Hijos del dolor - Saga Gem Heart

Prisioneros de vida y guerra

El palo de madera golpeo de lleno en su estómago, el dolor lo recorrió como si fuera fuego. Cayó de rodillas con las náuseas creciendo producto del golpe. El sudor bajaba por su cuello mientras trataba de recuperar el aliento. A unos metros de él, Skaev lo observaba parado con el palo aun en mano.

— Suficiente, entro yo — Ady se había levantado, no quería ver al muchacho lastimarse más de lo que ya estaba.

— No…Aún…yo sí… — Raff intentó oponerse, pero solo logro caer de lado.

— A este paso les cortaran el cuello más rápido de lo que creí — exclamó Skaev mientras se dejaba caer un rato al suelo para descansar.

Llevaban casi un mes de caminata, en los breves momentos que acampaban, Skaev se había dispuesto a enseñarles al menos cosas básicas para defenderse. Con un palo arrancado de un árbol a forma de espada, día a día los había entrenado. Luchaba con ellos, pero lo único que hacía al final, era terminar con dos chicos adoloridos y llenos de moretones. Eran totalmente inútiles para luchar, se aceleraban demasiado, tenían pocos reflejos y resistencia. Su equilibrio era terrible.

— Ven, apóyate en mí y levántate, mejor hoy ya descansa

Ady ayudaba al chico a levantarse y lo llevaba cerca de la fogata que habían armado aquel día en su campamento. Raff odiaba verse débil pero la fuerza de Skaev era tremenda. Todo el cuerpo le dolía de las sesiones de entrenamiento.

Ady se aseguró de que el chico no se desmayara de dolor, seguido de eso, cogió su espada y se paró frente al viejo lobo.

— Mi turno

Skaev levantó la mirada y luego giró para ver al chico que aun lucía pálido del golpe. El acuerdo había sido que cada uno entrenaría al menos una hora por día, pero a Raff aún le quedaba tiempo de entrenamiento y eso Skaev no lo dejaría pasar.

— Le falta aún quince minutos de entreno, así que tú debes esperar.

Ady sabía que quería ser estricto o tal vez los usaba como sacos de boxeo personales, para así aplacar su ira por no tener a sus antiguos guerreros con él.

— Mañana él puede recuperar su tiempo, déjalo descansar le diste un mal golpe

— No existen malos golpes en la guerra niña, en el campo de batalla no van a pegarte suave para que no te duela tu cuerpo. Ahí te mataran sin piedad alguna — Siempre con aquellas amenazas tétricas de muerte, Skaev llevaba repitiendo aquello desde que comenzaron a entrenar. Nada parecía ponerlo de buen humor.

— Pero ahora no estamos en el campo de batalla, es un entreno así que podemos…

—Piensa lo que estás diciendo cuernitos — de improviso el enorme lobo se levantó, interrumpiendo las palabras de la joven — ¡Quiero entrenarlos para que, en medio de la batalla, puedan seguir en pie y luchando por su vida, aun cuando tenga una espada clavada en el costado! — Perdió la cordura y su voz se alzó tal y como la de un militar ordenando a sus cadetes — Para eso deberás tragarte el dolor o simplemente muérete.

Discutir era en vano, Ady lo sabía bien, solían pelearse con Skaev al menos una vez al día. En silencio siguió manteniendo la mirada en el hombre, Raff aunque hiciera el intento sus piernas ya no parecían responder ante su orden de levantarse. Así que Skaev notablemente enojado, volvió a tomar el palo y se posicionó para entrenar ahora con la joven.

— Si tanto quieres defender a tu compañero caído en batalla, bien, defiéndelo con tu vida entonces.

Sus palabras debieron ser captadas como una advertencia para la joven, pero no se le pasó por la cabeza que el viejo soldado no tendría piedad. Cada golpe hacia vibrar el frágil brazo de Ady, en varias ocasiones sintió el dolor bajar por su muñeca y casi soltar la espada debido a esto. Cada golpe que bloqueaba era solo el precedente a otro que le caía en el cuerpo con fuerza.

Skaev era enorme y lucia pesado, pero su manejo de aquella falsa espada era magistral. Veloz y preciso con sus movimientos, cada uno cargado de fuerza bruta que de seguro hasta el más temible enemigo temblaría.

Ady intentaba responder a su ataque, este no se detenía y tampoco parecía dispuesto a dar un descanso. En varias ocasiones la joven cayó al suelo y tuvo que rodar para evitar el golpe. Skaev estaba dispuesto a hacerle pagar sus palabras. Arriba, bloqueo, giro. El palo golpeó sus costillas. Abajo, giro, al frente. El palo se estrelló en su esternón bajo su gema. Después el golpe se lo llevaron sus piernas, espalda baja, brazo, abdomen. La joven, golpe tras golpe no solo no caía, se notaba su dolor en el rostro, pero seguía poniéndose en pie solo por orgullo.

— Sube la mirada no te distraigas

El mayor indicaba en cada golpe los errores que ella cometía. Ady no sabía si eso le ayudaba o simplemente la desconcentraba más. El palo que hacia de espada ya se encontraba astillado de las veces que choco con la hoja de la espada. Así que sus golpes dolían más.

— Coloca bien esa pierna de apoyo

Otro golpe, su rodilla tembló amenazando con hacerla caer de cuclillas. El sudor ya bajaba por su espalda, e incluso caía dolorosamente a sus ojos que ardían al contacto.

— ¡Sujeta la espada con ambas manos, sin miedo!

Basto que Skaev diera un suave empujón a la joven y su cuerpo perdió el apoyo, cayó hacia atrás sin remedio, pero no soltó la espada. Bald solo miraba la escena sin atreverse a interrumpir. No era por miedo al mayor, sino que sabia que aquel era el método de entrenamiento del General. Raff ya se había recuperado del dolor inicial y en mas de una ocasión quiso reclamar e incluso meterse, pero Baldwyn lo había detenido.

— La está lastimando demasiado — afirmaba el chico mientras hacía ademan de levantarse.

-Mejor quédate quieto o será peor para ella e incluso para ti. Ella aceptó defenderte, si te levantas habrás puesto su honor de guerrera en juego y Skaev solo será más duro con ella.

—Como que honor. Baldwyn, Ady no va a soportar tanto — El chico estaba conteniendo sus ganas de correr y detener todo.




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