Hijos del caos - Saga Gem Heart

Linquen

La idea inicial, ante las tareas, fue la de separarse. Pero Raff y en especial Ady, quien no por nada era una amante de las películas de terror, se negó a dicha propuesta. Pues, era de sabido, que en situaciones donde el bienestar de un grupo peligra, la peor idea era separarse. Y si bien, aquella no era una película de terror, prefería no arriesgarse de ese modo.

Nil tradujo con facilidad la primera misión, y esa era la de obtener el fuego escarchado. Aquel nombre, hacía mención a algo que ni siquiera parecía posible existir.

— ¿Qué es el fuego escarchado? — Preguntó Bald.

Para sorpresa de Raff y Ady, al parecer el termino era incluso ajeno a las quimeras del otro mundo.

—Es una extraña amalgama de los habitantes del hielo — respondió Skaev, quien parecía ya estar pensando en cómo llegar hasta los territorios helados.

—¿Habitantes de hielo? — preguntó esta vez Ady.

—Los habitantes del hielo, que viven en los extremos de este mundo — explicó Skaev—, y suelen frecuentar lugares donde hay presencia de hielo.

Con esa premisa, cumplir la primera tarea, parecía algo imposible. En todo el camino que hicieron hasta el lago, no estuvieron ni cerca de zonas nevadas. Es más, en el país no nevaba.

—Nil, ¿Por qué quieren el fuego escarchado? — Skaev se dirigió a la pequeña ninfa, quien se sobresaltó de oír su nombre.

—Ah, bueno, creo saberlo —dudo, aun aferrada al cuenco de piedra, como si fuera su salvavidas.

—Habla de una vez — insistió el mayor, mientras aseguraba su bolsa, listo para partir en cualquier momento.

Los demás, los oían charlar, mientras recogían sus cosas. Y al igual que el viejo lobo, se preparaban para partir en su nueva misión.

—Huy que mal genio — murmuró la pequeña ninfa, antes de responder — Los Fugulvand, según sé, tienen un tratado de paz con los del pueblo de hielo. En invierno, ellos no congelan sus aguas. A cambio, los fugulvand los proveen de peces durante el año.

—Donde encaja el fuego ese en toda esa historia — dijo Raff, ganándose una furibunda mirada de la ninfa.

—Déjame terminar —gruñó esta — para cerrar ese pacto, el pueblo de hielo les envió de regalo el fuego escarchado, y ellos les dieron una perla de luz. Ese es el símbolo de la realeza de los fugulvand.

Si bien la historia fue perfecta para saber del objeto, no tenía sentido en por qué buscaban el fuego escarchado. Se suponía que dicho obsequio, debería estar en poder de los fugulvand

—Quizá es una petición tramposa — sugirió Bald analizando la situación.

—No lo es — afirmó Nil —, hace ya muchos años, cuando yo era pequeña. Se extendió el rumor, de que unos duendes robaron dicho artefacto, cuando salía de las aguas como cada invierno.

— ¿Unos duendes superaron a un grupo de soldados Fugulvand? — Skaev se esforzó por no reír ante tal afirmación.

Incluso, Raff y Ady, que recién conocían todo eso, se les hizo graciosa la premisa. Para ambos, era imposible negar que los soldados fugulvand, se veían mucho más amenazadores que unos duendes ¿Cómo se logró dicha hazaña?

—Al igual que tú, nadie creyó ese rumor — prosiguió la ninfa — pero si ahora ellos lo piden, supongo que es verdad.

Después del paso de la incredulidad, Nil relato todo lo que sabía de dichos rumores. Al parecer, era un grupo rebelde de duendes que habitaban en esos bosques. Su tribu era conocida, por saquear objetos brillantes sin distinción de especies.

—¿Les roban incluso a humanos? – preguntó Ady, Nil solo asintió.

La castaña pensó en todas aquellas viejas leyendas, que se cuentan en pueblos, acerca de los duendes. Con la confirmación de Nil, ya no parecía tan descabellada, la idea de pensar que algunos objetos se pierden, por causa de ellos.

—Bien, entonces necesitamos una carnada que se vea brillante. O al menos bonito, creo que eso suelen buscar —murmuraba Nil, mientras organizaban el plan.

La idea era simple, uno de ellos tendría que caminar solo por el bosque, como si fuera alguien que solo está dando un paseo. Luego, sentarse bajo un árbol y fingir quedarse dormido.

Cuando el duende apareciera, y se llevara el artefacto, dos de ellos lo seguirían hasta su tribu. Vería donde guardan los objetos, y entraría a buscar el fuego escarchado. Si bien todo sonaba fácil, el principal reto era encontrar el objeto que usarían para llamar la atención de los duendes.

—Podríamos usar mi gema — propuso Raff, sacándola de su bolsillo.

—Ni lo pienses, las gemas son muy valiosas como para hacer eso —fue Baldwyn el que rechazó la idea—. Necesitamos algo que pueda hacer ruido, para al menos asegurarnos que se acerquen.

Ady, creía tener el objeto perfecto para esa opción. Era algo que hasta el momento no reveló, pero ya que estaban ahí, de nada valía aferrarse a ello. Sacó de la bolsa que cargaba, un pequeño celular con la pantalla destruida.

—Estoy segura que al menos tiene un poco de batería para hacer algo de ruido.

Ady encontró su celular, el día que abandonaron su cabaña. Lo halló bajo los escombros de su habitación, y por alguna razón, decidió llevárselo. En todo ese tiempo no probo encenderlo, además, con lo maltrecho que estaba, seguro que ni encendía.

Aun así, en aquel momento decidió probar. Presiono el botón de encendido un buen rato, hasta que la pantallita brillo. Con la pantalla destruida y contra todo pronóstico, aquel objeto funcionaba.

—Es perfecto, eso nos sirve — afirmó Skaev, tomando el objeto entre sus manos, para verlo más de cerca

Así lo hicieron, Ady ocultó sus cuernos lo mejor que pudo, usando su cabello. Con el celular en mano, caminó por uno de los senderos cerca del lago. A pesar de que el celular ya solo tenía cinco por ciento de batería, logró hacer que reprodujera algo de música.

Con la mirada al frente, y tratando de sacar sus nulas habilidades de actuación, Ady caminó un tramo del sendero. Luego, fingiendo estar agotada, se sentó apoyada en el tronco de un árbol y cerró los ojos dejando el celular sonando a su lado.




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