Con los corazones ardientes por la conexión que forjaron en la caverna de Eco, Aiden, Lyra, Kael y Maelis emergieron al exterior con un nuevo propósito. La luz del sol brillaba intensamente, contrastando con la penumbra que aún acechaba en el horizonte, recordándoles que la amenaza de Azhara no había desaparecido, sino que estaba a punto de intensificarse.
“Debemos apresurarnos,” dijo Aiden, sintiendo la Marca del Fuego Eterno arder en su brazo. “El tiempo juega en nuestra contra, y hay mucho que preparar.”
Mientras se movían, el aire se volvía más pesado, y el cielo en el horizonte se oscurecía más cada vez. La ansiedad crecía en sus corazones, recordándoles lo que estaba en juego. Juntos, debían enfrentar a la Devoradora de Auras y las fuerzas oscuras que amenazaban su mundo.
“¿A dónde vamos ahora?” preguntó Lyra, observando cómo las sombras se movían como una neblina rebelde.
“Debemos regresar a nuestro pueblo, Thornevale,” respondió Kael, buscando en sus recuerdos. “El consejo de los sabios deberá estar informado, y se necesita hacer un plan. No podemos enfrentar a Azhara con solo nosotros cuatro.”
Aiden asintió, sintiendo que el llamado del hogar resonaba. “Cada uno de los sabios puede aportar un poco de luz, pero no podemos presentarles solo miedo. Debemos traerles esperanza y las lecciones que hemos aprendido.”
El grupo avanzó con determinación, pero a medida que se acercaban a Thornevale, la atmósfera comenzaba a cambiar. Un oscuro presagio se cernía sobre el pueblo, y los ecos de sus pasos resonaban vacíos en las calles desiertas.
“¿Dónde están todos?” preguntó Lyra, su voz temblando. “Este lugar… no parece el mismo.”
“Debemos ser cautelosos,” dijo Maelis, mirando con atención a su alrededor. “Las sombras pueden haberse infiltrado en el pueblo. O tal vez… Azhara ya ha hecho su movimiento.”
Cuando llegaron a la plaza central, sus corazones se hundieron. La escena era desoladora: casas arrasadas, tierra marchita y una atmósfera pesimista que envolvía el lugar. El fuego que una vez había iluminado Thornevale parecía haber sido consumido por la oscuridad.
“Esto no puede ser,” Aiden murmuró. “Debemos encontrar a alguien.”
Con el corazón pesado, comenzaron a buscar entre las ruinas. La desesperación comenzaba a apoderarse de ellos. Sin embargo, en medio del horror, escucharon un débil murmullo proveniente de la Casa de los Sabios.
“¡Vamos!” exclamó Aiden, corriendo hacia la entrada, y sus amigos lo siguieron con rapidez.
Al entrar, la escena era igualmente sombría, pero había un remanente de esperanza. Los sabios se encontraban reunidos en un círculo, cada uno mirando con expresión preocupada. Entre ellos, el anciano Elior, propietario de la sabiduría del pueblo, alzó la vista cuando los vio entrar.
“¡Aiden! ¡Lyra! ¡Kael! ¡Maelis!” dijo Elior, su voz repleta de alivio y asombro. “¡Estáis aquí! Creímos que la oscuridad os había consumido.”
“No, hemos retornado, pero el peligro es inminente,” respondió Aiden, recorriendo la habitación con la mirada. “Azhara ha comenzado su ataque. El pueblo está en peligro, y tenemos que actuar.”
“Lo sabemos,” dijo Elior, su expresión grave. “Las sombras se han extendido, y muchos han desaparecido. Nuestras fuerzas son insuficientes para enfrentarla. No pudimos detenerla a tiempo.”
Aiden sintió la desesperación en la voz del anciano. “¡Debemos unirnos! No podemos dudar. Todos juntos podemos enfrentar a la oscuridad,” instó, sintiendo la urgencia arder en su pecho.
“Pero la oscuridad tiene un sello sobre Thornevale,” explicó Elior, su voz temblando. “Necesitamos un poder mayor para romper el lazo. Hay leyendas que lo dicen, pero la clave se ha perdido con el paso del tiempo.”
Kael dio un paso adelante. “¿Qué se necesita? En la caverna encontramos a los Eco de Fuego, y sabemos que hay más por conocer.”
“Habrá un antiguo artefacto en el corazón del Bosque de Sombras,” dijo Elior, sus ojos llenos de pena. “Se llama el Sello de Luz. Su poder puede romper el dominio de Azhara sobre el pueblo. Pero encontrarlo no será fácil; el camino está lleno de peligros y confusiones.”
Aiden y sus amigos intercambiaron miradas. “No podemos dejar a nuestro pueblo a merced de las sombras,” dijo él, firme. “¿Estamos todos de acuerdo en que debemos ir?”
“¡Sí!” respondieron sus amigos al unísono. Aunque sus cuerpos estaban cansados, su resolución estaba intacta.
“Partid al amanecer, y os proporcionaré recursos necesarios para el viaje,” les dijo Elior. “No olvidéis las historias que habéis visto en la caverna, y llevad el fuego en vuestros corazones como estandarte.”
La noche pasó entre la tensión y las conversaciones. Mientras preparaban su viaje, el grupo compartió historias y momentos importantes que habían forjado su unión, afianzando su conexión y preparando sus corazones para el desafío que se avecinaba.
Al amanecer, Aiden, Lyra, Kael y Maelis se despidieron de Thornevale con determinación y esperanza. Con sus mochilas llenas de suministros y llamas en sus corazones, se adentraron en el Bosque de Sombras.
El bosque era oscuro y denso, cubierto de sombras, y el aire parecía vibrar con energía oscura. Las ramas crujían y el viento susurraba susurros que parecían intentarlas desviar. A medida que avanzaban, cada paso se sentía como el crujido de una trampa esperando.
“Este lugar es aterrador,” murmuró Lyra, mirando alrededor con inquietud.
“Debemos mantenernos unidos,” insistió Aiden, recordando las palabras de Elior. “Cualquier duda puede ser nuestro fin.”
Con cada paso, sus miedos eran palpables, pero la idea de que el Sello de Luz podría ser la clave para romper el dominio de Azhara les impulsaba. A medida que caminaban más profundo en el bosque, comenzaron a notar árboles extraños que parecían moverse y murmurar.
“Estos árboles están vivos,” exclamó Maelis, recordando las historias de viejas leyendas que decían que el bosque era un ser consciente. “Necesitamos ser cuidadosos.”