Hijos del dolor - Saga Gem Heart

Principio

El caos es el principio de todo, tuvo que haber caos para crear todo lo que hoy conocemos. Los cambios, las nuevas ideas, el avanzar en la vida siempre genera caos. Porque nunca se puede generar algo nuevo a través de la calma. El rio empuja las rocas y destruye todo a su paso para crear su camino. Eso, es caos. Y así como hay caos, también habrá orden.

El tono rojizo del cielo suele evocar melancolía, calidez, sentimientos acogedores. El celeste del cielo, nos llena de vitalidad, alegría, esperanza. Y un cielo lleno de estrellas, nos invita a soñar a sentir que hay mucho más que nos espera. Cuando Ady levantó la mirada hacia el cielo de aquel extraño mundo, solamente vio oscuridad. Era un cielo muerto. Ni una sola estrella se podía ver en él, simplemente una eterna negrura que lo cubría todo.

Sus ojos tardaron un poco en adaptarse al panorama oscuro. Evidentemente era de noche, aunque no sabía la hora con exactitud. Ady incluso dudaba que las horas en aquel lugar se rigieran igual que en el mundo humano.

El portal los había dejado en alguna especie de playa. Habían aparecido directamente en el agua. El nadar en aquella agua helada había terminado por poner todos sus sentidos alertas. Una vez en la orilla solo dispusieron a secarse. Nadie parecía querer decir nada, como si el simple hecho de hablar haría que todos los soldados vinieran por ellos.

Baldwyn soltó un largo suspiro, hace muchísimo tiempo había dejado aquel mundo esperando volver algún día; no muy tarde, para poder recuperar la pacifica vida que tenía. Pero en ese instante, con la realidad apretándose a su cuello, sentía miedo, como nunca lo había sentido. No estaba seguro cuanto tiempo había pasado ahí, pero incluso el aire parecía cargar una energía distinta.

— Falta un poco para el Mirneo — Habló Skaev y su voz se escuchó extrañamente baja, quizá era por el ruido de las olas que ahogaban su volumen normal. O tal vez, el viejo lobo prefería ser precavido — Será mejor buscar refugio temporal hasta que podamos ir en busca de algún aliado.

Con lo poco que aún conservaban, y ya sin nada de provisiones, emprendieron la marcha siguiendo al lobo. Caminaron por la orilla de la playa, justo por donde las olas aún cubrían sus pies. Raff supuso que aquello era un afán de que el agua borre sus huellas. El hecho de cuidar hasta el más pequeño detalle para no delatar su presencia ahí, le confirmaba que sus enemigos, no lo pensarían dos veces antes de matarlos.

Su caminata los llevó hasta unos acantilados donde una pequeña cueva, un tanto alejada del agua, les dio el refugio que necesitaban. Cerca de las rocas habían maderos y ramas que el mar dejaba tirado cuando bajaba la marea. Después de juntar las más secas, pudieron improvisar una fogata dentro de la protección de la cueva. Al ser pequeña, el calor se distribuía bien permitiendo así poder secar sus ropas y abrigarse un poco.

— ¿Dónde estamos exactamente? — Volvió a cuestionar Baldwyn quien miraba fijamente el dibujo que Skaev había hecho en la arena, explicando su plan de como llegarían a la ciudad.

— Pero ya te dije… — la frustración se sentía en sus palabras- A ver cómo te hago recordar — Skaev paso sus enormes manos agitando su pelaje de la cabeza — Estamos a unos kilómetros del puerto del norte. Cerca de los Irtros

— Estamos en los Irsal — concluyo el oso asiendo que Skaev finalmente asintiera con una sonrisa, mientras que el oso parecía estar al borde del pánico.

—Si, bueno no exactamente ahí, digamos que en sus límites. Pero ya ahora si entiendes mi ruta ¿Verdad?

Raff miraba lo que se suponía era un mapa aparentemente muy entendible para los dos mayores, pero él no veía más que garabatos y trozos de arena levantados. Volteó a ver a su compañera solo para comprobar de que estaba igual o quizá más confundida que él. Definitivamente ambos eran un peso muerto en aquella misión de rescate. Dejó de tomar atención a los dos guerreros y acerco sus manos un poco al fuego. Tenía mucho frío y morir congelado no era uno de sus deseos en aquel momento. El pecho aún le dolía un poco, y aquel dolor mantenía vivo el recuerdo de aquella visión que había tenido. Dentro de él podía sentir el cariño y el amor hacia aquella dulce joven de rasgos de ave. Pero no sabía quién era, solo podía decir que algo en él o en su pasado, la había amado demasiado.

— No sé qué tan seguro sea en este momento el pueblo de los piratas y mercantes ilegales. Ya en ese tiempo no les agradábamos ahora solo buscarán hacernos alfombras.

Skaev uso el palo con el que había estado dibujando en la arena, para pegar en la cabeza del oso. El viejo lobo odiaba que antes de alguna misión, su equipo se ponga nefasto. La muerte tenía oídos en todos lados y llamarla antes de una misión solo aseguraba el fracaso de este.

— Es la ruta más segura, el pueblo ya no es lo que era. Estoy seguro que incluso podríamos encontrar algún conocido.

Había pasado ya varios minutos en los que Ady se había limitado a escuchar y peinar sus cabellos con sus dedos. Seguramente aquella acción era un afán de calmar su ansiedad, pero viendo la leña consumirse y que nadie parecía decir nada, carraspeó para poder llamar la atención del resto.

—Creo que a estas alturas ya no es momento para que hagas los planes solo con Baldwyn – Dijo de entrada la joven mirando directamente a los ojos del hombre — No conocemos la zona, pero es preferible que expliques de una vez la ruta y nos pongamos en marcha. Necesitamos ropa, armas y provisiones.

Skaev se quedó mirando fijamente los ojos de Ady, sus palabras no sonaban a la joven que habÍa crecido en el mundo humano, sonaba a la fuerte guerrera que solía retarle a duelos de entrenamiento. Su corazón se estrujó hasta que su pecho dolió. Tuvo que recordar bien que su Eikya ya no estaba, debía seguir adelante a pesar del dolor.

— Tienes un buen punto — Respondió el viejo lobo asintiendo y alejando sus recuerdos al fondo de su memoria — Muy bien entonces, nos espera un largo camino desde hoy…




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