Hijos del caos - Saga Gem Heart

El bosque del petrificado

El olor de la carne asada fue su señal para entrar a casa. La lluvia ahora era solo un susurro que acariciaba la tierra, no había podido hacer mucho por su bicicleta, tenía mucho daño como para que el pudiera arreglarla por su cuenta. Dejando de lado sus herramientas, entró a la casa y se detuvo a la mitad de la cocina al percatarse que estaba totalmente empapado, su madre solía gritarle a menudo por ello, aunque en esta ocasión no parecía molestarle. Supuso que era a causa del accidente, había visto a su madre casi caerse en lágrimas y la culpa de haberla lastimado lo acompañaría siempre. Con una toalla que su padre le dio fue a sentarse a la mesa frente al plato de patatas horneadas y carne asada, su favorita desde que era solo un pequeño.

Miró a sus padres comer en silencio cada uno mirando solo su plato, aquello lo ponía nervioso, parecía como si alguien hubiera muerto y el seguía vivo. Miró a su madre, bajo sus ojos aún se veía el tono rojizo que había dejado las lágrimas en ella. Su padre lucía más calmado pero su mirada estaba perdida en algún punto de la mesa.

—¿Puedo poner las noticias?

La mirada de ambos se centraron en él, sin esperar una respuesta Raff se levantó a encender el viejo televisor familiar, Raff aun pensaba que aquella máquina era uno de los primeros que se fabricaron, cambió los canales sin dar opción a que algún programa dijera más de una palabra.

—Raff, vas a malograrlo solo déjalo en las noticias

Sin respuesta de su parte, detuvo su cambio insistente en el canal de noticias nacionales. Nunca le había gustado verlas, era muy deprimente escuchar cuantos muertos había en un día y todo el resto de desgracias, mas esa noche era al menos un murmullo cómodo.

"Según los testigos, el ataque fue de manera imprevista, los campistas se encontraban dentro de los lugares designados para ver las estrellas. Nuestro corresponsal quien transmite en vivo se encuentra ahora con una de las víctimas que sobrevivió. Adelante Mike"

Se oyó el ya conocido silencio que hay entre la conexión del estudio y el corresponsal, Raff, comía despacio su cena sin poder evitar escuchar un poco de lo que acontecía.

"Si, gracias estudio, me encuentro aquí con la joven que huyo de lo que fue un ataque de grandes proporciones... emm disculpa ¿puedes decirme tu nombre?" la voz dudosa al principio calló un sollozo, era una voz aguda seguramente una adolescente aún, cuando aprenderían los periodistas que si alguien tiene una desgracia lo que menos quiere es que le pregunten algo sobre ello. Raff, pensaba mientras mordía más de la cuenta su pedazo de carne.

"Marie... Marie Billkog" el periodista de nuevo interrumpía con las preguntas del caso "Eran monstruos, enormes con zarpas y pelo como osos" afirmaba la mujer que casi no se le entendía por sus sollozos. Raff, prestó más atención en cuanto oyó las declaraciones, en la pantalla se veía el rostro lloroso de una niña de catorce años, rubia y con el rostro sucio dentro de una ambulancia. "Simplemente aparecieron y traían adornos en ellos, tenían manos humanas pero otras partes no lo eran" La joven comenzó a llorar más, un paramédico interrumpió la entrevista y sedó a la muchacha cuyos sollozos se salían de control. El periodista sin mostrar su molestia llevo a su cámara a recorrer el lugar de los hechos donde la policía ya había cercado con aquella cinta amarilla. Raff vio como al fondo se observaban, no cuerpos, eran pedazos de lo que parecía estatuas, manos y rostros congelados en medio del terror.

Sintió un gran pedazo de hielo bajar por su columna cuando todos esos pedazos tuvieron sentido. "Al parecer las víctimas fueron petrificadas" Habló el periodista y después de ello no escuchó más. Sus padres lo observaban intrigados, Raff supo que al igual que él, ellos habían relacionado aquellas descripciones con su hijo; eso significaba que no era el único, había más criaturas como Raff. Pasado el desconcierto su ánimo pareció mejorar con esa conclusión. Terminó su cena y quiso ayudar a limpiar todo a su madre, pero ella se negó y lo mando a su habitación. Luego de varias negativas, Raff finalmente cedió. Subió a su habitación con una amplia sonrisa.

No podía equivocarse, si es que su deducción era correcta, en algún lado del país había más quimeras, el no tenía mayor razón para buscar esa dichosa gema podrían hacerlo los otros, no tendría que dejar a su familia. Pensó en Baldwyn y buscó la gema en el cajón de su escritorio. La levanto entre sus dedos mirándola brillar. Le había emocionado tanto al principio, pero el pensar dejar a su familia era algo que no le agradaba. Pero ahora si había una opción, mañana visitaría al oso de nuevo, le entregaría la gema y su vida volvería a ser aburrida. Volvería a la normalidad. Pensando ello se durmió aun con la gema en manos, había sido un mal día, pero esperaba que aquella noticia fuera el principio de la mejora.

***

Los ojos negros del lagarto miraban ocultos desde las sombras de los árboles, todo ese lugar era demasiado extraño, las luces que giraban y cosas negras como cajas a las que unos hombres hablaban. A pesar de todas esas luces la oscuridad del bosque era superior, así que estaba seguro de no ser descubierto. Lo habían mandado vigilar aquel claro luego de que todo el desastre explotara, llevaba horas mirando sin ver nada importante. Ya cuando el cielo dejaba ver sus estrellas, sus ojos negros siguieron a los hombres de las cajas raras, quienes desaparecieron por el camino llevando consigo los restos de los petrificados. No había logrado obtener algo relevante, su capitán seguro lo dejaría sin cena esa noche.

Maldiciendo por lo bajo regresó al campamento que habían montado en ese extraño lugar, a varios metros pudo reconocer el olor de la carne al fuego y su estómago rugió. Al llegar al círculo donde sus compañeros se mantenían tibios, buscó al capitán.

—Novedades eso espero, alguno de ellos debió ser, de lo contrario no habría razón para que estén en un lugar como este.




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