— ¿Crees que esté dormido? — preguntó Ady al no ver nada de movimiento en la propiedad.
— No seria extraño, sabes que suelen dormir muy temprano — coincidió el mientras intentaba abrir la puerta que daba acceso al patio frontal — creo que está cerrada por dentro. Saltemos el muro
Si bien era cierto que el muro no era muy alto, pues poniéndose de puntillas, ambos podían ver encima de este, Ady no creía que meterse a la fuerza a una propiedad, fuera una buena carta de presentación. Además, que, con el dolor de su herida, seguro que no lograría subir.
— Claro que no, mejor llamemos — ayudándose de sus manos para ampliar el sonido, comenzó a llamar — ¡Señor Jiman!
La soledad del lugar, hacia que la voz de la joven se alzara con fuerza. Raff incluso sintió un escalofrío con la sola idea de que los soldados del rey pudieran escucharla y acudir a ellos.
— Ady, ¿No crees que hacer esto es delatar nuestra posición?
— ¿Entonces de que otra forma lo llamamos? — preguntó ella, pero al no obtener respuesta por parte de él, volvió a gritar — ¡Señor Jiman!
— Ady espera — Raff esta vez le tapo la boca para evitar que siga gritando — los soldados que hacen rondas podrían oírte
— ¿Quién está ahí?
Mientras ella luchaba por alejarse de la mano de él, ninguno se percató que al interior de a propiedad, hubo movimiento. Una puerta se abrió, dejando salir una alta figura que casi tocaba el techo. Ambos chicos, guardaron silencio. Ady miró a Raff y este a su alrededor pensando que la voz era de alguien más en la calle.
—¿Qué quieren a esta hora? Váyanse — volvió a decir la voz de aquella figura
— ¡Señor Jiman! — Ady, se las arregló para retirar la mano del chico y volvió a gritar.
El hombre apretó los puños, hace años que nadie lo llamaba así, aquel nombre estaba casi olvidado por él, guardado en los mas profundo de su alma. Con desconfianza intentaba ver a los que estaban en su puerta. Tomó una de las linternas de mano y la encendió. Luego tomó un machete y se acercó unos pasos hacia la puerta.
— Dije que se vayan, aquí no vive nadie llamado así ¡LARGO!
Raff entendía la desconfianza del hombre, después de todo eran dos extraños en medio de la noche llamándolo por su nombre. Era algo sospechoso, y en los tiempos que Vivian, muy peligroso.
— Señor Jiman…venimos en…
— ¡LARGO, AQUÍ NO HAY NINGUN JIMAN! — Interrumpió la grave voz a Raff
Ady trataba de pensar en algo, necesitaban que aquel tipo les creyera, de eso dependía que Skaev y Baldwyn pudieran entrar. Fue entonces que una frase resonó en su interior, una que sentía haber repetido muchas veces, aunque no sabía de donde lo sacó.
— Izpath Reb — dijo en voz alta, del otro lado de la puerta no se oyó nada — Izpath heru — insistió la joven con el corazón en la mano.
— Izpath yue mo — murmuró la voz del otro lado.
Parecía que aquella frase finalmente había tocado algo de la confianza del hombre. Ambos oyeron como del otro lado, el sonido de una madera retirándose y algunos metales moviéndose, precedieron a la apertura de la puerta.
Al otro lado, apareció la enorme figura de un hombre alto con el torso desnudo, mirarlo era como ver a una pantera que acechaba. La luz dorada de la farola que cargaba, los iluminó dejándolos ciegos por unos segundos.
— Por las tres lunas — lo oyeron murmurar con clara sorpresa — creí que no viviría para esto.
Después de la primera impresión por ambas partes, Jiman los invitó a entrar y sin demora, volvió a cerrar la puerta, fijándose siempre que nadie los estuviera espiando.
Los tres se acomodaron en la banca alrededor de la mesa rectangular del patio frontal. Jiman acomodo la farola de mano a un costado para que pudiera iluminarlos a todos. El hombre, a pesar de su rostro adusto y mirada amenazadora, lucia emocionado de verlos.
— Eikya, Atius es en verdad grandioso verlos luego de tantos años. ¿Dónde estaban? ¿Co…como es que están aquí? ¿Encontraron la gema?
Jiman parecía tener muchas preguntas, tantas que incluso se trababa al hablar. Su voz temblaba de la emoción y sus manos inquietas jugueteaban entre sí. Ni Raff ni Ady le corrigieron en sus nombres, no creían que fuera el momento correcto de contar algo tan confuso, ahora la prioridad era Skaev y Baldwyn.
—Jiman — dijo Raff — te contaremos todo en su momento, pero ahora necesitamos tu ayuda. Por eso estamos aquí
— ¿Mi ayuda? — el hombre rio y apoyo los codos en la mesa — bien, ustedes solo digan como puedo ser útil, hare lo mejor que pueda por ser de ayuda
— Veras, en este viaje no estamos solos, nos acompaña Skaev y Baldwyn — continuó Raff — pero seguro que ya sabes de las restricciones que hay al ingreso del pueblo, nosotros pudimos colarnos con la ayuda de un mercader. Pero no sabemos como hacer entrar a ellos pues sus rostros son bastante reconocibles.
— El general Skaev…Baldwyn, vaya que, no, no esperaba a todos ustedes así de improviso
Jiman parecía estar pensando en la petición de Raff, guardó silencio mientras sus dedos tamborileaban la mesa. Raff esperaba impaciente que el dijera algo, o al menos que tuviera una forma de hacerlos entrar.
— Bien, creo que tengo una idea de cómo podríamos hacerlos entrar — admitió — pero tendré que buscar unas cosas primero. Aun así, Atius no dudes que los ayudaré, tienen mi completo apoyo, con ustedes de regreso, el reino al fin podrá volver a su época dorada.
— Gracias Jiman — Raff respiró al fin tranquilo. Skaev no se equivocó, aquel hombre seguía siendo fiel a la reina y a ellos
— Supongo que tuvieron un viaje largo y deben estar cansados — calló un momento como si analizara lo que diría — bueno, como ven mi casa no es muy grande. En este momento tengo solo una habitación de invitados. Maña temprano acomodare otra habitación para que puedan descansar mejor…
— Descuida — interrumpió Raff — nos basta con una habitación, no queremos molestarte más. Gracias en serio
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Editado: 06.02.2025