Las primeras luces de la mañana comenzaron a infiltrarse entre las nubes que aún acosaban el cielo de Thornevale. Aiden, Lyra, Kael y Maelis se encontraban en la plaza central, donde la euforia de la victoria de la noche anterior aún tejía un aura de esperanza en el aire. Aun así, en sus corazones había una profunda preocupación: Azhara no se había rendido, y sabían que tendría un nuevo ataque en mente.
Mientras los aldeanos comenzaban su día, despertando con el eco de las celebraciones, Aiden se sintió el peso sobre sus hombros. La lucha contra Azhara y la sombra no había hecho más que comenzar, y la comunidad todavía enfrentaba grandes desafíos.
“¿Qué haremos ahora?” preguntó Lyra, observando cómo las luces del pueblo se encendían en un nuevo día. “Azhara se ha ido, pero sé que no estará lejos.”
“Es cierto,” dijo Kael, con la certeza de un guerrero. “No podemos permitir que baje la guardia. Debemos estar listos para lo que sea que esté por venir.”
Maelis se acercó, su mirada llena de determinación. “Los Eco de Fuego nos advirtieron que su venganza sería inminente. Al parecer, lo que Azhara cosechó la hará aún más fuerte.”
“Sí, y eso significa que debemos prepararnos,” afirmó Aiden, sintiendo que la presión se afianzaba en su pecho. “No podemos permitir que la oscuridad vuelva a entrar en el pueblo y consuma la luz que hemos rescatado.”
Con ese objetivo en mente, comenzaron a organizar a la comunidad. Cada aldeano se sintió con poder, consciente del sacrificio que habían realizado y del fuego que ardía dentro de cada uno. La conexión entre ellos se volvía más fuerte, un reflejo del compromiso colectivo con la lucha.
Pero a medida que el día avanzaba, el cielo comenzó a oscurecerse nuevamente, y una inquietante sensación recorrió la plaza. Aiden se sintió inquieto, recordando las advertencias de Elior sobre el inminente regreso de la Devoradora de Auras.
“Vamos a hacer un recorrido por el pueblo, asegurémonos de que todos estén preparados,” sugirió Kael, sintiendo la tensión en el aire. “No podemos subestimar a Azhara.”
Mientras se movían, las sombras comenzaban a alargarse, y el viento comenzó a soplar con fuerza, llevando consigo un eco ominoso. “¿Escuchan eso?” preguntó Aiden, mirando a sus amigos. “Suena como… como un aviso.”
De repente, un grito resonó en la distancia. Se hizo evidente que alguien había encontrado una señal de peligro. “¡Vengan! ¡A la plaza!” gritó un aldeano que corría hacia ellos, el rostro pálido de miedo.
Aiden sintió que su corazón latía con fuerza mientras el grupo se apresuraba. “¡Rápido! ¡Uníos a la defensa!” ordenó.
Una vez en la plaza, encontraron a un grupo de aldeanos aturdidos, y entre ellos, la figura de un guerrero caído. “Los oscuros están regresando…” balbuceó el guerrero, su voz apenas audible.
Aidan se sintió helado. “¿Qué pasó?” preguntó con ansiedad.
“Las sombras… han tomado el bosque. Vimos a las criaturas moverse… y Azhara también,” afirmó el guerrero, tratando de recuperar el aliento. “No tengo palabras para describir lo que hemos sentido.”
A medida que el mensaje se expandía, la tensión en el aire se hizo palpable. Los aldeanos comenzaron a murmurar, y la incertidumbre comenzó a crecer entre ellos.
“¡No podemos permitir que el miedo nos consuma!” gritó Aiden, tratando de infundir valor. “Debemos unir nuestras fuerzas y prepararnos para la lucha. La luz que llevamos es más fuerte que la sombra que acecha.”
Lyra se hizo un paso adelante. “Cada sombra es un eco de lo que hemos enfrentado. La esperanza nunca se extinguirá mientras permanezcamos juntos,” dijo, y la murmullante comunidad comenzó a unirse.
Kael se sintió optimista. “Todos han luchado antes. Cada uno de nosotros siente el deseo ardiente de proteger este lugar. ¡Este es nuestro hogar, y no dejaremos que caiga en la oscuridad!” exclamó, levantando su espada.
A medida que la energía del pueblo comenzaba a brillar, Aiden llevó a los aldeanos hacia la defensa. Sabía que la lucha que se avecinaba sería feroz, pero también comprendía que la unidad entre ellos podía crear un camino hacia la victoria.
La Noche de Caos y Lucha
Cuando la oscuridad se cernía sobre el pueblo, la atmósfera se volvió más tensa. A medida que Azhara se adentraba en el bosque, la lluvia se convirtió en un torrente incesante, y los ecos de la sombra reverberaban por el aire.
Las criaturas comenzaron a surgir de las sombras, sus ojos brillando con la maldad de Azhara. Aiden, Lyra, Kael y Maelis se situaron al frente de la plaza, y los aldeanos behind were ready for action.
“¡Estamos aquí para luchar! ¡La luz nunca se extinguirá!” gritó Aiden, sintiéndose energizado.
Las sombras avanzaron, cada una como un eco de desesperación que intentaba consumir el fuego en el corazón de cada guerrero. Pero antes de que las criaturas pudieran acorralar a Thornevale, el grupo de guerreros se mantuvo firme.
“¡Ahora!” exclamó Aiden, levantando su mano mientras una ola de llamas brotaba de su interior, creando una barrera brillante alrededor de ellos.
Las sombras se arremolinaron pero chocaron contra el fuego ardiente, creando una explosión de luz. Las llamas brillaban intensamente mientras las criaturas de Azhara se lanzaban al ataque, y Aiden sintió que la unidad de su comunidad les daba un nuevo impulso.
“¡Luchamos juntos!” gritó Lyra, lanzando su energía hacia el fuego, uniendo las llamas en una danza ardiente que empujaba a las sombras hacia atrás.
Kael arremetía con su espada, atacando las criaturas que intentaban escapar del poder del fuego. “¡La sombra no nos vencerá! ¡Thornevale siempre será fuerte!”
La batalla se desató en un torbellino de luz y oscuridad, y Aiden sintió que cada golpe resonaba con la historia de su pueblo. Sin embargo, las sombras eran feroces, y a pesar de su unidad, había un dolor que comenzaba a sentirse.
La risa de Azhara resonaba en el aire mientras se manifestaba ante ellos, sus ojos brillando con malevolencia. “¿Creéis que habéis ganado? La oscuridad es astuta y permanecerá.”