Hijos del dolor - Saga Gem Heart

Ushpa

La pequeña taza de cerámica se rompió en pedazos cuando chocó con las piedras de la chimenea, pequeñas chispas saltaron del fuego cuando el líquido verdoso se esparció sobre los leños encendidos. Maretz acababa de arrojarla en un intento de aplacar su ira. Cher, asustada, mantenía la cabeza gacha con la mirada fija en la mesa. Estaban en el hogar del general, una pequeña cabaña de madera que se dividía en tres habitaciones, de las cuales la más grande hacia labor de comedor y centro de reuniones.

Varios mapas y pergaminos se encontraban esparcidos por la mesa. En los bordes de esta se podía ver grandes surcos, dejados probablemente, por el filo de alguna arma. Cher no esperaba que su información sentara tan mal al hombre. En la mañana había hablado con él, y a pesar de esa energía hosca que emitía, hablaba muy tranquilo y hasta cierto punto se diría que calmado. Mas, en ese instante, tenia los puños apretados y los ojos casi saliendo de sus orbitas, se notaba que intentaba contener su enojo sin nada de éxito.

Cerca de él, Jayder, mantenía la vista fija al suelo. Al parecer la noticia de que Raff y Ady no recordaban nada de su pasado, había arruinado muchos planes. Años de trabajo habían sido tirados a la basura solo por la confesión accidental de una pelirroja. Y un destino cruel que se empeñaba en dificultar las cosas para todos ellos.

— Estoy seguro que no estas entendiendo niña — el general volvió a poner atención en la joven quien se encogía en afán de desaparecer — El oráculo no mencionó aquel detalle, específicamente dijo que los guerreros…eh que…o sea que volverían y restaurarían el reino…¡ESO!

El enojo incluso parecía haber dificultado su capacidad de manejar el idioma de Cher. Por momentos Maretz balbuceaba algunas palabras que, ante los oídos humanos de la joven, no tenían nada de sentido. La pelirroja levantó un poco la mirada, Estaba segura que si no fuera por esa gruesa piel de oveja, el rostro de aquel tipo estaría de un rojo por todo el esfuerzo que parecía hacer al no gritar más.

— General, quizá…

— No hay quizá Jayder, doscientos años de sufrimiento de planeación constante y sacrificios. No va a venir una simple humana a decirme que la profecía está mal.

Su enorme dedo golpeaba la mesa como si fuera un gran martillo. Cada golpe hacia temblar las pequeñas torres de pergaminos que se apiñaban precariamente una sobre otra. Jayder miraba con compasión a la joven, Cher no se atrevía a levantar la voz como usualmente lo hacía con sus maestros o cualquiera que amenazara con tratarla mal. Ahí, sabiendo su notable desventaja solo callaba en un intento de sobrevivir.

— Pero no te dijo eso, ella contó lo que sabe. Si el oráculo no mencionó aquello fue porque la profecía se va a desarrollar sin importar como.

— ¿Tu no notaste nada cuando los encontraste? Supongo que dieron pelea eran los mejores espadachines que conocí. Eikya era implacable.

Esta vez el interrogatorio se centró en Jayder, el soldado contuvo la respiración un momento. Los ojos del mayor lo escrutaban con impaciencia esperando una respuesta.

— No…la verdad fue muy fácil capturarlos — confesó — pero creí que lo hacían para fingir debilidad ante el general. Creí que era una estrategia para proteger la gema — añadió como si aquel detalle pudiera ayudar en algo.

— Yo sé lo que les digo…Ady o como ustedes le dicen, Eikya crecimos juntas. Ella nunca mencionó nada de esto. Cuando finalmente conoció al oso ese incluso estaba confundida.

Cher creyó prudente evitar mencionar que su amiga ni siquiera planeaba aceptar la misión. Suponía que, si mencionaba aquello, la oveja terminaría aún más enojada y no solo rompería una inocente taza, seguro que hasta se quedaba sin toda esa lana esponjosa.

Pero al final Cher no entendía la desesperación de la criatura. Ady se había visto forzada a aceptar la misión gracias al secuestro de ella y su madre. Raff, lo mismo, por algo esa última vez que pudo ver a su amiga, Raff la acompañaba. La profecía se cumpliría tal y como querían todos. Quizá ante su perspectiva humana, todo el problema se veía realmente simple, pero claro Cher sospechaba que no estaba entendiendo la totalidad de la situación.

— Yo creo que, si mi amiga cruza esa barrera y viene a este mundo, se supone que el camino de la profecía va en ruta a cumplirse. No tienen por qué enojarse

Jayder la miro severo intentando que guarde silencio, pero la joven no fue consciente de los intentos del chico de decirle, disimuladamente, que se calle. Recién notó el peso de sus palabras cuando la mirada del general se posó en ella.

— Es obvio que tú no entiendes, porque tú en primera no perteneces a este mundo. Como dices tu “amiga” — pronuncio aquella palabra en tono burlón — vendrá buscando a su madre y a ti, nada me asegura que tengan la gema. Sin eso no somos nada, nuestra lucha sería en vano. Tantos años de sacrificios y soldado muertos en servicio para que ahora me salgan con esa historia de que no recuerdan nada.

— Maretz, ya déjala ella solo nos ayudó dando información para poder hacer un plan de contingencia si es que las cosas salen mal — Jayder puso una mano sobre el hombro de Cher en gesto protector.

El general vio al chico y luego miró el hombro de la joven. Se relamió los labios como si fuera entendiendo todo, pero evito dar un comentario.

— Hubiera sido peor saber eso al último momento, ahora que lo sabemos, solo debemos seguir con el plan en curso y averiguar si es que cruzaron la barrera.

Maretz se alejó y se quedó mirando la chimenea que de a poco se iba quedando sin leños. El general ya no volvió a dirigirles una palabra o la mirada. Jayder la tomó del brazo y la levantó dándole pequeños empujones para salir de ahí.

— Vamos, es mejor que se calme. Avanza y no digas nada — digo en su susurró al oído de la pelirroja, quien obediente salió de aquel salón sin siquiera mirar atrás.

Afuera el sol del medio día ya brillaba en el cielo, ahí Cher no podía saber la hora exacta, parecía que en ese lugar los relojes aun ni siquiera existían. Cher caminó en silencio por la calle principal junto a Jayder. No sabía si este, al igual que el general, estaría enojado. Aunque claro ella no tenía la culpa de nada de lo sucedido. Era simplemente una víctima más de un horrible destino.




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