El agua estaba helada, y la oscuridad era cada vez más intensa. Conforme se sumergían, las “bolsas, como las nombraron Raff y Ady, se iban inflando como burbujas. Dando suficiente espacio para mover la cabeza y poder respirar.
Los soldados fugulvand que los escoltaban, en la superficie carecían de encanto. En cambio, ahora bajo el agua y la inmensa oscuridad, se podía ver el brillo verdoso de su piel como si fueran fantasmas.
Algunos tenían detalles de líneas o escamas doradas que brillaban como estrellas. Incluso, manchas violáceas o azules, que los hacia lucir como nebulosas en movimiento. Sus fuertes colas de pez, los impulsaban creando pequeñas corrientes atrás de ellos.
Ady creía que ahí abajo todo era oscuro, puesto que no lograba ver más allá que algas, un poco de basura, y peces que se movían de un lado a otro. Quizá su niña interior se sentía decepcionada, de no ver algo como la sirenita. Alejó esos pensamientos intentando estar atenta a su alrededor. Pues, a pesar de no tener el castillo del rey tritón ahí, las armas de aquellos soldados si eran muy atemorizantes.
Ady, calculó que el lago no tendría más de cuatro o cinco metros de profundidad, pues al levantar la cabeza, aun podía ver un poco del brillo del sol. Al menos, eso creía hasta que frente a ellos apareció un abismo.
Todo el sequito, emprendió la bajada hacia lo más profundo. La joven, por un segundo al llegar al borde, vio sus pies moverse sobre aquel agujero abisal, que parecía la enorme boca de alguna criatura. El miedo recorrió su cuerpo, se sintió tan diminuta ante aquella imagen. No reaccionó hasta que uno de los soldados, pico levemente su costado, con una de las lanzas.
Sintiendo el nudo en la garganta y el estómago, inclino su cuerpo y emprendió el descenso. La poca luz fue desapareciendo. Por unos minutos, todo el grupo nado en completa oscuridad, sintiendo solo la corriente generada por el nado de sus compañeros.
Un buceador novato, en aquella situación, ya no sabría donde era arriba o abajo, y ellos estaban exactamente igual. Los peces ya no se lograban observar en esa zona, era como si la vida fuera menguando conforme se bajaba.
Fueron minutos que parecieron eternos, hasta que, finalmente un punto de luz apareció frente a ellos, alzándose en aquella negrura. A este, le siguió otro y otro. Pronto parecía que las estrellas hubieran bajado a esconderse bajo el agua.
Miles de puntos brillantes de colores se veían por todos lados, pero aquello era solo la entrada. Las luces más adelante fueron tomando formas. Peces, algas, musgo y pequeñas criaturas que seguro la biología marina aun ni siquiera conocía. El séquito los fue guiando a través de un valle marino, bajo ellos se podía ver algunos otros soldados avanzando entre senderos brillantes.
Ady, estaba hipnotizada con lo que veía, no podía describir con exactitud si estaban pasando por un pueblo o ciudad. Simplemente la visión era impresionante. Los soldados que los guiaban no se detuvieron, pasaron más allá de los riscos y las luces. Hasta que apareció frente a ellos, una enorme plataforma triangular donde se observaba un séquito mucho más grande.
Conforme se acercaban, pudieron distinguir dos figuras que resaltaban. Una gran criatura, de hombros anchos y fuerte cola de pez. El color azulado de su piel, resaltaba frente al verde de quienes lo rodeaban.
A su costado, una criatura, de porte menudo y delicado, de hombros angostos y cabellos como algas que se movían salvajes. Su piel tenía el color azulado con pequeñas zonas de color dorado y verde, que brillaban con luz propia.
Ambas figuras, estaban sentadas en dos tronos tallados de roca. El más grande de ellos, portaba un cetro, el cual lo delataba como el rey. La figura a su lado, quien no portaba más que una corona, era la princesa heredera.
Ady, giro el rostro para comentar algo a Raff, algo muy común últimamente. Fue en ese instante, donde se percató, que ella estaba a varios metros delante de sus amigos. Dos guardias la escoltaban mientras, que otros cuatro, escoltaban a los demás.
Se veían más pálidos ante aquellas luces ambarinas, que funcionaban como las antorchas de aquel reino. Ady, pudo ver que incluso tenían los labios entreabiertos, como si les costara tomar el aire dentro de aquella burbuja. Extrañada y temiendo que aquellos soldados les hubieran hecho algo, la joven retrocedió para poder alcanzarlos.
—¿Qué pasó? ¿Les hicieron algo? — preguntó, al instante que logró estar lo suficientemente cerca como para que la escuchen, o al menos eso pensó.
Pero lo que paso, fue que las palabras salieron de la burbuja que cubría su cabeza, en forma de burbujas más pequeñas, y su voz nunca se escuchó.
Ady, miró las solitarias burbujas subir sobre su cabeza. Silencio. Los guardias no se alteraron ante el repentino regreso de ella. Quizá era por la confianza de que, en aquel reino ellos, estaban en enorme desventaja.
Raff, quien parecía ser el mejor en interpretar las miradas de Ady, sabía que la joven estaba preocupada. Al parecer, la castaña no era consciente de la enorme profundidad a la que estaban, la enorme presión del agua sobre ellos los estaba desmayando. Raff sentía sus pulmones ser apretados como juguetes de goma, respirar era ciertamente doloroso.
El chico, hizo un esfuerzo por aproximarse a la joven, tomo la mano de esta y la puso sobre su pecho. Ella pudo sentir el alterado latido del corazón del joven, estaba irregular e incluso se sentía la dificultad que tenía al respirar. En ese instante, las respuestas se abrieron ante ella. Ahora, incluso más que antes, era de suma importancia poder usar el portal.
—Su majestad los espera, por favor sigamos el camino.
El hombre sapo, se aproximó hacia ellos, al notar que estaban detenidos. La voz de la criatura sonó tan clara ahí abajo, incluso el tono chillón de su voz, desapareció. Ady, giro para verlo, y con un asentimiento volvieron a emprender el camino. Esperaba que sus amigos aguantaran un poco más.
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Editado: 18.05.2025