El bosque parecía tener vida propia, susurros de hojas y crujidos de ramas resonaban en el aire mientras Aiden, Lyra, Kael y Maelis se adentraban en la penumbra. De vez en cuando, un destello de luz del fuego aún ardiente tras ellos iluminaba el camino, pero pronto se desvanecía, dejándolos a merced de la oscuridad. El peligro acechaba, pero una sensación de urgencia y propósito latía en sus corazones.
"¿Hacia dónde vamos?" preguntó Lyra, su voz un susurro ahogado mientras esquivaba ramas que parecían querer atraparla. Aiden apretó su mano con fuerza, intentando infundirle valor.
"Hacia el Consejo de las Cinco Llamas. Deben conocer la Marca y entender lo que hemos desatado," respondió Kael, su mirada fija y decidida. Aunque su voz era firme, Aiden podía notar la ligera tensión en sus hombros.
"Pero, ¿qué significa la Marca?" indagó Maelis, sus ojos centelleando en la oscuridad. "Existen leyendas sobre ella, pero pocos creen que pueda ser real."
"Las leyendas dicen que quienes portan la Marca del Fuego Eterno son los elegidos, portadores de un poder que puede cambiar el destino del mundo," explicó Aiden, sintiendo cómo la historia se entrelazaba con su propia existencia. "Pero también hay quienes desearán apoderarse de ese poder."
Trabajando en equipo, se movieron con rapidez y precisión a través de los troncos torcidos y las sombras danzantes, mientras la adrenalina mantenía su mente aguerrida. De vez en cuando, un crujido inquietante detrás de ellos rompía el silencio, como si las criaturas de la oscuridad los estuvieran persiguiendo.
De repente, un sonido sordo los hizo detenerse. Un susurro helado atravesó el aire, y Aiden sintió un escalofrío recorriendo su espalda. "¿Escucharon eso?" preguntó, tenso.
"Puede que sean alimañas de la oscuridad," dijo Kael, llevando la mano a su espada, sus sentidos agudizados. "No podemos quedarnos quietos."
Sin perder tiempo, reanudaron su marcha, pero el bosque pareció cobrar vida con incertidumbre, como si tuviera un papel en su destino. Fue entonces cuando llegaron a un claro iluminado por la luz de la luna. En el centro, un altar antiguo se alzaba entre la maleza, cubierto de runas brillantes. Aiden sintió que la atracción hacia ese lugar era casi magnética.
"¿Qué es esto?" murmuró Lyra, acercándose cautelosamente.
"Es un altar de los Ancestros," respondió Maelis, tocando suave las runas. "Se dice que estos lugares son fuentes de poder que están conectadas con la Marca."
Aiden se acercó al altar, sintiendo que una energía familiar emanaba de él. El fuego en su brazo parecía resonar con las runas, iluminando el espacio con calor. "¿Podría ser que lo que estamos buscando esté aquí?" preguntó, casi esperanzado.
"Tal vez," dijo Kael, mirando alrededor con cautela. "Pero debemos tener cuidado. No todos los antiguos poderes son benevolentes."
Justo cuando Aiden iba a tocar el altar, un profundo rugido resonó a través del bosque. El suelo vibró bajo sus pies, y desde la penumbra, dos figuras emergieron. Eran guerreros de la oscuridad, envueltos en sombras con ojos brillantes como brasas. La Devoradora de Auras no había tardado en enviar a sus súbditos.
“Deteneos, hijos del fuego. La Marca no os pertenece,” proclamó el líder, una figura imponente que parecía absorber la luz a su alrededor. "Venid a mí y rendíos, o pagaréis el precio de vuestra insolencia."
“¡Nunca!” bramó Kael, desenvainando su espada. “Lucharemos para proteger lo que es nuestro.”
Aiden se sintió abrumado por la amenaza; el miedo lo llamó, pero el ardor de la Marca del Fuego Eterno lo empujó a avanzar. Con un gesto decidido, posicionó su mano hacia el altar.
"¡Atrás!" gritó, y sintió cómo una oleada de energía lo atravesaba. Las runas del altar resplandecieron, y en un instante, llamas danzantes emergieron de la tierra, tomando forma en torno a ellos y forjando un círculo de fuego que los protegía del ataque de los guerreros oscuros.
Las criaturas retrocedieron, confundidas, mientras Aiden, invadido por el poder de la Marca, los miraba. "Debo aprender a controlar esto," pensó, sintiendo el ímpetu de la hoguera dentro de él.
"Vamos, Aiden. Utiliza tu poder, ¡ahora!" animó Lyra, sus ojos brillando con determinación.
Con la decisión de un líder, Aiden levantó su mano, y el fuego se alzó, transformándose en un torrente de llamas que fue hacia los guerreros, forzándolos a retroceder. Los gritos de las sombras llenaron el aire, resonando en los árboles, un testimonio del poder que estaba comenzando a desatar.
"¡Hacedlo juntos!" gritó Kael, empujando a sus amigos hacia adelante. Con la fuerza de la unión, unieron sus energías, y el fuego creció. Las runas comenzaron a cobrar vida, y Aiden sintió cómo una conexión profunda se formaba entre ellos, alimentando su poder.
Pero en medio del caos, la figura del líder oscuro vio su oportunidad y se lanzó hacia Aiden, desenvainando una espada de sombras. “¡Esto no terminará aquí, niño! Las fuerzas oscuras ya han decidido, y tú eres solo un peón en este juego.”
Aiden sintió que el terror lo abrumaba, pero en un instante de claridad, supo que no era solo la Marca lo que lo hacía fuerte, era la luz de sus amigos y su unión. “¡Ahora!” gritó, y los cuatro canalizaron su poder en una explosión de fuego brillante.
Una onda de energía golpeó al guerrero oscuro, empujándolo hacia atrás y desintegrándolo en un remolino de sombras. El altar brilló con fuerza, y una nueva energía se extendió, disipando a los guerreros restantes.
La calma regresó de repente, y el silencio envolvió el bosque. Aiden, temblando de la adrenalina, observó cómo las runas del altar se desvanecieron lentamente, como si se estuvieran acomodando de nuevo en su letargo.
"Lo hicimos…" respiró Lyra, mirándolos con asombro y alivio.
"Sí, pero debemos seguir adelante," dijo Kael, aferrando su espada. “Nunca debemos olvidarnos de que Azhara nos está buscando.”