Hijos del dolor - Saga Gem Heart

Somos uno

Sus dientes castañearon cuando su mentón golpeó de lleno el suelo terroso. Su espada había caído a unos metros de ella. Ady sintió el dolor extenderse por un costado. Habían retomado los entrenamientos hace cuatro días, esta vez Skaev decidió ponerle a entrenar junto a Baldwyn y fue así como Ady comprendió que Skaev había sido suave en todos sus entrenamientos.

Bald desde el principio no había tenido piedad, el viejo oso no les había dado ni siquiera una oportunidad de ser suave. Para ser alguien que tenía la gema de su pecho lastimada y argumentar no haber entrenado en muchísimos años, su manejo de la espada y su técnica de lucha eran impecables.

La fuerza que este ejercía en cada golpe o movimiento, era mucho más a la que habían sentido por parte de Skaev. Ady se arrepentía ahora de quejarse de que Skaev los golpeaba sin piedad. Era evidente que el viejo lobo nunca uso toda su fuerza contra ellos.

— Ya déjalos Baldwyn damos por terminado el entrenamiento de hoy — Skaev había intervenido al fijarse que ninguno de los dos chicos ya hizo ademan de levantarse.

Ady rodó de costado hasta quedarse viendo el cielo que se iba oscureciendo. Cerca de ella y también acabado en el suelo, estaba Raff. Tenía los ojos cerrados y el pelo totalmente húmedo. Los dos juntos intentaron derrotar a Baldwyn pero ni siquiera pudieron tocarle un pelo. En verdad que tenían demasiado por aprender y mejorar.

— ¿Nunca usaste tu fuerza con nosotros?

Preguntó la joven cuando el lobo se aproximó hasta taparle la vista del cielo. Skaev se arrodilló para ayudarla a sentarse. No pudo evitar hacer una mueca de dolor cuando encogió el cuerpo. La mañana siguiente tendría seguro un moretón en las costillas.

— No, seria idiota si decido usar toda mi fuerza con quienes nunca entrenaron, podría lastimarlos de forma seria. Pero ahora ya viste el nivel en el que están.

— Si, y es deprimente — tenía que admitir su derrota, en un enfrentamiento ella y Raff serían los primeros en morir.

— ¿Tu…entrenaste a Eikya?

— Yo los entrené a los dos, pero aquí se entrena a los soldados desde muy jóvenes — Mientras hablaba, el lobo le acercó una especie de ramita sin corteza — Muerde eso, te ayudara un poco con el dolor.

Raff había abierto los ojos, su pecho subía y bajaba mucho más calmo. Skaev, al percatarse, extendió otra ramita al muchacho. Este en silencio lo recibió y metió a su boca sin cuestionar.

— Sabe dulce — murmuro segundos después. Skaev rio por lo bajo mientras se dejaba caer en la tierra para sentarse.

Raff lo miró esperando una respuesta que nunca llegó. Había estado escuchando un poco el relato que le decía a la joven. Así que haciendo acopio de lo que le quedaba de fuerza, se impulsó hasta quedarse sentado.

— Continua, dijiste que aquí los soldados entrenan desde muy jóvenes — quería oír más de todo eso, le daba curiosidad saber la edad desde la que se ordenó su antiguo yo para llegar a ser la leyenda que era.

— Oh, si cierto, a ver desde que los niños tienen doce años pueden presentarse a la prueba del ejército.

— ¡¿Doce años?! ¿En serio mandan a gente tan joven a guerras? — el horror en la voz de Ady se filtraba junto al miedo de pensar que en el pasado una pequeña Eikya estuvo en eso.

— No dije eso. Desde los doce postulan. Es un examen de resistencia y otro de conocimientos, la reina decía que el ser soldados no significaba que no debían tener otros conocimientos. Además, la postulación suele ser voluntaria — su mirada se posó en Atius — tu, o mejor dicho Atius quiso postular desde sus ocho años. Su padre fue un gran general así que era usual ver por la base un pequeño Atius intentando colarse al examen.

— ¿Fue? ¿Murió en batalla? — por extraño que parezca, de pronto aquella pregunta pareció abrir una herida en su pecho. Le dolía, incluso pudo sentir un nudo en la garganta al hacerlo.

— Falleció en batalla la noche del ataque. Estábamos juntos en el base justo cuando todo comenzó.

Raff sintió de repente muchísimo frio. Era como si el hielo se hubiera instaurado en sus piernas y subieran por su espalda hasta su cuello. Había tenido ese sentimiento hace muchos años, cuando de pequeño se le murió su amada tortuga. Pero ahora el dolor era diez veces mayor. Supuso que, dentro de él, el alma de Atius era la que sentía la perdida.

— Bien continuo — murmuro Skaev al notar el repentino silencio del chico — Cuando pasas el examen comienzas tu internamiento. En la base estudias y entrenas durante diez años. Luego de eso recién puedes ser enviado a tus primeras misiones. De ahí vas escalando. Atius y Eikya eran los mejores de su generación, la verdad que unos prodigios en lucha y conocimiento. Por eso rápidamente escalaron hasta la Reina, Guardias reales de mayor confianza con la diosa.

Skaev continuó hablando sobre rangos y misiones. Pero Ady se percató que aquel viejo lobo estaba luchando contra una marea. Ady no había entrenado de ese modo nunca en su vida, y Skaev parecía seguro de poder lograr en unos meses, lo que a Eikya le había tomado más de diez años. Si ese no era un salto de fe al vacío, nada lo era.

Habían pasado ya horas, Ady curaba sus moretones de los brazos en la penumbra de su habitación. La pequeña antorcha de luciérnagas apenas daba luz al lugar, pero era acogedor. Sus dedos pasaban despacio sobre las manchas moradas, untando la crema que Nil solía prepararle para esos casos. No estaba del todo centrada en su curación, no podía quitarse de la cabeza todo lo relatado por Skaev.

Se preguntaba como Eikya había asumido tales cosas a tan corta edad, ella definitivamente no hubiera podido. Si ya de por si le daba mucha flojera levantarse para la escuela a los diez años, no se imaginaba levantarse para un entrenamiento militar.

Estaba tan ensimismada en sus pensamientos, que tardo en oír los suaves golpecitos en su puerta. Cuando reparó en estos, rápidamente cubrió sus moretones y cogió un abrigo que tenía cerca para ponerse sobre el camisón.




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