Hijos del dolor - Saga Gem Heart

Primero de muchos

Aquella mañana según los cálculos de ambos jóvenes, cumplían un mes en aquel extraño mundo. La mañana era fría y húmeda, la niebla tocaba el piso para cuando ellos volvieron a emprender el viaje.

Llevaban varios días de camino, había hecho su ruta a través del frondoso bosque, este los mantenía lo suficientemente cubiertos de cualquier enemigo o los soldados de Coresis que seguro pasaban por los caminos del lugar. El camino a través de la maleza y los troncos era mucho más accidentado y cansado. Raff y Ady poco acostumbrados a tales travesías, tomaban descansos usualmente, eso hacia que su avance fuera mucho más tardado.

El viejo lobo había indicado su ruta hacia un poblado de boskairas donde pensaba pedir refugio hasta poder idear un plan de rescate o ubicar a más aliados. Claro, nada les aseguraba que las boskairas aceptarían brindar ayuda, pero en ese instante no tenían más que intentar.

— Ya no podemos descansar, el sol casi llega al centro hemos perdido medio día por ustedes — habló el viejo lobo mientras mantenía la vista en el cielo aprovechando un pequeño espacio entre la copa de los árboles amarronados del lugar.

Ady lo oía a unos metros mientras irritada luchaba con una tonta rama de árbol que se había enredado en su cabello. Hace ya mucho tiempo que había perdido la liga con la que ataba su cabello, y más aún, hace mucho tiempo que su cabello no veía un peine. La humedad y la falta de cuidado hacía que su cabeza se convirtiera en una jaula de cualquier pequeño objeto como ramas u hojas.

Esta vez la rama se había atorado de tal modo que avanzar significaba arrancar unos mechones. A ciegas la joven luchaba exasperada con sus torpes dedos. Raff, unos pasos más adelante, se detuvo al no oír los pasos de la joven, giró el rostro solo para ver aquella cómica escena. La risa surgió en su pecho, pero no salió de sus labios, sabía que reírse solo traería una mirada asesina de la joven.

El chico rehízo sus pasos hasta ella. A pesar de llevar tanto junto la joven aun parecía reaccionar a la defensiva ante su cercanía. Raff lo notó cuando ella dio un paso hacia atrás en cuanto él llegó a su lado. Claro no pudo retroceder mucho debido a que el cabello la sujetaba.

— Quédate quieta, deja que te ayudo si te mueves solo vas a empeorar todo

La confianza de saber lo que hacía se notaba en la voz del joven, Ady bajó las manos y dejó que este se encargue. Se oyó un leve ¡clacl! Sobre su cabeza Ady supuso que este estaba rompiendo la rama. Dos clacs más resonaron de nuevo y todo termino.

— Listo eres libre ahora

Ady había mantenido los ojos fijos en el pecho del muchacho, le incomodaba mirar a alguien a la cara cuando estaba muy cerca. Cuando el chico hablo sus ojos subieron hacia el rostro de él. No necesitaba levantar mucho la cabeza para poder verlo.

— Gracias…odio el clima, este lugar tiene demasiadas ramas muy bajas ya es la tercera vez que se me atora

Esta vez si la risa del chico no se hizo esperar, Ady, en respuesta le dio un empujón para moverlo de su camino. Ya se había tardado en burlarse.

— Deja de reírte, avanza que parece que ninguno de esos tres se fijó que no los seguimos.

En efecto, ya no se oía la voz de Bald, Nil o Skaev, al parecer no se habían fijado que ambos estaban detenidos, pero no podían ir muy lejos, así que no había razón para preocuparse. Ambos guerreros avanzaron hombro a hombro en silencio esperando pronto oír la gruñona voz del lobo reclamando su lentitud. Ninguno estaba preparado para la escena que los esperaba.

— Oye Bald… — en cuanto Raff avistó al oso le fue inevitable hablar para comentar sobre su retraso en el camino, el chico solía hablar de aquellas peculiaridades con humor.

— ¡No se muevan! – Skaev gritó sin siquiera voltear a verlos

Ambos chicos miraban que cada uno estaba extrañamente quieto, Nil estaba hacia la izquierda, Baldwyn estaba más centrado a unos metros de distancia de la ninfa, y el más lejano era Skaev. Algo extraño pasaba, al instante ambos jóvenes sujetaron sus espadas por la empuñadura.

No parecía haber enemigos cercanos, Ady aún en alerta dio un paso más. De pronto el sonido mecánico de un sistema activándose la puso en guardia. Su pie se había hundido en lo que parecía ser una plataforma oculta en el suelo por unos helechos. Esta plataforma no era muy grande, parecía estar diseñada para atrapar tiernas o cosas del estilo.

Ady por instinto dio un salto hacia atrás en cuanto vio como cuatro cuchillas, una de cada lado, salían de los laterales de aquella cosa listas para clavarse en su pantorrilla. Todo eso pasó en segundos, tan de improviso que incluso Raff tardó en entender la reacción de Ady.

— ¡Son trampas! — sentenció la joven mientras veía como de nuevo el lugar donde pisó, parecía un inocente pedazo de tierra.

— ¿Qué?

Raff miró alrededor, el suelo estaba cubierto por musgos y helechos, ver el suelo era un problema, pero todo ese follaje de arbustos y helechos convertían aquel sitio en un gran lugar para colocar trampas. El chico desenvainó su espada y presionó la punta justo donde hace unos segundos los pies de Ady habían estado. Frente a sus ojos vio como el mecanismo funcionaba y las cuchillas se unían letales entre ellas.

— No me digas que este lugar está plagado de esto — retirando la espada volvió su atención a los otros compañeros — ¿Cómo llegaron tan lejos en un campo minado?

Era algo de apreciarse, Ady suponía que ellos estaban al inicio de aquel campo lleno de trampas. Pero de alguna manera Nil, Bald y Skaev habían logrado avanzar entre las trampas sin caer en ninguna. Debía ser seguro alguna especie de buena mala suerte, pensó. Tuvieron suerte de avanzar sin ser heridos, pero a medio camino esa suerte se les acabó y quedaron rodeados.

— ¡Skaev! — llamó Ady — ¿Puedes rehacer tus pasos?

— ¿No te parece que si pudiera hacerlo ya estaría ahí? — gruñó este con impaciencia




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