Esa mañana, la pequeña ciudad, amaneció con un encabezado, que atrajo todas las miradas, hacia las alejadas casas que se alzaban a las afueras del pueblo. Muchos encargados de prensa, llegaron al lugar del incidente para recabar la mayor información posible.
Los vecinos observaban la escena horrorizados. Todo era muy confuso, nadie imaginaba quién podría ser el responsable de tales actos.
—Nunca dieron problemas, eran unos vecinos muy amables y solo tenían un hijo.
Comentaban los vecinos entre ellos. Los bomberos, ya hacían el retiro de escombros de lo que alguna vez fue un hogar. El fuego, redujo a cenizas toda la pequeña propiedad.
Los policías, aislaron el lugar, buscando los cuerpos de la familia que ahí habitaba. Pero, no lograron encontrar nada, parecía que los dueños se hubiesen marchado por alguna razón.
A lo lejos, un joven encapuchado, observaba la escena con las manos en los bolsillos. Mantenía la mirada fija en la destruida casa, sus ojos ardían y el pecho le apretaba ante la escena. Ahí yacía su pasado, su infancia, su familia y lo que hasta ahora fue el hogar de su feliz familia.
—Creo...que es mejor marcharnos — Ady no quería ser grosera con el dolor de Raff. Pero, sabía que el tiempo que tenían para encontrar la gema, era muy corto —. ¿Raff? —Increpó la muchacha al no obtener respuesta.
—Mis tíos nunca sabrán lo que pasó… — murmuró con voz queda —. Nos buscarán y creerán que nos secuestró alguien —. En su voz, se percibía un profundo vacío —. Al final solo nos olvidaran…
Ady podía imaginarse, el dolor que en ese momento sentía Raff. Ella no tenía a nadie más que su madre, así que nadie las buscaría.
Cher en cambio, tenía familia, así que probablemente esa sería la única búsqueda que se haría con empeño. Seguro la policía preguntaría dónde estaba la chica, y llegarían a la conclusión, de que ella y su madre la secuestraron o algo por el estilo. A esas alturas, ya no importaba si medio país las buscaba.
—La mente olvida, pero el alma sigue perenne en los recuerdos — Citó la joven, recordando las líneas de algún viejo libro, cuyo autor no recordaba.
Raff desvió los ojos hacia ella, se veía pequeña y frágil, pero con una mirada que haría temblar al mismo océano. En definitiva, no era la mejor persona para consolar. Pero, aquella frase, parecía encajar perfectamente en ese momento.
—Vamos — dijo él—, será mejor seguir en lo que ya nos metimos.
Baldwyn, los esperaba solo unos metros más al fondo en el bosque. Era complicado esconder algo tan salvaje. Ambos sabían que estaban dejando atrás su vida y todo lo conocido.
Encabezados por el oso, se fueron adentrando en la penumbra del bosque hasta que el sonido de las sirenas y la civilización conocida, quedó solo como un vago recuerdo.
Conforme avanzaban, la vegetación se volvía más salvaje. Los troncos exhibían sus cortezas vírgenes plagadas de musgo. Ady, se sujetaba de algunas raíces y troncos caídos casi para impulsarse a seguir.
Raff, unos pasos más adelante, tomaba pequeños descansos cada pocos pasos. La ruta de Baldwyn, implicaba subir una montaña, para llegar al poblado más cercano de Boskairas. Todo eso con la firme idea, de que podían ayudarlos.
—Si siguen tomando tantos descansos no vamos a llegar nunca con ellas, muevan esas piernas.
El oso, varios metros adelante, los llamaba mientras tomaba su primer descanso, sentado en el tronco de un árbol caído. Raff y Ady notaban la diferencia entre ellos. Baldwyn, a pesar de todo, era un soldado y su entrenamiento le otorgaba más resistencia. Ellos, solo eran dos aventureros aficionados, que ahora tenían los pulmones ardiendo por el esfuerzo.
—Voy a llegar a esas Boskairas, con mis pulmones en las manos
El chico, limpió el sudor de su frente con la casaca que ahora tenía atada a su cintura. Su playera estaba empapada en sudor, al igual que sus mechones.
—¿Cómo puede algo tan pesado como el moverse tan rápido? — Preguntó Ady, señalando al oso con la cabeza.
El muchacho soltó una carcajada negando con la cabeza, era la primera risa después de tanto dolor. Se sentía extraño, pero a la vez reconfortante.
—No lo mires como algo gordo — respondió Raff—, ten en cuenta que los osos del bosque son muy fuertes y veloces a pesar de su gran tamaño. Supongo que en él es igual —Pensó un momento, antes de seguir —, además, si fue un soldado, tuvo un entrenamiento especial.
<<Ventaja biológica>> pensó Ady, mientras oía la explicación del chico sobre la razón de la velocidad de su guía. Cuando este terminó, solo suspiró casi como una respuesta de resignación y siguió su camino.
—Es bastante amargada — susurró Raff para sí mismo, mientras veía como lo dejaban atrás. Por alguna razón, verla con esa actitud, le hacía sonreír. Quizá porque, con ella cerca, no se sentía tan solo.
El sol repuntaba los árboles, cuando Baldwyn se detuvo cerca de un río que partía el bosque en dos. El enorme guerrero, se dejó caer sobre una de las rocas que se encontraba a los costados de la corriente de agua.
—Descansemos un rato —dijo mientras recogía agua entre sus manos, y la bebía —. Será mejor comer algo y luego seguir, creo que para la noche podremos llegar a las Boskairas y roguemos que sepan algo.
Ambos chicos estaban agotados y adoloridos, sus músculos reclamaban un descanso con urgencia. Ady se dejó caer en una pequeña roca cerca del agua y así poder mojarse un poco el rostro. Haciendo un cuenco con sus manos juntas, cogió un poco de agua y bebió.
El frío del líquido estremeció su cuerpo, tenía las mejillas doradas por el esfuerzo físico. Limpió el sudor de su frente con su mano y cayó de espaldas al suave pasto que había en el lugar.
—Debemos seguir, no podemos tardar tanto — murmuró cerrando los ojos. Escuchó las órdenes de Baldwyn, y le preocupaba el tiempo.
Una voz dentro de su cabeza le decía que se levante, que siga, que su madre se iría si no lograba encontrar la dichosa gema. Pero estaba tan cansada, que ni sus músculos obedecían para moverse.
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Editado: 18.05.2025