Tres fuertes golpes en la puerta, lo sacaron de su profundo sueño. Al principio, creyó que fue su imaginación, pero una nueva seguidilla de golpes, terminó por volverlo a la realidad.
El viejo hombre se levantó lentamente de su cama, mientras los golpes seguían azotándose en su puerta. Odiaba los ruidos fuertes, quien sea que fuese a esa hora, lo haría pagar por su atrevimiento.
Apretando los dientes, se aproximó en dos grandes zancadas a la puerta. Al otro lado, una pequeña ninfa de grandes ojos verdes lo miraba. La frágil criatura, no miraba al hombre con miedo, a pesar de ver sus colmillos.
—¿Por qué demonios tocas así la puerta?
La criatura ni se inmutó ante su gruñido.
—Porque, obviamente traigo información que puede interesarte —murmuró con una gran sonrisa—, me llegaron noticias de los vientos del este. Al parecer, fueron vistos guardias de Coresis en zonas de los humanos.
Su voz cantarina parecía campanas de viento. El hombre olvidó su enojo, habían pasado tantos años desde que escuchó aquel nombre. Pero ¿Qué hacían guardias de Coresis en aquel lugar? Y aún más importante. ¿Por qué?
—¿Nada más? Solo me despertaste para decirme que un montón de guardias están a lirendimes de nosotros
Esa ya no era su vida, tampoco su problema. Desde que huyó aquella mañana, decidió olvidar todo ello. Tratar de vivir en paz al menos en aquella dimensión. Ya no le quedaba más.
—No, no, claro que no. Me llegaron otros datos. Dicen las boskairas que el regreso de la reina se aproxima.
—¿Allatani? Pero...
—Sus guardias aparecieron luego de todo este tiempo — interrumpió la ninfa—. La profecía ha vuelto a resonar en todos los extremos del mundo.
Skaev, sintió el corazón estrujarse dentro de su pecho. Tomó a la pequeña ninfa de los hombros, casi desesperado de saber más. La criatura, se quejó de su fuerza mientras unas flores caían de sus cabellos.
—Oye me lastimas…
—Silencio, dime… acaso sabes como son los guardias — su enojo pasó a la desesperación—, dime te dijeron algo, ¡habla!
—¿Qué? Auch! No aprietes, me lastimas — el hombre la agitaba y apretaba cada vez más — No mucho solo… que…la chica ella… su guardia tiene ojos de lobo y su acompañante — tosió un poco, al sentir su cuerpo apretado, bajo esas enormes manos – el soldado parece un o…so
Skaev, soltó a la ninfa quién cayó al suelo tratando de recuperar el aire. El viejo hombre sabía lo que significaba. Eikya estaba viva.
Sin perder el tiempo, volvió al interior de su cabaña. El lugar era pequeño, como vivía solo, le bastaba una sola habitación. Ahí se encontraba su cocina, una chimenea, su cama y un viejo mueble hecho de follaje y pieles de animales.
La ninfa lo siguió al interior, extrañada por su reacción. Lo vio sacar su bolsa de viaje, donde comenzó a meter algo de comida.
—Oye…Ska… ¿Qué haces? No creo que los guardias esos te busquen, parece que andan buscando alguna cosa que el rey dice les envió por no sé qué.
La ninfa, lo miraba ir de un lado a otro, tirando cosas y guardando otras. Sabía que ese viejo estaba loco como una cabra, pero en ese instante lucía más desquiciado.
—Debo ir… debo encontrarlos
—Creí que… ya no querías involucrarte en los temas de Etrabur —dijo mientras su sonrisa se borraba—, por algo huiste aquí ¿O no?
Al oír aquello, sus manos se detuvieron. Dio un largo suspiro antes de voltear a verla. Aquella ninfa preguntona y sin filtro, fue la única compañía en esos diecisiete años de su exilio. Se convirtió en una gran amiga, lo mínimo que merecía, era una explicación.
—Nil, no hui, vine aquí buscando una esperanza. Pero, el tiempo fue inclemente y con la fe perdida, mi corazón se endureció — explicó, lo más calmado que podía —. Cuando te conocí, ya no tenía nada por qué continuar respirando. Lo había perdido todo — Miró sus manos, las cicatrices de guerra aún se podían observar en ellas — Tú me ayudaste a ver más allá de mi pasado y mi dolor, y hoy me has devuelto la esperanza. Nil… debo marcharme, me necesitan.
La joven ninfa conocía bien la historia del hombre, sabía que él llegó a ese mundo, buscando una esperanza. Pero el hecho de saber que, probablemente no volvería a verlo, la enojaba y llenaba de tristeza. Tenía los brazos cruzados mientras lo miraba.
—¿Entonces solo me dejaras? ¿Para ir por dos guerreros que quien sabe si aún apoyan a la reina?
Su voz hacía un esfuerzo por no quebrarse, Skaev, miraba sus labios apretarse. El bien conocía los sentimientos de la ninfa, pero nunca se lo dijo. Prefería mantener su amistad, antes de lastimarla con un rechazo.
—No son solo unos guerreros Nil… créeme, sé que no apoyarían a nadie más que la reina. Además, no lo hago por los guerreros, es también la esperanza de un pueblo.
Nil odiaba que, a pesar de todo, Skaev siguiera manteniendo aquel odioso honor de guerrero, de entregarlo todo por la reina. Sin decir nada más, giró sobre sus pies y se alejó. Skaev la vio marcharse, sabía que ella estaría enojada con él, pero era necesario.
Intentó seguirla, no quería que la última vez que se vieran, fuera luego de una discusión. Al salir de la cabaña, la ninfa ya no estaba. Solo quedaba, un rastro de pétalos en el pasto seco.
Pensó un momento en ir a buscarla, pero el tiempo lo apremiaba. Volvió al interior de su pequeña cabaña, para seguir con sus preparativos. Dentro todo era un caos.
De por si nunca fue muy ordenado, pero en esa etapa de su vida, ya ni se esforzaba en mantener un orden. Había decidido enterrar su pasado, intentó incluso, rehacer su vida ahí. Pero no pudo.
Caída la tarde, ya tenía casi todo listo para emprender su viaje. Sintiendo el hormigueo en sus manos, retiró la cama del rincón donde lo tenía. Bajo esta, se podía observar una compuerta de madera casi totalmente escondida por el polvo.
Skaev, levantó aquella compuerta, rebelando un gran cofre con el símbolo de las tres lunas grabado en oro. Ver aquello lo regresaba al pasado, a la alegría, la paz, el amor. Pero también al dolor y la soledad.
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Editado: 18.05.2025