Hijos del dolor - Saga Gem Heart

Nicthomo

A pesar de los cuidados de Raff, Ady se mantuvo dentro de la habitación por tres días más. Skaev y Baldwyn junto con Raff, se confabularon para no dejarla realizar ni siquiera el esfuerzo mínimo como era mover unas simples hojas de laurel.

Ady estaba aburrida y casi irritada por los cuidados, reconocía que, de no sanar bien su herida, podría ser una carga para el equipo, pero consideraba que sus cuidados ya eran una exageración. A pesar de ello, guardaba sus pensamientos para sí misma, pues valoraba el esfuerzo de los tres en cuidarla.

Gracias a las medicinas proporcionadas por Jiman, la infección cesó y el proceso de cicatrización, potenciado por su gema, fue mucho más rápido. Así, el cuarto día después de llegar a la casa de Jiman, Ady probó de nuevo la libertad. Vistiendo las ropas que Pabsy le regaló, e incluso usando la peineta elegida por Raff, se levantó incluso antes del primer rayo de sol.

La brisa fresca de la mañana, espantó los restos de sueño que tenía. Estiró su cuerpo sintiendo sus músculos salir del letargo y avanzó hacia la cocina. Una pequeña columna de humo ya salí por la chimenea del lugar, Ady, curiosa se acercó a pasos silenciosos.

Al interior de la pequeña y oscura estancia, que era la cocina, una mujer mediana, de largo vestido amarronado, se movía cargando unos leños pequeños afanada en prender la cocina. Ady la reconoció al instante, aquella mujer llegó a la casa hace solo dos días, Jiman la presentó como su esposa quien respondía al nombre de Mina.

La presencia de la mujer, y más, bajo el título de esposa, fue una gran sorpresa para el viejo lobo y el oso, en cambio para Raff y Ady, la sorpresa era ver a alguien con rasgos tan humanos frente a ellos. En un principio, Ady se preguntó, si quizá bajo aquella larga falda la mujer ocultaba algún rasgo animal, ya que su torso, brazos y rostro, mostraban una suave y tersa piel dorada tostada por el sol.

Viéndose sola, ahora observando a la mujer como una acosadora, le hizo entrar en razón de lo mal que seguro se veía su actitud. No queriendo dar malas impresiones, entró a la cocina y saludó a la mujer.

— Buen día — dijo, notando aquel tono tímido en su voz que le recordó a una Ady de solo trece años.

— Hola, buen día — la mujer no tardó en responder. Metiendo un leño más en el fogón que comenzaba a tomar forma. Volteó a verla regalándole una sonrisa cálida — No esperaba que alguien más estuviera despierto a esta hora. ¿Sucede algo?

— No, no descuide. Todo bien, es solo que ya descansé mucho estos días y bueno, hasta parece que las ganas de dormir se me acabaron.

Murmuró en un intento de bromear, algo a lo que la mujer pareció entender y rio con naturalidad mientras tomaba un par de cacerolas.

— Comprendo, note lo mucho que te cuidan los tres, es agradable que se preocupen por uno. Mi esposo es así de atento cuando me enfermo.

Desde que la mujer llegó, Ady no pudo conversar mucho con ella, aquel día era la primera vez que intercambiaban algo más que un saludo. A pesar de sus palabras, que la joven no supo cómo responder, Ady se encontraba llena de preguntas.

— ¿Hay algo en lo que pueda ayudar? — preguntó acercándose a la pequeña mesa de madera que había en el lugar.

— Bueno…— la mujer miró alrededor y dejando las cacerolas en la mesa, sacó de un gran jarrón, que le hacía de almacenamiento, un costal pequeño de tela el cual dejó en la mesa — me vas ayudar a preparar pan para el desayuno. ¿Ya preparaste alguna vez pan?

Ady negó con la cabeza, la mujer, con paciencia se dispuso a ser su maestra. Mina era muy hábil con las manos y buena explicando. Pronto Ady se encontró en una pequeña clase de panadería bajo su voz.

Juntas mezclaron los ingredientes e hicieron la masa, la cual reposo y aumentó para luego dar paso a lo que seria los panes para al menos cuatro días. Si bien parecía un trabajo simple, Ady se sorprendió lo cansado que era el proceso de amasar. Sus brazos dolían como la primera vez que entrenó con la espada.

Mina no solo le enseñaba a hacer pan, a la vez, la mujer preparaba en otras cacerolas, lo que serían las gachas para el desayuno, algo de carne y granos que al tostar se abrían mostrando su interior blanquecino. Se notaba en la fluidez de sus movimientos, que ya estaba acostumbrada a ese ritmo de vida.

A pesar de que la mujer era una ávida conversadora, en todo ese rato, Ady no se atrevió a preguntar algo más allá de la receta que preparaban. Pues no creía que fuera corrector preguntarle si tenía alguna característica animal como casi todos en ese mundo o cosas por el estilo.

— Luces pensativa — murmuró de pronto la mujer mientras acomodaba la última tanda de panes en la bandeja del horno — ¿Hay algo que quieras preguntar o hablar?

Ady se sintió de pronto expuesta, no creía que Mina fuera tan buena leyendo rostros, o es que quizá, las dudas en su mente eran tan grandes que se le notaban en la cara. La única mujer capaz de notar aquellas cavilaciones, siempre fue su madre, saber que alguien más pudo notarlo, le hizo preguntarse si es que aquella mujer fue o era madre. Pues consideraba que solo ellas tenían dicho poder.

— Perdón, solo tengo muchas dudas y no creo que sean de buena educación hacerlas — confesó con timidez

— ¿Qué es la buena educación? — respondió ella con una ligera risa mientras tomaba asiento en una de las bancas del lugar — La educación depende de quién lo imparta y del entorno que vengas. No hay buena o mala educación, solo educación, lo que varía es tu entorno y la actitud que tengas frente a los demás. Pregunta lo que desees, tratare de responder lo que pueda.

Ady, sacudió sus manos de los restos de harina, y envalentonada por la invitación de Mina, tomó asiento al igual que ella, ordenando sus preguntas.

— Me da curiosidad saber cómo hablas tan bien mi idioma

Aquella duda no era reciente, Ady desde que llegó, notó que ciertas quimeras también entendían su idioma, al igual que algunas boskairas. Eso no era para menos, puesto que viniendo ella de otro universo, surgía la duda de ¿Por qué su idioma era conocido en aquel extraño lugar?




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