Dos niños se afanan bajo el inclemente sol de la Guajira, tratando de reabrir un viejo pozo de agua. Saben que lo que hacen es ilegal, todas las fuentes de agua son propiedad del Estado y sólo el régimen tiene autorizado el uso y distribución. De igual forma, saben que si no consiguen agua pronto, morirán.
El polvo blanco cubre sus cuerpos, mezclándose con ríos de sudor, si de casualidad algún alma pasara por ese remoto paraje, probablemente creerían que son un espanto. Luego de horas de cavar, el mayor llega al fondo del pozo, y ayudado por una cuerda, la menor jala los escombros.
Tienen tanta sed, pero acostumbrados como están a la sequedad y fatiga muscular, sólo pueden aferrarse a la esperanza de encontrar un hilo de agua. Y cuando la niña siente que ya no puede jalar más. Su hermano grita.
- Lo encontré.
El corazón de la niña salta de emoción; lágrimas bajan, y tan emocionada está, que hasta se olvida de tomarlas. Sí, ni siquiera las propias lágrimas se pueden desperdiciar.
Apresuradamente, lanza un envase para que su hermano pueda sacar un poco. El agua es algo alcalina, pero disfruta tanto cuando entra a su cuerpo que no le importa el sabor, ni la tibieza de esta.
Vuelve a llorar.
No morirán. Luego de unas cuantas horas más, logran llenar varios envases de agua, está turbia y salada, pero es agua, al fin y al cabo. Y se encaminan de vuelta a su ranchería.
***
Ana ve cómo sus hijos mayores se acercan. Vienen cubiertos de polvo, pero arrastrando pesados contenedores de agua. Esto la llena de una profunda alegría. El vital líquido; el oro de su tiempo. Tan necesario para sobrevivir, pero tan escaso; cuando Ana era pequeña el mundo colapsó, estallaron guerras por todas partes, debido a la falta de agua. El norte del planeta quedó devastado, el sur fue un poco mas afortunado, debido a los abundantes recursos hídricos, hubo zonas que sobrevivieron al feroz cambio climático, a la contaminación y a la avaricia. La antigua República de Venezuela se fraccionó y el Zulia se convirtió en un Estado Independiente, dirigido por un régimen militar que maneja con mano de hierro todas las fuentes hídricas y distribuye dicho recurso. Pero eso era en las zonas pobladas, del monte nadie se acuerda.
Ana quiso en algún momento obtener un paso para migrar de una comunidad a otra, pero no le fue concedido, por algo tan simple como no contar con el pago. Todo era tan estricto, y mientras, ellos sólo intentaba sobrevivir. Durante los primeros años del Gobierno del General Vigilo, habían contando con camiones de distribución, pero ya sea por decisión gubernamental o la omnipresente corrupción, eso había dejado de acontecer. Tenían dos años sobreviviendo gracias al agua de la lluvia, pero este había sido un año tan seco, que ni siquiera habían podido cultivar la tierra, gracias a Dios que los cardones no habían escaseado.
Su corazón tartamudeó, siente que la fatiga le ganaría cualquier día, pero este día no, hoy era afortunada. Los niños habían tenido éxito en su búsqueda. Así que no pudo evitar apresúralos en la lengua de sus ancestros.
- Juyá, Mannuuya kakua.
Los niños se afanan aun más, hasta que llegan bajo la vieja enramada. Donde con sumo cuidado descargan los recipientes, sus tres hermanos menores corren e intentan pelearse por un pequeño frasco, pero con un grito de la madre queda el asunto zanjado.
Con temblorosas manos, Ana reparte el agua, cada gota es tan valiosa que no puede evitar llorar, al sentir el líquido bajando por la garganta. Si la humanidad hubiera podido ver el futuro, no habrían sido tan estúpidos, o eso quiere pensar Ana.
***
El viejo animal no da más, tiembla y se desploma, su jinete evita lo peor de la caída. Maldice con fuerza mientras se levanta. Lleva horas de viaje, piensa que al menos podrá llevarle algo de carne a sus hijos. Luego de despedazar al viejo caballo y meterlo en un saco, logra hacer una carreta con madera de cují, y así continua su travesía.
Vuelve a casa, luego de meses, probablemente su mujer tenga otra cría, esa perra es tan fértil, ni siquiera podría pretender que no eran de él, todos eran idénticos, desde el momento en que nacían.
¡Mierda! Qué mierda de vida le toca vivir.
Cuando al fin ve la vieja enramada queda poca luz.
Sus hijos corren hacia él. Les sonríe en medio de la frustración y rabia de su corazón, siente amor por sus crías, es la razón que regrese cada tantos meses, sabe que los niños sufren, pero en medio de ese mundo devastado, no se puede evitar. Y sí, su mujer espera otra cría, una enorme panza parece ocupar su esquelético cuerpo. Apenas sí la saluda, le muestra la carne de caballo y le ordena ocuparse de prepararla y conservar, luego se ocupa en repartir, los “regalos” a los niños, logró juntar suficiente provisión de la base y uno que otro dulce. Esa noche comerán un verdadero banquete.
Le cuesta ver con la poca luz que proyecta la leña, tropieza con algo pesado, que al caer, hace un sonido muy particular. ¡Agua! Almacenada y en cantidad. Ana le cuenta el hallazgo de un pozo por parte de los niños mayores. Se siente extasiado y aterrorizado por partes iguales, podría ser una verdadera mina. ¿Cómo hacer para venderla sin que se enteren los del gobierno? Si tiene éxito, podría renunciar a su trabajo de mierda, como técnico en la base, donde ve cómo litros y litros de agua son bombeados a la gran ciudad, mientras su familia en la sabana muere de sed.
Su mente no deja de maquinar planes, pero sabe que al día siguiente irá a mirar ese pozo.
***
El “jefe” se entera que en una casucha a las afueras de la ciudad están vendiendo agua de pozo; agua que no esta pasando por el control del gobierno, agua que puede generarle más ingresos que la venta de estupefacientes y sustitutos químicos del agua corriente. Necesita averiguar dónde esta el pozo, y someter a los dueños del negocio.
Y por supuesto, mantener todo esto oculto del General, nadie quiere meterse en problemas con el viejo, así que reparte dinero a los militares que monitorean la zona, nadie se resiste, la vida es suficientemente dura como para sostenerse por la moral.
Llega con su banda de mafiosos a una casucha hecha de barro y paja, que destaca con la aridez de la zona. Dos ancianos y tres niños lo reciben, los golpean hasta que revelan al proveedor de agua y que, en unos pocos días, pasará por allí a repartirse las ganancias. Así que sólo queda esperar.