Hijos del dolor - Saga Gem Heart

Retazos

La ceremonia o ritual, Ady no sabía exactamente como denominarlo, duró desde que el sol se ocultaba por el horizonte, hasta que la oscuridad cubrió cada recóndito lugar del bosque. Entre bailes y reverencias, palabras en un idioma no entendido y pequeñas dramatizaciones de lo que suponía era la historia del pueblo, llegaron a la etapa final de la ceremonia.

De pronto la sacerdotisa volvió a ponerse de pie y a tomar aquel incensario. Mostrándolo a todos cual trofeo, recibió una ovación mientras se acercaba hacia el monumento del árbol cortado y la roca.

— ¿Y ahora qué? — preguntó en un susurro al oído de Neem quien retocaba una de las flores de su cabello

— Ahora debemos presentar nuestro respeto a nuestro Matháir

El tono de su respuesta fue como si aquello fuera la respuesta más obvia. Ady seguía observando la escena. De a poco se fue formando una fila, primero pasaban aquellas boskairas que lucían ropas mucho más elaboradas. Probablemente rangos altos, de ahí aquellos que lucían más ancianos. Asi la fila se iba creando justo frente al monumento.

Cada boskaira adelantaba hacia el monumento, de rodillas hacía una reverencia con las manos cruzadas en el pecho, luego se levantaba, tocaba el inciensario solo con la yema de los dedos y posteriormente, tocaba con esa mano el tronco bajo la roca.

— ¿Para qué hacen todo eso?

Raff estaba igual de confuso que Ady, incluso se adelantó a la pregunta que la joven tenia en los labios

— Pasan energía — respondio Nil como si ya hubiera visto aquel ritual alguna otra vez. La ninfa al darse cuenta de las miradas curiosas, prosiguió. Lo digo porque es obvio, en mi tribu había un ritual de paso de energía que lo usábamos en nuestro árbol madre. Se toca el objeto energético — señaló el incensario — y luego se toca aquello a donde quieres pasar la energía.

Neem asintió ante las explicaciones de la ninfa

— Tiene razón, es un ritual de paso de energía final. Se supone que algún día la energía que le pasamos al Matháir caído, podrá hacer que este regrese. Aunque lleva varios siglos sin ningún cambio.

Dicho esto, Neem se unió a la fila para hacer la respectiva reverencia. Ady, Raff y Nil se quedaron quietos en su lugar, después de todo no creían que debían hacer dicha reverencia, ellos no eran parte del pueblo.

Toda aquella parte final tomó un gran rato. Aunque las boskairas no eran muchas, si eran un numero bastante apreciable. Ady, en ese instante de reverencias, pudo por primera vez apreciar a boskairas masculinos presentes en su lugar. Le era tan extraño ver uno y era notable la diferencia entre las boskairas femeninas. Su tamaño era mucho más resaltante y sus rasgos más angulosos y toscos.

Ady pudo fácilmente contarlos, seguro no eran más de veinte. Ahora su duda surgía en el por qué había tantas boskairas femeninas y tan pocos masculinos. En lo que cavilaba sus dudas, Neem terminó su reverencia. Ella fue la última en presentar sus respetos, pero al parecer la sacerdotisa quería que los invitados también se unieran a dicho acto.

Al principio no entendía el llamado de la joven quien había estirado su brazo hacia ellos como si quisiera que le tomen la mano. Ady miró a Raff y el joven buscó la mirada de ella. La silenciosa pregunta “¿Qué hacemos?” fue entendible en ambos. Antes de que pudieran decidir en si acceder a acercarse o simplemente negarse, se dieron cuenta que Nil se había adelantado y avanzaba a paso firme, ante las miradas de los asistentes, hasta llegar junto a Neem.

Ante eso no pudieron hacer nada más que unirse. Ady fue de último. Raff imitó todo el protocolo que había visto repetirse en las boskairas. Hizo su reverencia y con el mismo gesto de la mano, pasó energía al tronco muerto frente a él.

Ady, quien nunca fue creyente de cosas como aquellas, sentía que hacia el ridículo mientras se levantaba de la reverencia. La primera vez que se arrodilló, y tal vez única, fue a sus cuatro años en una iglesia frente a la imagen de un hombre en una cruz. Aquel recuerdo aun le causaba pesadillas porque la estatua la había asustado bastante. Y ahora quince años después, se arrodillaba frente a un tronco. Suspiró y trato de hacer bien el ritual por respeto a las boskairas.

Acercó la mano al incensario, de pronto sintió como este quemaba, incluso la luz de aquel objeto aumentó como si de una estrella se tratara. Ady no sabía si eso era normal, aunque por la reacción de la sacerdotisa pudo deducir que no lo era. Retiró la mano y este volvió a su luz normal. Ady aun sentía el calor atrapado en sus dedos, quizá a eso se referían cuando decían que se pasaba energía. Aún con miedo de lo que acababa de suceder, se giró hacia el tronco y coloco los dedos sobre este. Y el mundo frente a ella desapareció.

***

— Las estrellas se esconden Allatani, igual que aquel día

La voz profunda de un hombre se oyó a su lado. Al girar el rostro pudo ver un hombre bien parecido, alto y de tez canela. Al fijarse mejor pudo ver que su piel tenía la textura de los árboles, pero era liza por completo. La curva de su mentón parecía enmarcarlo. Debía admitir que era bastante atractivo.

— El universo sigue en caos, este mundo es inestable

Respondió ella, Ady no podía ver a Allatani, sabía que era la diosa porque el hombre lo había mencionado, pero Ady parecía estar viendo todo desde los ojos de la reina. Frente a ella un enorme valle se extendía. Rios de Lava se unían con ríos de agua cristalina. Enormes árboles se alzaban al horizonte. Aquel mundo no lucia nada como lo que ella conocía. Incluso en el cielo una gran franja de estrellas verdosas lo cruzaba como si fuera una aurora boreal.

— Pero puedo sentirlo, el aire esta que trae el aroma de la muerte

— ¿Lo dices por las estrellas?

— Si, la lucha debe seguir y aunque estemos en lo más recóndito del cosmos, sabes que el poder que tienen puede destruirnos

Con esa frase la voz desapareció y la imagen frente a ella cambió. Ahora estaba en un bosque, corría entre los árboles, incluso sentía su corazón golpear su pecho. Se oía mucho caos alrededor. Chillidos y explosiones, el penetrante olor del humo y la madera consumiéndose picaba en sus pulmones.




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