Hijos del dolor - Saga Gem Heart

Heridas

Había pasado tanto tiempo desde la última vez que pudo sentir parcialmente la paz en su pecho. Le importo poco que las espadas estuvieran desenvainadas y que fueran soldados de Coresis. Ady empujó a todos para abrirse camino, dejó su espada tirada un lado y se abalanzó a la joven pelirroja, que asustada había irrumpido la escena.

Los brazos de Cher atraparon a su amiga, ambas encerraron a la otra en un abrazo que no quería soltarse. Quizá porque aún el miedo de que todo fuera un sueño, las hacia rehacías a soltar a la otra. Ady temía que en cuanto afloje su agarre, Cher se desvanecería en el viento.

Para cuando la noche cayó, la tranquilidad había llegado a los viajeros. Ady miraba el fuego de la fogata aun sujetando la mano de su amiga. Ambas traían los ojos rojos de tanto haber llorado desde que se encontraron. Y fue, gracias a Cher, que Tryv y Jayder aun conservaban sus cabezas sobre sus cuellos.

Luego de aclarar los malentendidos, explicar lo sucedido y pedir disculpas que fueron parcialmente aceptadas, el grupo se unió.

— ¿A cuántos días de viaje estamos del pueblo? — Baldwyn hablaba mientras mantenía el fuego encendido. Skaev se había marchado a dar una vuelta para descartar peligros, según él.

— Al menos cuatro días o cinco. Nosotros veníamos de bajada así que el paso fue más ligero. — afirmó Jayder

Baldwyn había escuchado la explicación de Jayder sobre su tiempo como soldado en Coresis, y como este había hecho de doble agente por años. Pero aún lo veía con desconfianza. Era ya la naturaleza de un viejo soldado que no podía confiar con tanta facilidad.

— Maretz siempre fue un gran general de frontera. El, mejor que nadie conoce como ocultarse — comentó el oso — Supongo que tu fuiste entrenado por él.

— Si señor, él nos acogió cuando aún éramos niños, nos entrenó y hace tres años que me mando infiltrarme en el ejército de Coresis. Conozco sus movimientos, estrategias y puntos de vigilancia dentro y en los alrededores de la ciudad.

—Si saben que eres un traidor, probablemente ya cambiaron todo eso chico. Tu conocimiento ya no es de mucha importancia. — sentenció el oso. Jayder no respondió ante aquella temible realidad. Con lo paranoico que era Bryoner seguro que había cambiado todo lo que el conocía. Pero lo que no podía cambiar era los puntos de ingresos secretos y oficiales de la ciudad.

Ady miraba a Raff que a unos metros practicaba movimientos con la espada. A pesar de la oscuridad, podía ver su silueta resaltada levemente por el fuego. Ady sabía que era solo un afán de lidiar con sus emociones. Recordaba constantemente como había reaccionado al ver a Jayder. La ira que se encendió en sus ojos y la fuerza bruta que pareció invadir su cuerpo. Aquella fue la primera vez que Ady le tuvo miedo.

— ¿Está enojado? — susurro Cher al notar la dirección de la mirada de su amiga

— Si, pero nunca lo vi tan enojado. Al menos no con esas ansias asesinas.

Cher dirigió su mirada al chico. Notó las patas lobunas que se movían sobre el suelo terroso levantando leves nubes de polvo en cada movimiento.

— ¿Quieres ir hablar con él? — aventuró su amiga. Ady giro a verla y apretó más el agarre en su mano. Cher sonrió ante eso — No voy a desaparecer Ady, esta vez me quedaré aquí contigo.

Ady parecía dudosa. Tantas noches había soñado con su madre y con Cher, las tres juntas en la cabaña o en la playa, disfrutando de un frio jugo junto a unas rosquillas. O paseando felices por la ciudad. Pero de pronto el sueño terminaba y con el dolor de su alma debía enfrentarse a la realidad de su ausencia. Había repetido aquello tantas noches que ahora todo se sentía surreal.

— Aun no puedo creer que estás conmigo…tenía tanto miedo de que te hubiera pasado algo.

— Lo sé, también soñaba con el día que pudiera volver a verte…aunque — su voz se quebró al final — temía que me odiaras.

—¿Odiarte? Cher estoy aquí para rescatarlas, no tengo razón para odiarte.

— Es que… — A pesar de su encuentro, Cher no había confesado su miedo, había abrazado y llorado con su amiga, pero la culpa roía su pecho como un veneno que se extendía con las horas — creí que me culparías por no salvar a tu mamá… por ser egoísta y dejarla con esos soldados.

Ady no había pensado en eso desde que la vio, es más, le aliviaba al menos ya tener a Cher a su lado. Jayder había explicado lo sucedido y cómo fue que el junto a Cher emprendieron la huida desde el campamento de aquel general loco. Sabía que Cher de tener la oportunidad habría salvado a su madre.

— Cher, no te culpo, Jayder ya conto lo sucedido, se bien que si hubieras tenido oportunidad de salvarla lo habrías hecho.

—Pude liberarla Ady, solo necesitábamos cortar las sogas y correr.

— Pero los soldados los hubieran alcanzado si tardaban un poco más. ¿No dijo Jayder que los vigías ya habían dado aviso de su huida?

— Si, pero ya estábamos cortando la soga que ataba a tu mamá…pero ella nos ordenó marcharnos.

Esa era su madre. Priorizando la seguridad de otros antes que la suya. Aquella actitud no le extrañaba. Ady suspiró, pensó en su madre sola, quizá incluso estaba herida y por eso prefirió ver marchar a Cher antes que ser una carga. Muchas ideas volvían a invadir su mente. Pero aquello no ayudaría.

Tomo un respiro profundo, volvió a encerrar esas voces muy al fondo de su mente. Debía concentrarse en lo que venía, ahora ya tenían aliados. Las posibilidades de rescate lucían a su favor.

—Ella es así. Siempre buscando proteger a los demás. No te odio Cher, tu presencia ya para mi es una razón más para no rendirme.

Sonrió a su amiga para calmar su culpa. Aquel había sido un día bueno para ambas, pero no para Raff. Sus ojos volvieron a mirar en dirección al muchacho que sin descanso continuaba con su entrenamiento. Ady podía intuir el cumulo de estrés y enojo que cargaba.

—Iré con él un rato.

Finalmente, sus manos se soltaron. Cher se pegó más a Jayder pues tenía mayor confianza con el que con el oso, quien aún se le hacía temible. Ady, sin saber a ciencia cierta qué decir a Raff, se dirigió hacia el chico. Se detuvo a unos pasos de él solo por precaución de que pueda golpearla con la espada.




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