Hijos del dolor - Saga Gem Heart

Vacío pasado

El chico iba unos pasos delante de ella, mantenía la cabeza en alto pero el entrecejo aun levemente fruncido. Ady aceleraba sus pasos para alcanzarlo, a pesar de que ella era alta, el, la superaba por una cabeza y en ocasiones le era difícil seguir el ritmo de su andar.

¿Estaba acaso molesto? ¿Por ese comentario?, pensó. Si bien ella no se sentía cómoda con esa información, no podía hacer nada para cambiarlo.

“Ay Eikya, en serio necesitamos hablar acerca de tu vida amorosa que parece tan compleja como esta guerra” murmuró en su mente, como si de alguna forma, Eikya pudiera escucharla de ese modo.

— Raff — llamó la joven luego de unos minutos, pero el chico no hizo caso — ¡Raff! — nada, a ese punto ya incluso ella se estaba enojando. Sujetando su vestido acelero el paso para asegurarse de no tropezar. — ¡Raff Conan Byrne!

Las patas lobunas se detuvieron al instante que oyó su nombre completo. Incluso sus garras se clavaron a la tierra mientras volteaba a verla. Ady le devolvía la mirada, seria y con los labios apretados en una fina línea.

Raff podía ser muy enojón con ciertos temas y por alguna razón, el tema del pretendiente de Ady lo enojaba de una extraña manera. Pero también sabia, que no era buena señal que una mujer te llamara por el nombre completo.

— Te escucho — dijo tragando con dificultad

— No, no me escuchas, te llevo llamando desde hace rato y solo caminas como un maldito lobo solitario con pulgas

— Perdón yo solo…

— Tu nada — interrumpió ella — te llamo porque estas tomando el camino equivocado

Dijo mientras señalaba la intersección de caminos que pasaron a pocos metros. Raff volvió la mirada reconociendo a ruta que debían tomar. Volvió su atención a la joven, encontrándose con aquella mirada inquisitiva de brazos cruzados.

Sin atreverse a decir algo más giro sobre sus patas y se devolvió, ahora caminando un poco más lento. Sentía que, si se adelantaba, ella lo golpearía en algún momento. No tardó mucho en oír los pasos de ella colocarse a su costado y percibir de reojo su figura esbelta.

— ¿Estas enojada? — preguntó luego de un rato de silencio

— No

Aquel “no” iba cargado de enojo, tanto que incluso pidió ayuda a Atius mentalmente. Después de todo el ya sabía lidiar con ella antes. O al menos eso creía.

— Bueno es que…

— Si dices que parezco enojada te voy a golpear Raff — aquello bastó para que el chico guardara silencio de nuevo — No estoy enojada, solo un poco molesta porque muchas veces no entiendo el enojo de ninguno de ustedes. Pero tú eres el más cercano a mí, así que tu enojo por un tema que ni siquiera recuerdo, me parece ilógico y me desespera.

— No estaba enojado — retomo su afirmación — es solo, pensaba ¿Si? A veces al pensar me es inevitable abstraerme hasta el punto de que no me percato de mi entorno

— ¿Y en que pensabas?

— En ti — dijo sin titubear — Y en como lidiare con ese tipo si intenta retomar sus insinuaciones pasadas.

Esa respuesta no fue la esperada, los puños de ella se apretaron a sus costados como si de alguna forma le ayudaran a la vergüenza que se extendía por sus entrañas.

—¿Po-Por qué pensabas eso? — su voz tembló sin remedio alguno

— No me agrada la idea de que tengas un tipo encimoso cerca, ¿Acaso quieres que de nuevo vuelva a sus insinuaciones?

Ady volteo a verlo para arrepentirse al instante, pues se topó con su mirada fija en ella y una ceja arqueada que solo aumento su nerviosismo y la obligo a mirar de nuevo al camino.

— No, pero no creo que en tantos años siga con lo mismo ¿Verdad?

Era claro que dentro del pensamiento de Ady, quería creer que el tipo con el que se encontrarían, ya seria todo un hombre adulto, incluso quizá con el aspecto mayor similar a Skaev.

Suponía que dichas insinuaciones a las que hicieron referencia antes, habían sido cosas del pasado y debido a la juventud de aquel tipo. Después de todo, cuando uno es joven, hace todo tipo de locuras por amor.

Con esa idea en mente llegaron ante las puertas dobles de aquella construcción de dos pisos con detalles amaderados. Afuera una pequeña pizarra que colgaba al costado de la entrada, tenía escrito lo que seguro era el espectáculo de aquel día.

“Eterna doncella, eterno amor “Se podía leer en grandes letras curvas con florituras. Quienes pasaban por la calle, no dudaban en entrar en cuanto leían el letrero, parejas, en su mayoría eran las que ingresaban agarrados del brazo.

— Parece que no perdió su romanticismo — murmuró Raff, mientras con la cabeza le indicaba ingresar primero.

Ady decidió no dar importancia al título del espectáculo, después de todo, estaban ahí para asuntos oficiales, no para ver el show.

Al ingresar, se percató de la gran cantidad de espectadores que tenía el lugar. A pesar de la tenue iluminación, que sumía todo en una penumbra acogedora y privada, Ady podía distinguir con claridad las mesas llenas.

Al centro de todo, un enorme escenario iluminado con largas cortinas verdosas se alzaba como una gran esfera de luz dorada. El sitio invitaba a quien entrara a olvidar sus problemas y sumirse en un mundo de historias.

Pronto, ambos fueron abordados por un joven de aspecto amable y sonrisa ligera, sus pocos rasgos humanos en su rostro, delataban su edad que no pasaría de los dieciséis.

—¿Mesa para dos? — preguntó casi en un susurro, mientras juntaba sus manos como una pequeña mosquita.

— Si por favor — habló Raff — pero tengo una petición especial — los ojos del chico se abrieron al oír sobre eso — Quiero una mesa privada y poder hablar con el dueño.

— Oh, lo siento señor — comenzó el contrario haciendo una reverencia como disculpa — puedo conseguirle la mesa privada, pero no creo que nuestro jefe esté disponible para reuniones, él es alguien bastante ocupado.

Mientras Raff insistía con su petición y el chico continuaba poniendo negativas, ninguno se percató del hombre que los observaba desde la penumbra de una de las columnas del lugar. La figura, cuyas facciones se camuflaban en las sombras, se fue acercando hasta quedar a espaldas de ambos guerreros.




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