El sol ni siquiera había nacido, cuando se pusieron en marcha. El cielo, aún mantenía algunas estrellas, que los observaban mientras los cinco viajeros emprendían el camino hacia el territorio de los Kirfot.
El mayor de todos encabezaba el viaje, Ady no sabía cuánto tiempo transcurrió desde que iniciaron a caminar. Extrañaba no tener su celular, aunque dudaba que este, hubiese aguantado hasta esas alturas del viaje. En paz descanse el pobre celular, que yacía roto en algún lugar del bosque.
— ¿Me estás diciendo que es un pez?
La voz indignada de Raff, se alzaba desde atrás de Ady. El chico llevaba preguntando, desde que despertó, qué fue lo pasó luego de dejar a los Fugulvand.
En un principio, nadie le respondió. Pero, Baldwyn cansado de su perorata, finalmente le contó, como es que todos estaban vivos gracias a Ady y Skaev.
—No soy un pez — Afirmó la joven, sin siquiera voltear. Aquella afirmación, fue cargada de molestia en cada una de sus palabras.
—No un pez exactamente, es solo que ella posee dentro de su naturaleza, mayor capacidad para el agua — Agregó Skaev, mientras se detenía y giraba para esperar que el grupo no se retrase — A diferencia de Baldwyn que, a pesar de tener escamas, su naturaleza no está tan adaptada a las profundidades.
Ady también detuvo su caminata. No quería hablar de las partes extrañas de su cuerpo. Pero ella suponía, que sus escamas al ser más semejantes a las de un pez, la dotaban de la capacidad de esos animales para sumergirse a grandes profundidades.
En cambio, Baldwyn tenía patas de cocodrilo, Ady nunca vio un cocodrilo ir muy profundo. Al menos, no creía que fueran animales de soportar grandes profundidades.
— ¿Tenemos algún conflicto con los Kirfot? — Prefirió cambiar el rumbo de la conversación.
Ya el tema estaba siendo incómodo para ella, pues sentía que cada que hablaban de alguna característica suya, era observada en demasía. Algo que no era muy de su agrado.
—Por extraño que parezca, no — Respondió Skaev soltando una leve risa — Los Kirfot son criaturas que solo existen— explicó—. No apoyan a nadie, ni se meten con nadie. Es más, incluso nadie sabe de donde salieron o si fueron creados por algún dios que estaba aburrido. Simplemente están ahí y listo.
Descansaron unos minutos, la charla cesó y el camino se retomó. El cielo iba aclarando poco a poco, aun así, las sombras de la madrugada los ocultaban de posibles miradas curiosas.
En cierta parte del camino, Raff y Ady comenzaron a reconocer el lugar donde estaban. Era un lugar que muchas personas conocían, que incluso en clases de colegio, alguna vez se mencionaba.
No tardaron mucho en confirmar sus sospechas, cuando frente a ellos, en la tenue oscuridad, se podía distinguir las enormes rocas levantadas en formas de arcos. Su conformación circular era enigmática, y llenaba de preguntas siempre a la comunidad científica.
Ady, solo había visto el lugar a través de documentales y láminas en el colegio. Ahora frente a ella, sentía su cuerpo vibrar en un ritmo extraño. Era como si aquellas rocas tuvieran alguna energía eléctrica.
Skaev detuvo sus pasos, a unos metros de la gran conformación. Detrás de él, se detuvo el resto del grupo, como si esperaran que, de algún lado una criatura se materializara. Pero Skaev solo se quedó ahí, sin hacer nada. Mirando fijo a las rocas.
— ¿Debemos llamarlos? — Susurró Bald, quien al parecer tampoco entendía que es lo que hacía el mayor.
El oso no sabía mucho de las criaturas que habitaban el mundo humano, así que incluso para él, ver un Kirfot era una novedad.
—Silencio — Instó al instante el viejo lobo, volviendo a quedarse quieto y en silencio una vez más.
Por largos minutos, solo se quedaron parados en la semi oscuridad. El viento se arremolinaba a sus pies con un sonido silbante. Quietos, sin saber exactamente que esperaban o hacían, todos obedecieron.
Quien sabe cuántos minutos habrían estado así, cuando de pronto, detrás de una de las rocas una extraña figura surgió. A ella le siguieron otras más, siempre emergiendo detrás de las enormes rocas que se alzaban.
Por un momento, ambos jóvenes guerreros creyeron que las criaturas, salían de algún escondite que se encontraba atrás de las rocas. Pero, una de esas extrañas criaturas, se materializó desde la misma roca.
Fue como si aquel duro material, de pronto se estirara como una masa gelatinosa, dejando surgir aquel cuerpo gris que iba tomando una forma humanoide frente a ellos.
Los Kirfot, no tenía la forma de ninguna criatura que hubieran visto alguna vez. Sus cuerpos enormes, de casi tres metros, tenían largas extremidades. Sus brazos casi llegaban al suelo, donde terminaban en tres largos dedos.
Sus piernas largas, también terminaban en unos pies similares a las de un humano. Pero su torso, era lo más raro. Su cuerpo no poseía características sexuales, era solo un tronco liso y rectangular. En el pecho, se observaba una especie de rostro de ojos negros y boca con colmillos. No tenían nariz. Y donde debería tener una cabeza, simplemente no existía.
No eran una o dos, fueron casi cincuenta Kirfot quienes aparecieron y se aproximaron a ellos. Su piel gris y moteada, similar a las rocas, por momentos se camuflaba cuando se juntaban.
—Quimeras — Dijo uno de los Kirfot, con voz seseante, dando un paso al frente — Pasaron eones desde que las quimeras pisaron estos lares, parece que el velo se debilita. Quizá el mundo se está rompiendo.
Nada de lo que decía parecía tener mucho sentido, y tampoco era tranquilizador. Los ojos negros del Kirfot, pasaba por el rostro de cada uno, como si quisiera memorizarlos.
—Quimeras del reino de Etlandor, presentan sus respetos ante los Kirfot. Acudimos en busca de ayuda — Habló Skaev
—Oh Allatani — respondió el que iba delante de todos—. Si, su energía se perdió, pero se vuelve a sentir fuerte con ustedes aquí. ¿Buscan un favor?
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Editado: 18.05.2025