El aire en Thornevale estaba impregnado de la alegría de la victoria, pero la cúpula de la celebración apenas ocultaba la inquietud que crecía en el corazón de Aiden. Con la luz del nuevo día iluminando las ruinas reparadas y las sonrisas de la comunidad, había un resplandor de esperanza, pero una sombra persistente acechaba en los rincones de su conciencia.
Aiden, Lyra, Kael y Maelis se encontraban en la plaza, donde los aldeanos habían comenzado a reconstruir no solo sus casas, sino también el espíritu de comunidad. Las risas resonaban, pero Aiden sabía que el peligro de Azhara podría no haber desaparecido. La Devoradora de Auras era astuta, y su rencor solo había crecido con la derrota.
“Debemos permanecer en alerta. Azhara podría volver en cualquier momento,” dijo Aiden, sintiendo el peso de su responsabilidad sobre él.
“Pero si hemos aprendido algo es a estar unidos,” afirmó Kael, deseando inspirar confianza. “La luz y el fuego que llevamos son nuestra fuerza.”
Lyra miró a su hermano, su voz suave pero decidida. “Y hemos demostrado que podemos enfrentar la sombra. Pero también necesitamos entender sus motivos. ¿Por qué regresó? ¿Qué más busca?”
“Igualmente, busquemos respuestas.” Maelis asintió. “Quizás viajes a la cueva de los Eco de Fuego puedan ofrecernos más claridad sobre su rencor, y cómo ha construido su fuerza.”
Con esa idea brillante en mente, comenzaron a organizar su viaje. Aunque la comunidad de Thornevale había luchado con valentía, sabían que necesitaban más información para prepararse para cualquier eventualidad. La historia de Azhara era larga y llena de secretos, y cada uno de ellos podría ser la clave para desentrañar su verdadera naturaleza.
Esa tarde, mientras el sol comenzaba a ocultarse, se despidieron de su pueblo, sintiendo que su deber de protegerlo perduraba. El camino hacia la Cueva de los Eco era conocido por sus peligros, pero su determinación era inquebrantable.
Mientras se adentraban en el sendero, Aiden sintió una oleada de recuerdos pasar por su mente: las historias de antiguas batallas, el fuego en el corazón de sus antepasados, y las advertencias sobre la Devoradora de Auras. “Cada paso que damos hoy es parte de la historia que debemos contar,” murmuró, su voz llena de reflexión.
“Contaremos una historia de luz,” dijo Kael, alzando la mirada hacia el cielo. “Y haremos que el fuego brille.”
El camino se tornaba más difícil a medida que se acercaban a la Cueva de los Eco. La vegetación se densificaba y el aire se volvía más pesado, como si la naturaleza misma estuviera sufriendo de la sombra de Azhara.
“¿Qué crees que encontraremos?” preguntó Lyra, sintiendo que la inquietante atmósfera se apoderaba de sus pensamientos.
“Respuestas. Tal vez el entendimiento de lo que Azhara realmente es,” replicó Aiden, sintiendo que la incertidumbre crecía en su interior. “Debemos prepararnos para cualquier cosa.”
Finalmente, al llegar a la entrada de la cueva, se detuvieron. Las runas brillaban con una luz tenue, como si esperaran con anticipación la llegada de los portadores del fuego.
“Es aquí,” dijo Maelis, sintiendo que la energía resonaba en el aire. “Este lugar es un conducto de historia, de conocimiento. Debemos ser cautelosos.”
Cruzando el umbral, la cueva se iluminó con una brisa suave, y el eco de las melodías ancestrales comenzó a resonar en sus corazones. A medida que se adentraban, las imágenes de sus propias luchas comenzaron a tomar forma, proyectándose hacia ellos como ecos perdidos que buscaban ser escuchados.
La entrada de la cueva parecía girar en torno a ellos, revelando figuras de guerreros viejos y portadores de la Marca del Fuego Eterno. Las runas gravadas en la piedra comenzaron a brillar, y con cada paso que tomaban, la conexión se fortalecía.
“Estamos tan cerca,” dijo Aiden, sintiendo que su corazón latía al unísono con el fuego en sus venas. “Esto es solo el comienzo.”
Mientras continuaban avanzando, llegaron a una vasta cámara central, donde el eco de los antiguos guerreros resonaba en el aire. En el centro de la sala había un altar, un pedestal circulado de runas que brillaban como estrellas.
“Por aquí,” dijo Maelis, guiando a sus amigos hacia el altar. “Este lugar está lleno de poder. Debemos descubrir lo que los Eco de Fuego pueden enseñarnos.”
Al acercarse a las brasas, comenzaron a reproducirse ecos de voces, advertencias y antiguas historias que apenas estaban esperando ser contadas. Las runas en el altar comenzaron a vibrar, iluminando la sala con un resplandor reconfortante que parecía llenar el espacio.
“Escuchad,” murmuró Aiden, sintiendo cómo las sombras se desvanecían y la luz se hacía presente. “Son las voces de nuestros antepasados. Ellos buscan ser escuchados.”
“Conectemos con ellos,” sugirió Kael, sintiendo la energía fluir en su interior. “Si lo hacemos, tal vez podamos descubrir lo que Azhara planea.”
Con una respiración profunda, Aiden, Lyra, Kael y Maelis levantaron las manos frente al altar, sintiendo cómo el fuego ardía dentro de cada uno. Las runas en el pedestal comenzaron a girar, formando un espiral de luz que resonaba en el aire, mientras los ecos de las voces llenaban sus corazones.
Al hacerlo, las visiones comenzaron a proyectarse ante ellos, historias de antiguas batallas donde los guerreros se habían enfrentado a la oscuridad, luchando con un ardor que desbordaba esperanza.
Aiden comenzó a escuchar las advertencias sobre Azhara, sus orígenes y cómo había ganado su poder. “Ella alguna vez fue parte de nosotros,” murmuro. “Un fuego que se tornó en sombra.”
Las imágenes mostraban cómo la Devoradora había sido una guardiana antes de ser consumida por la ambición. El fuego que una vez había alimentado su espíritu se había transformado en desesperación. “¿Y cómo la derrotamos para siempre?” preguntó, sintiendo nuevas visiones fluir a través de su mente.