Hijos del dolor - Saga Gem Heart

Odisea

— A qui tiene señorita, espero le guste el diseño

— Gracias, tenga buen día

— ¡Buen día!

Ady respondió con una sonrisa al hombre mayor quien atendía en la tienda de vestidos. En sus brazos, llevaba envuelto en papel decorado, lo que seria un regalo para Mina.

Esa mañana, Jiman los abordó a ambos mientras entrenaban un poco, el hombre claramente nervioso, les pidió ayuda para ir a recoger un vestido que mandó hacer para su esposa, como regalo de aniversario.

Ady, conquistada por la ternura del gran hombre, aceptó sin problemas, además que le parecía un favor ínfimo en comparación con la ayuda que les brindaba la pareja al aceptarlos en su hogar.

Así, Raff junto a la castaña, emprendieron su pequeña misión en nombre del amor. A pesar de acompañarla, Raff siempre se mantenía atento a sus alrededores, por esa razón el se quedó en la puerta de la tienda, para asegurarse que no tuvieran contratiempos.

— Todo listo — dijo la joven al salir y mira a su atento vigía

Raff miró de reojo y arqueó una ceja al ver aquel paquete curioso, se veía abultado y esponjoso, pero como el no entendía de la moda en ese lugar, no comentaba.

— Perfecto, entonces ya podemos volver

— ¿Qué? Claro que no — dijo ella deteniendo al chico en su lugar

—¿Falta algo más?

— Jiman nos mandó por el vestido, pero creo que podríamos llevarle también unas flores

Raff miraba a la joven preguntándose que tan romántica podría llegar a ser. Era la primera vez que la veía con un brillo distinto en los ojos. Parecía emocionada, como si fuera un detalle para ella.

— Cierto…les gusta las flores a ustedes. Pero no tenemos forma de pagar, Ady

La joven pareció caer en aquel dilema, con una mueca miró el paquete que ahora abrazaba contra su pecho. Suspiró resignada ante la realidad y solo asintió.

Ambos dejaron las escalinatas de la tienda de ropa y se mezclaron entre la multitud que discurría por la calle. Raff mantenía una mano en la espalda de ella protegiéndola de que pudieran empujarla o hacer caer entre la calle tan abarrotada.

Ady mantenía la mirada al frente, si bien ya había caminado por mercados así con su madre desde pequeña, por alguna razón se sentía intranquila. Miraba a todos lados como si un asesino pudiera saltar en cualquier momento de entre los puestos de venta.

— Deberíamos buscar una calle menos transitada — dijo alzando un poco la voz para que Raff pudiera oírla

El chico solo asintió mientras analizaba una ruta que les permitiera moverse más libres. Detuvo su andar y junto con él, ella. Raff parecía una firme columna que incluso separaba a la multitud obligándola a rodearlo.

— Ya…

Justo cuando tenia una ruta de desvío, el estruendo de maderas rompiéndose y los gritos junto al sonido metálico de algo a unos metros, hizo que, todos prestaran atención y segundos después echaran a correr.

Raff sujetó a la joven contra su cuerpo para evitar ser arrastrados con la multitud, quien en su huida se llevaban por delante a todos, incluso pequeños puestos. Ambos al verse atrapados en ese caso, optaron por salir del tumulto.

Con Raff haciendo de muro para ella, se abrieron camino hacia uno de los negocios aledaños a la calle. Subieron las escalinatas, desde donde se podía ver que todo el caos lo generaba un grupo de soldados, a unos metros, que estaban confiscando algunas mercancías. El dueño del pequeño puesto, rogaba para que no se llevaran sus cosas, pero los soldados simplemente lo ignoraban.

El polvo se levantaba por la calle mientras la gente huas y los vendedores trataban de ocultar sus productos para escapar antes de ser atrapados. En medio de todo, muchos transeúntes eran incluso detenidos sin razón aparente. Ante esa visión Ady supo que no podían estar mas en esa calle.

Raff, quien también se percató de la situación, empujó a la joven al interior del local que tenían atrás de ellos. Algunas personas curiosas se asomaban por la puerta del negocio, así que no prestaron atención a los dos cuando entraron casi a empujones.

El chico caminaba adelante, jalando consigo a la joven. Miraba a sus espaldas como si pensara que, en algún momento, un soldado atravesaría dichas puertas. Ady en cambio, no pudo evitar fijarse en el lugar. Aquello mas que por distracción, lo hacía de precaución, asegurándose que en el interior no se toparían con algún contratiempo.

El recinto parecía un jardín que hubiera aparecido al interior de aquella construcción. Alrededor, se podía observar, mesas con holanes y cortinas traslúcidas en tonos rosados que daban un aire etéreo al lugar. La melodía suave resonaba desde algún lado de aquel salón.

Cuando ambos se detuvieron, detrás de una columna rodeada por una enredadera de rosas, Ady se concentró en Raff que parecía seguir en alerta, sus orejas atentas a cualquier ruido externo.

La joven arrugó la nariz al percibir el perfume que rodeaba todo ese lugar, los aromas fuertes como esos siempre le causaban molestias. Escondidos atrás de aquella columna, siguió mirando alrededor.

Las mesas estaban ocupadas por hombres en su gran mayoría, bebiendo y riendo mientras tenían su atención puesta en un pequeño escenario central donde una hermosa figura femenina bailaba para ellos.

Los aplausos y silbidos no faltaban en medio de aquel espectáculo. Ady fue comprendiendo entonces en donde se habían metido. Aquel provocativo baile de la bailarina en el escenario, cuyo vestido de volantes revelaba la suave piel de su figura, era el mayor mensaje.

— ¿Ya te fijaste dónde estamos? – dijo ella llamando la atención del chico

— ¿Qué?

— ¿Te fijaste donde nos hemos metido?

Raff en todo ese tiempo tuvo su atención en los exteriores del lugar, así que, no prestó atención a nada de lo que pasaba al interior. Recién ante su pregunta fue que miró a detalle el interior. En un principio pensó que era otro café teatro como el de Arendol, pero todo cambio cuando llegó al escenario donde las caderas de la bailarina daban todo un espectáculo.




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