Hijos del caos - Saga Gem Heart

Cuentos de grandeza

— No olvides que las antorchas sirven como armas — Murmuró antes de entrar.

Ady, levantó la mirada, pero este ya estaba unos pasos adelante. Recordó la tarde en que lo golpeó con una de las antorchas, la risa surgió en su pecho, pero fue aplacada en sus labios. No era momento de bromas.

Siguió al chico a una distancia prudente. Sabía que, si tenían que huir, él con sus largas piernas, rápidamente le sacaría ventaja. El pasillo los guio en espiral, adentrándolos en la tierra, ninguno recordaba que el camino fuera tan largo.

Al llegar al centro, ambos se percataron que el lugar lucía igual que las veces anteriores. Salvo por la mochila de Raff que yacía a un rincón, y lo que parecían restos de pelo y sangre cerca del lago.

Ady esperaba que eso no fuera lo que imaginaba, aunque dentro de ella lamentaba la mala suerte del animal fue la comida del oso. Otro cambio resaltante, era el de las paredes. La primera vez que entraron, estas estaban vacías. En cambio, ahora, trazos desiguales y enrevesados las cubrían.

Baldwyn los miraba con atención, quería hallar en ellos algún rastro de sus amigos, pero no lo lograba. Parado en medio de todo dejó que ellos se conectaran con el lugar. Cuando ambos dejaron de moverse, y posaron sus ojos en él, supo que era momento de llevarlos al pasado.

Sintió la garganta seca, aquellas miradas hacían trizas sus nervios. Sus ojos vagaron por el lugar, tratando de encontrar las palabras para iniciar con la historia.

—Mi nombre es Baldwyn Stolen — Aquello era duro de hacer —, Y soy el guardián de este mellom verdens. Este es el número veinticinco, el último que existe.

Los chicos escuchaban atentos, hombro a hombro, se mantenían quietos cual estatuas.

—¿Qué es un mesón verdens?

Los labios de Ady se torcieron en una mueca, mientras intentaba pronunciar las últimas palabras. Sabía que lo había dicho mal, sintió el calor subir por su cuello y posiblemente sus mejillas estuvieran teñidas en dorado.

—Mellom verdens — corrigió Baldwyn con gran paciencia.

La pregunta lo tomó por sorpresa. Olvidaba que, ellos no recordaban nada, no importaba cuan parecidos fueran a sus amigos del pasado. Los que estaban frente a él, crecieron con humanos y no entendían nada de su mundo.

— Pues es esto — Continuó mientras extendía los brazos señalando alrededor —, es amm como una puerta que te permite viajar a otros lugares…si eso, una puerta.

Estaba orgulloso de su explicación. Seguro que eso era lo suficientemente entendible, de otro modo no sabría que más decir.

—Es como un portal entonces — concluyó Raff.

Este tenía una mano en la espalda y la otra que sujetaba su barbilla. Ady, no pudo evitar recordar a la estatua del pensador, que hace muchos años vio en un libro.

Raff levantó la mirada encontrándose con el rostro confuso de Baldwyn

—O sea, si dices que esto es una puerta que te lleva a otros lugares — comenzó a explicar Raff, al notar la confusión en el rostro del oso —, quiere decir que es un portal. Con esto puedes viajar a cualquier parte del mundo en solo segundos.

—Es más complicado que eso, pero por ahora me sirve que lo entiendas. Solo por eso, te diré que sí. Este es un portal — tomó un profundo respiro antes de seguir — Y creo que el hecho de que los conozco ya es más que obvio ¿Verdad?

Había quedado muy claro, desde la primera vez, que aquella criatura los conocía. De solo analizar la idea, Ady se sentía terriblemente acosada. Toda la vida pensó que estaba sola en ese bosque, sin saber que unos ojos la observaban todo el tiempo.

—Eso es lo que no entiendo — agregó la joven — ¿Cómo es posible que nos conozcas? Al menos yo, no recuerdo nada de ti.

—En realidad no los conozco. Bueno… si, pero no. — Las cejas arqueadas de ambos, no se hicieron esperar.

—¿Cómo es eso que sí, pero no? O es si, o es no — exigió Raff.

Un suspiro pesado precedió las palabras de Baldwyn.

— Esto es difícil de explicar entiendan. Cuando me dijeron que sería el guardián del mellom verdens, no pensé que me chocaría con esta situación. — confesó —. Yo los conocí, pero no a esta versión de ustedes. Mejor dicho, conocí a la vieja versión de ustedes ¿Eso tiene sentido?

—Claro que no — Ady se cruzó de brazos —. Hablas de una versión vieja de nosotros, pero en mi caso, estoy segura de que no eh vivido más de veinte años con este cuerpo. Y en los recuerdos de mi infancia estoy muy segura que no apareces.

Raff intentaba recordar algún encuentro pasado con Baldwyn. Repasó a detalle cada recuerdo del bosque que tenía, a pesar de su esfuerzo estaba seguro que nunca antes lo vio. Incluso, nunca antes encontró ese claro.

Baldwyn negó con la cabeza, mientras caminaba hacia una de las paredes. Sus pasos eran extrañamente silenciosos para alguien de su tamaño. Incluso el arrastre de su cola, no producía ningún sonido.

Sus manos se dirigieron a su pecho, la gema que poseía ahí, resplandeció levemente por un instante. Cuando alejo su mano, enredado entre sus dedos, iba una hebra violácea, delgada como un hilo. Posó su mano en la pared, dejando que la hebra desaparezca dentro de la roca.




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