Cuando Aiden, Lyra, Kael y Maelis cruzaron el umbral del portal, se encontraron en una sala vasta, cuyos muros estaban formados por llamas danzantes que parecían palpitar al ritmo de su corazón. La luz cálida y vibrante llenaba el aire, otorgando un ambiente único y sobrecogedor. Aiden sintió que el calor abrazaba su piel, pero también había un aura de poder que los rodeaba, como si la misma sala estuviera viva y consciente de su presencia.
En el centro, un gran círculo de fuego ardía, formando un espacio sagrado en el que se encontraban los miembros del Consejo de las Cinco Llamas. Cada uno de ellos representaba uno de los elementos fundamentales de su mundo: fuego, agua, tierra, aire y espíritu. Eran figuras impresionantes, con una mezcla de majestuosidad y fuerza.
“Bienvenidos, hijos del fuego,” dijo un elder con una voz profunda, sus ojos brillando como brasas. “Habéis llegado aquí por vuestra voluntad, y ahora debéis enfrentar la Prueba del Consejo. Solo aquellos que demuestren su valía serán dignos de llevar la carga de la Marca del Fuego Eterno.”
Aiden intercambió miradas con sus amigos, sintiendo la tensión y la anticipación en el aire. Todo lo que habían enfrentado los había llevado hasta este momento, donde sus habilidades y valor serían puestos a prueba una vez más.
“¿Cuál es esta prueba?” preguntó Aiden, con determinación en su voz, aunque su corazón latía con fuerza.
“Cada uno de vosotros tendrá un desafío personal. Seréis probados en la comprensión de vuestros respectivos elementos y la conexión con la esencia de la Marca. Solo cuando halléis la verdad dentro de vosotros mismos podréis avanzar,” explicó el elder.
“¿Quién empieza?” preguntó Maelis, su aire sereno contrastando con la ansiedad que sentían.
“Seréis llamados uno por uno, según el orden del fuego que lleváis,” contestó el elder, señalando a Aiden.
“Aiden Thorn, el portador de la Marca del Fuego Eterno, a la esfera central. Es hora de que enfrentes tu verdad,” lo invitó.
Aiden respiró hondo, sintiendo el fuego en su interior y la energía vibrante de las llamas del círculo. Se acercó más al centro, lleno de determinación y valentía, dispuesto a enfrentar cualquier prueba que se le presentara. El fuego danzante pareció cobrar vida a su alrededor, y Aiden se sintió en un estado de trance.
“Recuerda, esta prueba no será físicamente peligrosa, pero desafiará lo que más temes,” le advirtió el elder con una mueca sabia. “Conócete a ti mismo, y los obstáculos se desvanecerán.”
Las llamas comenzaron a girar más rápido, creando un torbellino brillante que lo envolvió. Aiden se vio transportado a un paisaje onírico, lleno de luces y sombras. Las imágenes comenzaron a proyectarse: visiones de su infancia, momentos felices en familia, pero también la angustia de su pérdida y el dolor de no haber podido salvar a sus padres.
De repente, el fuego se transformó en un camino oscuro, y Aiden notó la figura de su padre, atrapada entre las llamas. Estaba gritando, pero su voz era un eco distante. “¡Aiden! ¡No te detengas! ¡Siempre estaré contigo!”
“No… no puedo perderte otra vez,” murmuró Aiden, desesperado, mientras el fuego lo consumía. Sentía que se desvanecía en una penumbra de recuerdos y sentimientos de culpa.
“Debes aprender a aceptar tu sufrimiento, Aiden,” resonó la voz de su padre. “Te he dejado legados, no cargas. No dejes que la culpa opaque tu luz.”
Las llamas ardían intensamente, y Aiden comprendió que el fuego representaba su conexión con sus raíces. “Te escucho, padre,” dijo con firmeza, sintiendo la energía de la Marca ardiendo con más fuerza. “No te perderé otra vez. Mi dolor es mi motivación, no mi debilidad.”
Y así, la imagen de su padre comenzó a desvanecerse, transformándose en una luz brillante. El fuego lo rodeaba, y Aiden sintió que estaba en control, que podía usar su dolor como fuente de fuerza.
Cuando las llamas finalmente se disiparon, se encontró de vuelta en el círculo. El consejo lo observaba con miradas evaluadoras. “Has enfrentado tus demonios, Aiden. Has aprendido a transformar tu dolor en poder. Eres digno de la Marca,” dijo el elder, y Aiden sintió su corazón llenarse de aliento y orgullo.
“Es el turno de Lyra,” anunció el elder, señalando a la joven.
Con un nudo en el estómago, Lyra supo que su prueba llegaría. Caminó hacia el centro del círculo, sintiendo una mezcla de emociones mientras el fuego giraba nuevamente. La esencia vibrante comenzó a proyectar recuerdos: las risas y el amor de su familia, pero también los momentos de soledad y tristeza tras la pérdida de su padre.
Ella se encontró en medio de un campo iluminado por el sol, con su padre sonriendo, pero mientras intentaba acercarse, la escena se desvaneció, y el paisaje cambió abruptamente. Ahora estaba en un lugar sombrío, llena de incertidumbre y soledad.
“¡Papá!” gritó, sintiendo el dolor en su pecho. “¿Por qué no estás aquí?”
“Eres fuerte, Lyra,” resonó una voz suave en el viento. Era su padre, pero su imagen ahora se desdibujaba. “No te aferres a la sombra de tu dolor. Usa tu luz para brillar más fuerte.”
Lyra comprendió que su miedo permanecía en ella, la inseguridad de no ser suficiente. “No puedo, no puedo ser como tú, no soy suficientemente fuerte,” se dijo mientras las lágrimas comenzaban a fluir.
“Recuerda, mi amor. La fuerza no se mide en cómo enfrentas las pérdidas, sino en cómo eliges levantarte después de cada caída,” su padre dijo, y mientras las palabras resonaban, Lyra sintió una oleada de energía llenarla.
“¡Soy más fuerte de lo que creo!” exclamó, sintiendo la luz en su interior. Al reconocer su poder, las sombras se disiparon y ella se encontró nuevamente en el círculo rodeada por el fuego.
“Has aprendido a abrazar tu verdad. Eres digna y fuerte, Lyra. Has superado tu prueba,” dijo el elder, y una oleada de alivio la llevó a sonreír.
El siguiente en la línea era Kael. Cuando se acercó al centro, sintió que la presión aumentaba. La fuerza de su miedo y las voces del pasado comenzaron a desdibujar la realidad. La sombra de su madre lo acechaba.