La mañana llegó soleada y replegó la niebla que se extendía cual alfombra sobre la llanura de las montañas. El pasto verde, perlado por el rocío, acompañaban los pasos de los viajeros que emprendían de nuevo su camino.
Pronto dejaron su refugio improvisado y la compañía del gran espejo de agua, se abrieron camino hacia la montaña, entre escarpados riscos y pendientes resbalosas. Ady dirigía la marcha seguida por Raff y los dos mayores quienes cerraban la fila. La joven había tomado el mando, ya que parecía tener mayor precisión en identificar ciertas rutas para abrirse camino.
A pesar de los brillantes rayos de sol que acompañaban la ruta, la gélida brisa de las altas montañas no les daba tregua. A esa altura, que parecía incluso ser la cima de aquel extraño mundo, todo lo que se podía ver alrededor, era el cumulo de montañas y valles que se levantaban y enredaban entre ellos creando así un mundo de ensueño.
Ady, detuvo sus pasos un momento, para admirar la vista de la nieve inmaculada que cubría los altos picos de las lejanas montañas frente a ellos. Respiró profundo aquel frio aire que incluso lastimaba su nariz, pero de alguna manera le generaba paz.
— ¿Pasa algo? — preguntó Raff a su lado al verla detenerse.
Ady, tenia una ligera sonrisa que curvaba sus labios, negó con la cabeza mientras volteaba a ver al muchacho. Por unos segundos, la imagen de él, despertó en su pecho una sensación cálida como de familiaridad. Sentía la emoción de un reencuentro, aquello no tenia mucho sentido sabiendo que habían estado juntos desde que todo sucedió.
Pero esta vez, sin comentar nada ni odiar aquel sentimiento, solo lo aceptó. Suponía que debía ser la emociones de Eikya que aun vivían dentro de ella. Seguro la guerrera, se sentía aliviad de tener a su compañero cerca.
— Solo admiro la vista, es hermosa a pesar de todo — comentó y retomó su andar.
Raff, confuso por la mirada de la joven, la vio caminar preguntándose que era lo que pasaba en la cabeza de ella en esos instantes. A veces era un acertijo complicado y otras veces solo un paisaje etéreo que ansiaba proteger.
Negó conteniendo la risa, aquella joven simplemente era imposible y quizá eso era lo que la hacia mas interesante.
— ¿De qué te ries?— el hilo de sus pensamientos, fueron interrumpidos por un enojado Skaev que golpeo su hombro al pasar por su lado — deja de mirarla y avanza
El viejo lobo siempre parecía enojado con quien sea que decidiera acercarse a la joven o mirarla de más. Era en cierto modo extraño la forma en la que parecía querer alejar a todos de ella.
Raff no era de pensar mal, pero no quería hacerse la idea de que quizá aquel viejo lobo haya tenido ciertas intenciones con la antigua Eikya. Después de todo, el hombre se supone entreno a Eikya eso quería decir que era muy mayor para ella incluso para la actual Ady. Alejando esas ideas, dejo de atormentar su cabeza y retomo su andar.
El camino era largo y traicionero, a pesar de que avanzaron casi sin descanso, la noche los acogió en la escarpada ladera de una rocosa montaña. Algunos árboles se alzaban en su ladera, esparcidas como semillas sin futuro.
Las faldas de la montaña, cubiertas de follaje verdoso, fue reemplazada por un paisaje arisco y casi sin vegetación, la tierra rojiza era la única visión en aquel lugar que se iba hundiendo cual embudo hasta llegar a una planicie donde se podían observar antorchas que se iban encendiendo como pequeñas luciérnagas solitarias.
Habían llegado a la zona de las minas del reino, el sonido constante de cadenas y gritos de soldados, llegaban atenuados a los oídos de los cuatro viajeros que avanzaban camuflados en la oscuridad.
Los pasos que daban ahora eran mas cuidadosos, en una noche tan densa, sin luna, el dar un paso en falso, significaba una caída sin remedio por una ladera de mas de cien metros llena de rocas filosas. Ady avanzaba casi a gatas mientras de a poco el panorama de la mina se materializaba ante sus ojos.
— ¿Esa es la mina? — preguntó Raff en un susurro. Ady detuvo el avance para poder ver mejor aquel infernal lugar.
— Si — respondió el oso — desde que el Rey tomó el poder, los prisioneros son enviados hacia acá para trabajar extrayendo material para sus armas. Muchos mueren en este lugar por accidentes o por la falta de agua y alimento.
En la planicie de tierra se podía ver los soldados vigilando cada movimiento de los prisioneros quienes tenían los pies atados con cadenas. Ady podía ver quimeras de todo tipo, algunas figuras femeninas que evidentemente se les dificultaba dicha labor.
Aun lado, dos guardias azotaban a los que parecía unos tres prisioneros que yacían en el suelo con sus espaldas en carne viva. No se movían, la joven incluso sospechaba que ya no estaban vivos.
— Nuestros… ¿Nuestros padres estarán aquí? — preguntó con algo de temor la joven
— No — fue Skaev esta vez quien respondió — tus padres son prisioneros que podríamos decir de importancia. Saben que ustedes los quieren rescatar así que lo lógico es tenerlos en la cárcel del castillo, para que ustedes puedan entrar en su territorio y estar desprotegidos.
— Son la carnada para que nosotros les llevemos la gema — concluyó Raff con la mirada perdida en la terrible escena de la mina
— Exacto — afirmó el lobo — por eso, debemos hacer un buen plan antes de querer rescatarlos y para salir todos con vida.
El análisis frio de Skaev siempre era algo de admirar. El hombre parecía estar siempre bajo control en todos sus aspectos. Raff había aprendido de el en todo ese tiempo que estuvieron viajando y entrenando. Ahora podía controlar mejor sus impulsos, pero sabia que estaba lejos de alcanzar el autocontrol que tenia Skaev.
Ady no comentó, veía en silencio como los guardias cargaban los tres cuerpos que estaban golpeando y se los llevaban lejos de las miradas del resto. Probablemente arrojarían sus cuerpos a una fosa donde serian olvidados como tantos otros que de seguro corrieron la misma suerte en el pasado.
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Editado: 11.01.2025