia su aparición, el palacio recibía al pueblo para oír sus necesidades y deseos.

En esta ocasión, en el salón Killari se encontraba el rey Selwyn de Coresis. Vestía un traje grueso de piel de dragón, que cubría su moreno torso, sus piernas de toro se movían por el salón haciendo un ruido estridente a cada paso.

Las damas y caballeros de la corte lo miraban caminar de un lado a otro, observando en cada vuelta, hacia el trono vacío. Todos conocían la reputación de aquel rey, y su sola presencia alteraba el ambiente tranquilo del palacio. Las damas y caballeros de la corte, quienes también era soldados de élite, mantenían los ojos fijos a cada gesto y movimiento del rey.

Aquel ambiente de tensión y silencio, se rompió cuando ingresó al salón, la doncella real, quien encabezaba el séquito de doce doncellas que acompañaban constantemente a la reina para asistirla en sus necesidades. Una vez que ellas ocuparon su lugar a cada lado del trono, la reina ingresó al salón, seguida por la guerrera, quien volvió a tomar su lugar entre las damas. Allatani fue recibida con una reverencia por parte de su corte e incluso del rey. Con todos los protocolos saldados, tomó asiento en su trono y bajó la mirada sobre el inesperado visitante.

—Rey Selwyn — exclamó la reina—, sea bienvenido a Etrabur ¿Puedo saber el motivo de su visita sin antelación?

El rostro grotesco del rey se contrajo en un vago intento de sonreír, pero el que tuviera el rostro parecido al de un cerdo no ayudaba. Se hincó de rodillas, mientras con gran dramatismo iniciaba su discurso.

—Hermosa Allatani. —Comenzó mientras abría los brazos como si estuviera en algún escenario—. reina y diosa de Etrabur, eh venido con el fin de acabar la rivalidad entre Coresis y vuestra tierra. —La reina, arqueó una ceja, bastante extrañada por la palabrería de aquella criatura—. Después de mucho pensar, recaí en la idea de que lo mejor para unir a nuestros pueblos es una alianza…una boda mi reina —Su sonrisa amarillenta se ensanchó—. Entre usted… y yo.

El silencio en la sala fue uniforme, la reina, mantuvo su rostro inexpresivo ante la propuesta. Pero, no se podía decir lo mismo de su corte, quienes intercambiaban miradas entre ellos y cubrían sus labios intentando mantener la compostura.

Bien era sabido que el reino de Coresis, albergaba una profunda enemistad con Etrabur, y ya bien conocida era la maldad de su rey. La joven guerrera, quien había buscado a la reina, se mantenía impasible, su mirada firme y postura relajada, delataban su tranquilidad. Al instante que oyó la propuesta del rey, sus ojos buscaron, en la fila de los caballeros, a otro guerrero cuyo rostro inexpresivo le devolvió la mirada. Una conversación secreta pareció llevarse a cabo entre ellos.

Ambos guerreros, pertenecían a una larga línea familiar, de los mejores combatientes del reino. Tenían un rango privilegiado dentro del castillo, ambos estaban a cargo de la protección personal de la reina. La joven guerrera, movió una mano hacia su costado, en respuesta, las seis damas que yacían cerca de ella, se movieron despacio hasta formar una fila. Segundos después, el joven replicó el movimiento de su compañera, en este caso, los caballeros fueron los que se movilizaron imitando la formación de las damas.




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