Horas mas tarde, Ady despertó algo confundida, por unos segundos al ver las vigas del techo, no recordó donde estaban. Su mente se trasladó a la casa del señor Pabsy. Luego, al sentir algo sobre su frente. Llevó su mano hacia ahí retirando, lo que horas atrás posiblemente, fue un paño húmedo.
Con esa visión, los recuerdos volvieron en tropel hacia ella. Mirando hacia abajo, vio la manta que cubría aun su cuerpo semidesnudo y a un costado, con la cabeza medio apoyada en el borde de la cama, Raff dormía en una posición nada cómoda.
La joven intentó levantarse sin molestarlo, pero no se percato que el chico mantenía su mano parcialmente agarrada, así que ante el mínimo movimiento, este despertó.
— ¿Necesitas algo? ¿Te duele? — fue lo primer que pregunto aun con el rostro adormilado y arrastrando palabras.
— No, estoy bien — en esta ocasión no mentía. El hombro le dolía mucho menos que el día anterior y el calor de la fiebre era inexistente
Raff bostezó y se levantó del suelo. No parecía haber dormido bien por las sombras oscuras bajo sus ojos, pero el chico no decía nada. Juntó la manta y la almohada del piso y la dejó encima de un pequeño armario de la habitación.
— Iré a ver si hay algo de comer, no te muevas aun ¿Sí? Es mejor que descanses al menos un par de días
El chico la miró fijamente como si quisiera asegurarse de que ella seria obediente. Y aunque la idea de ser servida no la convencía del todo, después de recordar el dolor de la noche pasada, prefirió no tentar a la suerte.
Afuera, la mañana estaba soleada, el fogón estaba encendido y el humo de la chimenea de la cocina subía hacia un cielo claro. Jiman llevaba despierto desde temprano, se notaba porque en la mesa del patio se veía todo tipo de verduras y algunas porciones de carne.
Raff se acercó a la cocina dispuesto a ser de ayuda y no solo un invitado inútil. El hombre tenía atado un delantal rojo y se encontraba frente a una enorme cacerola humeante.
— Atius — dijo con animosidad al percatarse de su presencia — se nota que estaban cansados, ya casi se acaba el mirneo. ¿Cómo está Eikya? ¿Sirvió de algo la medicina?
— Hola Jiman, si la medicina fue útil gracias, ella está mejor, pero, deberá descansar al menos un par de días para mejorar del todo.
— Entiendo, estaba preocupado, nunca vi a Eikya desvanecerse así, incluso la vi luchar con una espada en el costado — comentó el hombre suspirando — pero, bueno supongo que uno con los años ya no es el mismo.
Jiman lucia temible, enorme y con esos colmillos que se notaban al sonreír, pero al oírlo hablar, era como tratar con un abuelo bonachón que quería hacer feliz a todos. Raff veía las múltiples cicatrices que cubrían los brazos de él, y se preguntaba la historia de cada una de ellas.
— Si, los años son un dilema — asintió el sin saber realmente que decir — Jiman, ¿habrá algo de comida para llevarle a Eikya?
— Oh si claro, temprano preparé un poco de dichu y ahí en esa cesta hay algunos bollos de minbre. Disculpa que sea poco, pero es mi esposa la que suele cocinar. Ella llegara en unos días
— Oh claro, no te preocupes, con esto es suficiente
Raff trataba de llevar lo mejor posible toda la interacción con Jiman, después de todo, ya tenia experiencia de mas al saber que usualmente todos parecían enojarse cuando descubrían que Ady y el no recordaban nada.
Sin interrumpir mas el momento de cocina de Jiman, Raff llevó el desayuno para Ady en una pequeña bandeja de madera. Sabiendo que la joven era terca, tomo de previsión tocar antes de entrar, pues cabía la posibilidad de que estuviera sentada.
Por suerte al ingresar, la encontró aun recostada, mantenía los ojos cerrados y parecía dormida. Coloco a bandeja en a mesita al lado de la cama y se sentó al borde de esta.
— Ady…¿Estas dormida? – dijo en voz baja temiendo despertarla
—No — respondió muy bajito abriendo los ojos — ya dormí mucho creo
— Te traje el desayuno, aunque ya es tarde. Pero, te viene bien comer algo — le fue inevitable mirar su piel desnuda por breves segundos — mmmh creo que debería ayudarte a ponerte algo.
— Tengo algo de ropa en mi bolso
Ambos parecían algo incomodos con el tema, ella aun sujetando la manta para cubrirse y el tratando de no ser irrespetuoso, aunque sentía que ya lo era con solo estar ahí.
Siguiendo las indicaciones de la joven, buscó en su bolso y encontró otra camisola interior. Esa serviría en lo que lavaban la otra. Así, repitiendo el proceso de la noche anterior. Raff cerró los ojos y luego de sentarla, le ayudó a vestirse.
— Ayudaré a Jiman con el plan para hacer entrar a Skaev y Baldwyn — comentó el chico mientras la joven comía su desayuno — Aun no conversamos mucho del tema pero en cuento sepa el plan te lo comentaré.
— Gracias — murmuro ella con la boca llena como un hámster — Yo, prometo no moverme de aquí — añadió sabiendo que él se lo mencionaría
— Agradezco que seas responsable de tu salud
Raff se quedó con ella hasta que terminó de comer y luego, llevando el cuenco vacío con la bandeja, salió de la habitación. Ady sabía que aquel sería un largo día para ella, nunca le gustó enfermarse porque se aburria en casa. Pero ahora era peor, pues en ese lugar, ni siquiera tenia internet, celular o un libro para entretenerse. Resignada a su soledad temporal, volvió a recostarse y cerró los ojos.
Mientras ella descansaba, Jiman junto a Raff se encargaban de elaborar el plan que a más tardar tendría que hacerse esa misma noche. Sentados en la mesa del patio, el hombre trazaba sobre un pergamino la ubicación de los guardias nocturnos y la ruta que tendrían que tomar.
— Usualmente el cambio de guardia dura medio incienso, así que tendremos que ser rápidos. Durante el cambio todos los soldados se reúnen aquí — dijo mientras hacia un circulo en el cuadro que representaba la plaza central — y la puerta se queda al cuidado de cuatro soldados, dos en las torres y dos en la parte inferior.
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Editado: 06.02.2025