Después del entierro, los cuatro viajeros continuaron su camino. Con los rayos del sol persiguiendo sus pasos, se alejaron de aquella dolorosa escena dejando aquella promesa tallada en la mente de Ady.
El camino no fue sencillo, los dos días que siguieron en su ruta fueron extrañamente silenciosos y cansados. Por ciertos tramos el camino les exigió escalar pequeños tramos y en otros tuvieron que encontrar la forma de cruzar pequeños riscos que separaban las montañas dejando ante el viajero incauto, una caída de varios metros hacia la oscuridad.
En todos esos días, Ady pronuncio solo las palabras necesarias para comunicarse. Viajaba sin hablar o preguntar, con el rostro serio que parecía detenido en aquella melancólica expresión que cargaba desde lo sucedido con la ninfa.
Ninguno de los otros tres se atrevía a hablar demasiado alto o por mucho tiempo pues sentían que la joven se enojaría. A pesar que ella realmente los estaba pasando por alto, aun así, los tres querían ser respetuosos con su silencio.
La segunda noche de viaje, el camino los había llevado hasta un bosque de rocas. Las altas formaciones rocosas se alzaban como solitarias figuras hacia el cielo, como si fueran estacas gigantes olvidadas ahí por alguna criatura ancestral. Alguno de estos monolitos rocosos, incluso se asemejaban a formas curiosas como las de un monje o algún hombre parado.
Aquel día recorrieron un gran tramo casi sin descanso, por ello, Skaev considero que aquel bosque era lo suficientemente seguro y escondido como para descansar. Además, se notaba que ya no se encontraban en la cima de las montañas, el frio era menor y la brisa era menos arisca.
— No parece que vaya a llover, creo que no es necesario un refugio — afirmó Baldwyn mientras se dejaba caer en el mullido pasto.
El bosque de rocas se encontraba oculto en una pequeña hondonada formada entre dos montañas, su pasto verde invitaba a cualquiera a tumbarse sobre él y descansar por largo rato. La tarde caía lenta y ponto la oscuridad que los rodearía seria inmensa. Considerando que estaban lo suficientemente ocultos, Skaev no se opuso a encender una pequeña fogata para poder iluminar un poco su campamento.
— Iré a buscar algunos leños — dijo Ady dejando su bolsa a un costado y con el rostro inexpresivo se alejó de ellos.
— Iré con ella — afirmó Raff al notar la mirada preocupada de Skaev que seguía a la joven.
Ady, caminó entre los enormes monolitos, con la mirada en el suelo buscando algún leño tirado de los árboles que rodeaban aquella hondonada. Pronto dejo de oir el sonido de Skaev y Bald que conversaban y solo percibía el suave sonido de los pasos de Raff.
Ella sabía que aquellos dos días de silencio que mantuvo, había terminado preocupando a sus compañeros, pero la verdad era que no tenía ánimos de hablar, sentía como si estuviera en una especie de luto el cual hacía que incluso sonreír fuera doloroso. No quería incomodar a ninguno de ellos, pero forzarse a conversar y reír era algo que a sus energías no le alcanzaba.
Avanzó recogiendo pequeños maderos tirados y ramitas secas que ya casi se camuflaban en la penumbra. Podía sentir la mirada de Raff atrás de ella. No le enojaba que el muchacho la siga, pero sentía que la estaban vigilando como si creyeran que en cualquier momento se arrojaría de un precipicio.
Intrigada por saber lo que le motivaba a él seguirla, se detuvo sin voltear y sin previo aviso comenzó a correr. Se escabulló entre los monolitos, corriendo en zigzag para lograr perderlo. Pudo oír el momento en el que los pasos del chico también se aceleraron. Ady sabía que en cuestión de velocidad él, la superaba, pero ella era mucho más ligera y podía ser más silenciosa, lo suficiente para atraparlo.
Así, se inició un pequeño juego no planeado, Ady se mantenía atenta al sonido de los pasos de él, para huir y así de a poco ir perdiéndolo. No fue muy difícil tomar la ventaja y lograr ponerse atrás de él. La joven, sonriente por su victoria, se acercó despacio por la espalda del chico y le tocó el hombro.
Desde el momento que ella comenzó a correr, Raff puso sus sentidos alertas, pero el viento y las hojas de aquel lugar, parecían estar a favor de ella y camuflaban el sonido de sus pasos. El trataba de ubicarla por su aroma, no sabía cuál era su intención al correr así. Por eso, cuando sintió el toque en su hombro, sin dudarlo saco la daga que cargaba al costado y volteó con esta directo hacia su atacante.
Ady, al notar su movimiento, retrocedió un paso viendo así la daga detenerse frente a ella. El chico se veía serio, incluso se atrevería a decir molesto. Si bien era cierto Raff no era alguien que andaba siempre sonriendo, su gesto serio tenía sutiles variaciones que Ady había aprendido a notar. Sabia entonces, que la seriedad que portaba en ese momento iba cargada de cierto enojo.
— ¿Qué demonios haces Ady? — dijo el chico bajando el arma y volviendo a guardarla
—Yo debería preguntarte eso — respondió ella tranquila — dije que recogería madera, no tenías por qué seguirme. ¿Crees que voy a huir?
Raff volvió su mirada a ella y cruzo los brazos frente a su pecho. Era la frase más larga que ella había dicho en esos dos días. La miró en silencio mientras respiraba para calmarse.
— No puedes huir, tengo tu aroma muy identificado — respondió este como si aquello fuera lo más normal
— No puedo huir porque no tengo a donde ir Raff — corrigió ella — Eso no responde mi pregunta ¿Por qué me sigues?
Raff la miraba, recordó entonces aquel lejano día en el que ella decidió perseguirlo por el bosque cerca de su casa y como el al final terminó sorprendiéndola. Recordó también el golpe que ella le dio en la nariz, recordar eso ahora era incluso cómico. Aún así, no pensaba admitir que la estaba siguiendo porque ni siquiera el sabia realmente porque lo hacía.
—Solo…vine a…recoger leña — afirmó
— ¿Y dónde esta tu leña? — contratacó la joven arqueando una ceja ante una notable mentira
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Editado: 06.02.2025