Hijos del caos - Saga Gem Heart

El loco de las trampas

Cher se acercó más a su amiga, los tres miraban a todos lados esperando ubicar el origen del sonido, finalmente fueron conscientes de un par de ojos brillantes que los observaba detrás de un árbol. La oscuridad que lo cubría no dejaba ver bien al dueño de aquella risa. No parecía detenerse, sea quien sea se burlaba de ellos, por un segundo Ady vio, algo que parecían unas orejas, moverse en la cabeza del individuo. Parecía un oso. Raff se había acercado unos pasos intentando verlo mejor, en eso, el blanco de unos colmillos resaltó de la boca de su observador, no fue necesario nada más. Raff salió corriendo al instante y las dos amigas lo siguieron. Cher corría detrás de su amiga sin saber la razón de su pánico, oía más pisadas por el bosque atrás de ellas, dio por hecho que el chico también buscaba una forma de huir. El corazón golpeaba su pecho rogando encontrar la salida, Ady; apretaba el agarre en la muñeca de Cher mientras rogaba en silencio lograr salir pronto de ahí.

Las primeras en salir del bosque fueron ambas jóvenes, saltaron la última hilera de raíces cayendo de bruces en la tierra seca. El sudor perlaba la frente de ambas, Ady vio el rostro de su amiga que casi ya tomaba el color de su cabello, ambas agitadas y temblorosas. Estaban a salvo, aun así, se encogieron cuando vieron otra figura salir de entre las ramas y caer al lado de ellas.

—Maldita sea casi me matas del susto salvaje – Gritó al chico que también tenía las mejillas rosadas y el sudor en su rostro. - ¿Por qué corrieron?

Cher casi gritaba las preguntas, estaba nerviosa y era una forma de calmarse o al menos intentarlo.

—Cher cálmate, ya pasó – Ady se había acercado a ella intentando que baje la voz – iremos a casa

—¿No te das cuenta que casi morimos? Esa cosa nos miraba desde la oscuridad, tú me aseguraste que el lugar era seguro

—El lugar es seguro, eso que pasó allá solo fue algo extraño – confirmó Raff mirando el bosque algo confuso o molesto Ady no sabía.

—¡¿Seguro?! Habla el loco de las trampas que cuelga a todos de cabeza

—Cher ya basta – Ady se plantó al frente de su amiga, miró fijamente a sus ojos, sabía que se calmaría, podía ser muy persuasiva sin decir ni una sola palabra – todos estamos asustados y si, sé lo que dije, y pues lo que pasó – miró a Raff en busca de una respuesta pero él se veía tan perdido como ella – no sé lo que pasó pero no quiero...no quiero saberlo.

—Dejé mi mochila

Cher había abierto los labios lista para responder, pero las palabras de Raff la obligaron a callar, ambas lo miraron como si estuviera loco. Nadie en su sano juicio volvería ahí, y menos con esa bestia, o lo que fuera, rondando. Ady agradecía que su amiga no pudiera ver en la oscuridad o definitivamente no dejaría de gritar.

—No creo que pienses volver, si eres listo no lo harás – Los ojos lobunos se juntaron con los ojos grises de Raff, aquello era solo una advertencia, ella no planeaba disuadirlo en caso de que el chico tuviera alguna obsesión suicida.

El ambiente era muy tenso y pesado, Ady podía sentirlo en sus hombros, además claro, del peso que Cher significaba ya que se sostenía de su brazo. No dudaba que si se alejaba de ella su amiga se desplomaría como un títere. El chico pasó su peso de una pierna a otra como si sopesara la idea, ellas estaban listas a marcharse. Cher se había calmado y mantenía la mirada fija al piso, Ady sentía el sudor rodar por su frente y bajar por su cuello, odiaba esa sensación, dejaría que el chico se matara si deseaba.

—Qué bueno que aún no los perdí, no acostumbro correr por estos bosques.

La ronca voz de alguien les llegó desde la arboleda, como un acto reflejo Ady se plantó delante de su amiga, quien ahogó un gritito y se ocultó detrás de ella. ¿Sollozaba? Ady no planeaba voltear a comprobarlo, eso sería darle oportunidad para que quien sea que los viera pudiera atacar. Raff a unos metros de ellas había sacado una navaja que ahora brillaba en su mano, la voz se cayó de improviso.

Silencio. La criatura sabía que debía ir con cuidado al tratar con ellos, a pesar de que sabía que ambos no contaban con alguna formación en lucha, no pudo evitar temblar al ver la mirada del chico con aquella arma en su mano. Los ojos de ambos mostraban un leve fantasma de sus pasados.

—No voy a lastimarlos – aquello no sonó creíble, el gruñido del final lo hacía dudoso, la criatura maldijo para si – solo quiero hablar con ustedes...os juro que no haré nada.

El silencio volvía a estar presente, Cher había sacado sus ojos curiosos por un lado del cuerpo de su amiga, había escuchado las palabras de su observador, ambas se miraron y casi como algo planeado, Raff y Ady intercambiaron una mirada volviendo al frente.

—Estoy desarmado, no tengo forma de lastimar a ninguno – su voz se fue haciendo algo aguda, más como una súplica – los estaba observando, es de suma importancia que me escuchen

Claro, un extraño del bosque tenía un mensaje muy importante. Pensó Ady poniendo los ojos en blanco, Cher daba tirones a su brazo que solo significaba una cosa "Hay que marcharnos". Esta vez no dudo, ya había metido en aquel embrollo a su amiga y no cometería el error dos veces. Bufó en tono de despedida, y giró sobre sus talones alejándose del lugar. Raff la vio irse aún sin bajar el arma que por ahora implicaba su única seguridad, no pasó mucho antes de que se acercara a su bicicleta sin dejar de ver los dos puntos brillantes que suponía eran los ojos del que le hablaba.

—Atius por favor

Fue lo último que escuchó antes de alejarse lo más rápido que podía, tendría que inventar una buena excusa para explicar que volvía a casa sin su mochila. Ahora no quería pensar, la cabeza le dolía a tal punto de casi nublar su vista. El sol se ocultó tras unas oscuras nubes, la lluvia sonó distante antes de caerle encima.

Al llegar a los acantilados, ambas chicas habían enviado todo el tema del bosque al rincón más alejado de su mente, disfrutaron del poco sol y la gran lluvia que finalmente las había empapado y enviado a casa. Pero ahora en la noche, sometidas al silencio del mundo y con la mente activa, los recuerdos regresaban con fuerza y ensombrecía sus rostros. Ady dejó su taza de té vacía a un lado de su cama, ambas estaban envueltas en sus pijamas, Cher seguía mirando al vacío con ambas manos sujetando la taza aún llena. Ady miró unos raspones en el cuello de su amiga y sintió un pinchazo en el pecho, aquello había sido su culpa.




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