Hijos del dolor - Saga Gem Heart

Héroes del pasado

Conforme se iban acercando al pueblo, el ruido de las voces y la vida diaria se iba sumando al sonido de las hojas de los árboles que eran agitadas por la brisa. Ambos lobos no tomarían la calle principal para entrar al pueblo, el plan era estar por las pequeñas callejuelas y espacios donde la gente no se tomaría el tiempo de mirar a quien tenía al costado.

La pobreza y el mal vivir era muy evidente en todo el lugar, con cantinas llenas de bebedores ruidosos y apestosos, mujeres que con solo una mirada ya te habían matado de tres formas e incluso niños buscando atentos algo de valor para robar. Era una visión bastante triste, Raff caminaba detrás de Skaev, el mayor avanzaba por la calle similar a un muro haciendo camino. Hacia acopio de todo el ancho de sus hombros y el resto parecía ceder ante su tamaño.

Uno de los callejones que habían recorrido, los llevó hacia una calle un poco más amplia llena de puestos de comida, ropa y bebida. Se podía sentir todo el ambiente de mercadillo. Skaev se acercó a el y susurró a su oreja.

— Busca algo de comida y ropa, aprovecha el caos y roba algo. Yo iré por armas, te veo a la salida del pueblo en una media hora.

Sin darle opción a replicas, con dos palmadas en la espalda el viejo lobo se alejó a paso raudo entre la multitud. Raff, con muchísimas objeciones en los labios, se quedó ahí parado tratando de procesar las mil y una cosas que estaban mal en ese plan. Tratando de no lucir tan perdido, Raff se enderezó y sacó sus dotes que había desarrollado viviendo como humano, la habilidad innata de escabullirse y poder encontrar cosas valiosas.

Necesitaría algo de ropa para él y para Ady. No podía imaginar que podría ser para la joven. Mientras caminaba por el mercadillo, ubicó a un gran tipo con cara de jabalí quien cortaba laboriosamente un montón de pescados. El hedor de aquellas presas era terrible pero no parecía molestarle a el en lo absoluto. Pero, ahí cerca de aquella temible criatura con colmillos; se observaba una bolsa que colgaba de una de las cajas de pescado. Aquello serviría para poder llevar algo de comida. Raff observó de reojo al pescadero, este atendía a los clientes frente a él dejando totalmente descuidado la caja detrás suya. Raff sabía que con una buena distracción podría obtener aquella bolsa.

Se fue acercando de a poco, y aprovechando la multitud de clientes de aquel jabalí, el hacerse con la bolsa fue muy simple. De ese mismo modo, el joven lobo fue recolectando lo encargado. Unos panes, algo de fruta, pasteles que encontró por mero antojo. El lugar tenía muchas cosas vistosas para curiosear. Trataba de analizar bien que llevar antes de cargar algo innecesario. Cuando hubo ya recolectado, lo que en su opinión les serviría para un par de días, salió de aquel mercadito. Llevaba ahora dos bolsas consigo, solo faltaba encontrar algo con qué vestirse.

En ese momento añoraba las montañas de ropa de Madam Lenay, parecía lejano el día en que la conocieron y se vistieron en su hogar. Caminando por las callecitas empedradas, agolpadas de basura, Raff iba internándose más por el pueblo. Había cruzado ya a varias criaturas curiosas, de distintos tamaños y rasgos. Algunos tenían muchas características animales y muchos otros podrían fácilmente pasar por humanos.

Las grandes calles dieron paso a las viviendas y lados más tranquilos del pueblo. Pequeñas casas hechas con pedazos de otras construcciones. Tejados naranjas y rojos oscuros con chimeneas o señoras jugando con sus niños. Entre las casas se podía observar los tendederos llenos de prendas de los pobladores de aquellas propiedades. Era una zona tranquila, le recordaba a su hogar en el otro lado.

Raff ubicó una pequeña casita donde parecía hornearse pan, detrás de esta en un jardín trasero, observó algunas prendas a su alcance. Si bien aún le quedaba una fea sensación de robar a quienes ya de por si parecían no tener nada, debía recordar la posición en la que estaba. Caminó tranquilo hasta la valla trasera que circundaba el jardín. Ubicó una madera suelta y aprovecho el espacio para meterse. No parecía haber nadie en el patio así que fue moviéndose entre las telas hasta encontrar algunas que le convencían.

Raff ya había guardado dos prendas que seguro le caerían bien a Ady y algo para él, de pronto oyó el sonido de una puerta golpearse al cierre. Giró asustado listo para huir. Salió de entre las telas solo para encontrarse con una mujer regordeta con manos y orejas similares a las de una liebre. La mujer soltó un grito al ver de pronto frente a ella al enorme lobo. Llevaba una tinaja con lo que parecía más ropa recién lavada.

Raff tembló al verse descubierto, no tenía armas y no sabía lo que le harían al ver quien era. Pensó en Skaev y que no tenía forma de contactarlo. Su estómago se contrajo por el miedo con tanta fuerza que brevemente perdió el aire. Dio vuelta y corrió bajo las telas hasta donde creía que estaba la madera por donde había entrado. Entonces la mujer le habló.

— ¿Capitán Atius? — Sus patas se detuvieron al instante sin explicación, sentía la tierra y piedritas presionando en las almohadillas de sus patas lobunas. Él no había dado la orden a su cuerpo de parar, pero algo en él sí. Por un instante en su mente se cruzó la imagen de una niña de largas orejas acurrucada en un carruaje de refugiados.

— Ca— capitán es usted ¿Verdad? — Raff oyó los pasos de la mujer aproximándose, volteo la cabeza para verla. Sus enormes ojos de coneja la hacían ver como una presa. Tenia el delantal mojado — capitán al fin regresó, creí… siempre creí que había muerto en el castillo

La voz esperanzadora de la mujer hizo que sus nervios se calmen un poco y relaje su postura. Giró por completo para ver a la mujer que ya estaba solo a dos metros de él, con una sonrisa iluminando su rostro.

— ¿Usted…me conoce? — Aventuró Raff. La mujer agitó la cabeza con fuerza en respuesta — Maryke ¿verdad?

El nombre llegó a él como si se lo hubieran susurrado. La coneja sonrió aún más al oír su nombre en sus labios de él. Se acerco tomando la mano del chico y apretándola con fuerza




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